No deberías leer este post y acabar pensando sobre lo que hacen o dejan de hacer los demás, ni lo que esperas o deseas que hagan los políticos, sino sobre lo que vas a hacer tú.
En dos entregas de nuestra serie sobre la experiencia comunitaria hemos hablado ya de John Dewey, su concepto de la Democracia participativa y su aproximación a la Pedagogía a partir de esta. En ambos casos ya apareció el conocimiento en el centro de su pensamiento, pero merece la pena detenerse un minuto más, esbozar muy sintéticamente un par de ideas y sacar consecuencias para la práctica comunitaria real.
Cuatro ideas básicas
Incertidumbre. Para Dewey la incertidumbre es central en la experiencia humana. Vivimos orientados al futuro porque no tenemos otra que enfrentarla. Necesitamos reducirla, acotarla para sentir que podemos dar forma a lo que viene, para, como decía Sabater «saber a qué atenernos». Es por eso que el futuro es determinante en el presente, en lo que hacemos hoy. Seguramente tanto o más que el pasado, como decía el Ciberpunk.
Experiencia. Necesitamos conocer y para ello estudiamos, analizamos lo que vivimos, hacemos prospectiva, experimentamos. Y cada cosa que nos ocurre, cada experiencia concreta -no en el sentido aislado de un experimento científico sino con todo el contexto social y personal que rodea a lo vivido- la convertimos en relatos, en ideas más o menos ordenadas que pretendemos nos sirvan para vencer la incertidumbre de lo que viene.
Conocimiento. Por eso, el conocimiento, que es el destilado que nos queda de la experiencia, es la forma en que el presente se une al pasado y al futuro, la herramienta con la que enfrentamos la incertidumbre de la vida y nos hacemos dueños de ella. El conocimiento es el resultado y la herramienta central de la experiencia humana.
Verdad/es. Como lo que nos mueve al conocimiento es una necesidad, el conocimiento que juzgaremos verdadero será aquel que nos sirva a la vida, que sea eficaz para hacernos dueños de nuestra vida, para reducir la incertidumbre que nos produce el futuro y el entorno.
Esto no quiere decir que Dewey prefiera el conocimiento aplicado al abstracto, en absoluto. Tampoco que exija una motivación directa entre el esfuerzo por el conocimiento y los problemas concretos de cada momento. El conocimiento también nos genera «verdad» en campos de la Matemática para los que «aun» no conocemos problemas en el mundo físico, en el arte o en juegos intelectuales como el Go o el ajedrez. Pero eso no quiere decir que el Arte o la Matemática sean conocimientos «desinteresados». En realidad, si amamos y dedicamos tiempo a ese conocimiento es porque lo hacemos parte o esperamos hacerlo parte de nuestro esfuerzo por tomar las riendas de nuestra vida -individual y colectiva- y eso puede tomar muchas formas en el relato, desde su uso como metáfora a la aceptación de que servirán en un futuro pasando por la búsqueda de sus efectos psicológicos o emocionales. Al final, el conocimiento es el núcleo del relato que hacemos de la experiencia y la pasión por el conocimiento no es sino la forma práctica de la pasión por la vida.
Dewey y la experiencia comunitaria
Dewey fue una de las bases del pensamiento postmoderno, especialmente en EEUU. En su planteamiento subyace un concepto de verdad social que no tiene por qué ser único, que de hecho normalmente no será único. Distintas comunidades tendrán distintas verdades sobre la forma de organizarse socialmente porque tienen distintas experiencias y contextos, distintas formas de conocimiento y distintos relatos que los articulan.
De esa forma Dewey daba legitimidad a la diferencia comunitaria y a la diferencia entre comunidades. Negaba algo que era moneda corriente desde la imposición de las religiones monoteístas: «si lo nuestro es verdad, lo demás no puede serlo». Sus argumentos servían para poner coto a la tendencia, cada vez más fuerte durante casi todo el siglo XX, a la homogeneización forzosa de la sociedad por el estado. Y es que durante todo el siglo XX buena parte de las experiencias comunitarias fueron acosadas, cuando no perseguidas, por todo tipo de movimientos y gobiernos, desde los zares al estalinismo, desde el fascismo al mandato británico pasando por los movimientos de liberación nacional.
Pero por otro lado, Dewey al tiempo que proponía una ética del conocimiento al comunitarismo, le ofrecía una alternativa a la dicotomía entre el aislamiento y la aspiración al poder político para imponer un modelo económico a la sociedad: la democracia participativa, es decir, la construcción de un terreno de conversación social que hiciera del respeto a la diversidad y la búsqueda de las condiciones de realización personal y comunitaria, el fundamento de la interacción política. En un mundo con muchas verdades sociales en juego y muchos tipos de verdad («relatos» se llamarán luego), el conflicto es inevitable, pero el marco de ese conflicto y sus límites pueden ser consensuados incluyendo a todos. Hacerlo es una aventura y una responsabilidad de todos con independencia de las verdades que fundamenten la acción de cada uno.
La actualidad de Dewey
Hoy, más claramente aun que nunca, la incertidumbre es protagonista de la vida social. Por desgracia, para la gran mayoría resulta paralizante. El miedo que produce alimenta monstruos y basta mirar a Francia para darse cuenta de que no hay cultura política a salvo. En otros lugares emergen esperanzas de cambio político. Pero buena parte, quizás incluso la más importante, de los cambios que muchos piensan que han de emprenderse, simplemente no pueden venir de políticas públicas. El desarrollo de una economía productiva o la aparición de nuevos sistemas mutuales y cooperativos pueden verse aligerados de trabas por el estado, pero no son productos de la acción del estado ni para el más acérrimo defensor del estatismo.
La innovación social que les puede dar lugar necesita de conocimiento y experiencias distintas que solo pueden nacer si los individuos asumen la responsabilidad de experimentar y aprender por si mismos. «No reclames que alguien lo haga, hazlo tú y si acaso reclama que no te entorpezcan» ya no es solo un enunciado hermoso de la ética hacker, es una necesidad acuciante. La idea de democracia de Dewey y el comunitarismo mismo recobran actualidad porque sirven para unir lo productivo -que es la práctica central de la sociedad-, lo comunitario, el conocimiento y la responsabilidad personal.
Y por eso no deberías leer este post y pensar sobre lo que hacen o dejan de hacer los demás, ni lo que esperas o deseas que hagan los políticos, sino sobre qué vas a hacer tú.