¿Cómo crear una cultura, o mejor dicho cómo crear las condiciones apropiadas para que emerja una cultura que promueva el aprendizaje y bienestar en las organizaciones considerando que vivimos tiempos de cambio acelerado?
¿Qué prácticas y métodos pueden dar lugar a procesos de gestión ágiles basados en la auto-organización y faciliten la generación de estructuras dinámicas, enREDadas y adaptables?
Manuel Gross en Pensamiento ImaginActivo
Este tipo de preguntas son las que, quienes actualmente gestionan organizaciones, deberían estar preguntándose ya que, estoy convencido, de que hoy, como nunca antes, es imperioso cuestionar el sistema de prácticas que hemos heredado de las organizaciones del siglo XX. Dan Mezickintenta abordar en su libro: The Culture Game: Tools for the Agile Manager este tipo de asunto.
Lo que me parece interesante del abordaje de Mezick es que parte de un, ya algo viejo, manifiesto vinculado al mundo del software: El Manifiesto por el Desarrollo Ágil de Software. No es la primera vez que afirmo que toda época viene encarnada por algún actor social en particular y si, de la época actual hablamos, podríamos afirmar que los programadores informáticos son unos de los actores que mejor representan el espíritu epocal.
Ya lo había retratado así Pekka Himanen en su ya clásico: La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, que pueden bajar desde acá.
El Manifiesto por el Desarrollo Ágil de Software se basa en un conjunto de principios perfectamente adaptables a contextos mucho más generales y hacia allá apunta Mezick al describir en su libro 16 patrones de comportamiento virtuoso de los equipos. El texto es una confirmación más de cómo la cultura hacker realmente encarna la esencia, a la luz del actual escenario, de cómo transformar una organización en una comunidad aprendiente capaz de cambiar su futuro y el de todos.
Es por eso que bien vale la pena realizar una breve descripción de cada una de las 16 practicas o patrones de aprendizaje que el libro de Dan Mezick describe. Aquí van:
1. Tener un propósito:
Es fácil mantener tu atención cuando tenés un propósito claro. Acaso, ¿podría ser de otra manera? Siempre, pero siempre, la toma de decisiones y la fijación de metas, ya sea para uno mismo como a nivel grupal se recontra facilita cuando se declara un propósito en forma explícita.
2. Facilitar tus reuniones:
Las reuniones facilitadas tienden a tener un objetivo claro, a definir un sistema de reglas claro, a retomar el foco cuando este se pierde y, por lo tanto, a cumplir con lo que se intenta realizar. Todos sabemos que las reuniones pueden ser tremendamente pesadas, aburridas y hasta dolorosas, cierto? Si una reunión no se planifica poco puede ser que acontezca.
Facilitar una reunión no significa que debemos contratar a un coach o a fin, pero sí que deberían ser trabajadas previamente, aprovechando la posibilidad de crear espacios de creación emergente y generar verdaderas experiencias de aprendizaje y diversión. Cómo? jugando, jugando y gozando.
3. Evalúa tus normas:
Lo normal es lo que estas dispuesto a tolerar de buena gana. Examina tus principios básicos (y si puedes cámbialos), pues, en general, lo que puedes tolerar es el nivel mínimo de lo que se puede hacer. Procura alcanzar un nivel de logro que te acerque a ti y a tu equipo a la mayor de las grandezas.
La auto-introspección y evaluación permanentes contribuyen al aprendizaje. Intenta visionar a las tareas que debes realizar y las interacciones con los demás como un juego en el que te das el permiso de cometer errores. Nada mejor para aprender de la experiencia y observar aquellos hábitos que te llevaron a ello.
4. Se puntual:
¿a quién le gusta llegar a un encuentro y tener que esperar a los demás? La puntualidad se asocia al compromiso, el respeto y el foco en lo que se está haciendo. Si, es cierto, todo fluye, todo es dinámico, lo relajado es agradable pero la energía de un colectivo tiene su propio movimiento y nuestra responsabilidad es sostenerla, tanto como podamos, en el máximo nivel de impacto; ¿se entiende? Respetar el tiempo de otros es respetar el motivo que nos congrega.
5. Estructura tus interacciones:
Emplear acuerdos o protocolos para aclarar las interacciones esenciales es fundamental. Es importante trabajar con lenguaje conciso, casi estructurado, como base para aclarar el sentido y significado de lo que se quiere decir.No es fácil comunicar, por eso, sin alguna formalización para lidiar con lo que se transmite y recibe es posible caer en malentendidos que, a la postre, llevan a la pérdida de confianza y el conflicto latente.
Establecer marcos referenciales y, de vez en cuando, retroalimentarse mutuamente, es decir, establecer instancias de metacomunicación, esto es: conversar sobre cómo nos comunicamos y aclarar y acordar intencionalidades, puede ser tremendamente productivo.
6. Anuncia tus intenciones:
Claramente es más fácil seguir a alguien que declara sus intenciones. Anunciar tu intención es como pedir ayuda. Como en la estigmergia del mundo animal, que se basa en el uso de sustancias como las feromonas en las hormigas, la auto-organización a nivel de una comunidad requiere, por decirlo de alguna manera, de trazadores cognitivos. ¿No es acaso una intención declarada eso: un trazador para guiar la acción?
Generalmente, se nos ha enculturizado para ocultar nuestras intenciones puesto que creemos que pueden leerse como un signo de aparente debilidad, lo mismo que exhibir nuestras necesidades. Es así como, viciosamente, nos hemos acostumbrado a no realizar declaraciones. Sin embargo, es extremadamente difícil alinear las acciones de todos los miembros de un colectivo cuando no se establece este tipo de declaración.
7. En las reuniones: jugar, jugar y jugar:
Ya lo dije. Las reuniones son una horrible carga cuando la asistencia no es opcional, cuando el objetivo planteado (si lo hay) es confuso, no hay manera de evaluar el grado de progreso que se puede tener una vez que esta terminada. Entonces, frente a tal potencial de aburrimiento que conllevan las reuniones, ¿por qué no jugar?
Un buen juego tiene 4 atributos:
(i) un objetivo claro,
(ii) un conjunto claro de reglas que se aplican uniformemente para todos,
(iii) una forma clara de conseguir la retroalimentación y
(iv) de medir el progreso y la participación.
Acaso, ¿no es posible realizar reuniones y cumplir con sus objetivos, jugando, es decir establecer un conjunto de reglas con premios a la participación o algo así? El tema es acordar cómo se jugará y largarse a jugar…
8. Llevar a cabo experimentos frecuentes:
Experimentar (casi) tendría que ser sinónimo de aprender, ¿no les parece? Esto se relaciona con el apartado anterior, puesto que experimentar conlleva la operación lúdica del jugar. ¿Por qué no cranear una lista de experimentos a realizar al interior de la organización, casi con un carácter semanal o mensual y tratarlos como un verdadero juego de exploración del que, quién sabe, puedan emerger posibilidades inusitadas?
9. Administra visualmente:
Evidentemente, el uso de elementos visuales, para graficar situaciones puede ser una herramienta efectiva para conectar ambos cerebros. Lo racional y emocional operando en simultáneo con la ayuda de soportes gráficos. Pizarrones, papelógrafos, papel en las mesas, marcadores, crayones, tabletas o iPads, todos pueden servir para adornar nuestro flujo imaginativo. Todos sabemos que una imagen puede decir más que 1000 palabras. De eso se trata: de generar sentido a través de múltiples narrativas visuales.
10. Evaluar con frecuencia:
Si el cambio es la nueva normalidad, la complejidad es la que manda y la permanente iteración (o sea la evaluación de la situación) es la dinámica del cambiar. ¿Queda claro? Iterar, iterar e iterar. De hecho, aprendizaje es iterar, adaptación es iterar y así… Nada mejor que evaluarnos en estado continuo como para atender a aquellos hábitos y patrones que no nos dejan evolucionar.
11. Déjate coachear (y coachea):
(no importa por quien) El coaching ayuda a caminar virtuosamente durante cualquier proceso de aprendizaje y la generación de buenas prácticas. Dejemos que nos digan lo que no hacemos o no podemos hacer. Cultivemos el dominio de nuestra personalidad con miras a cultivar la maestría de nuestra tribu y dar lugar a un campo de fuerza de potencia humana inigualable.
12. Administra tus límites:
Ser consciente de nuestros límites, en cuanto a autoridad, roles y tareas es importante. Así mismo, haz que tus fronteras se tornen porosas para dejarte llevar por el diálogo y la comunicación. Administrar nuestros límites ayuda a crear el tipo de espacio tribal que se necesita para llevar a cabo cualquier tipo de labor. Cuando los límites son difusos, el estrés y la ansiedad asoman.
13. Socializa el contenido de los libros que lees:
Los libros contienen ideas y conceptos que todos pueden aprovechar en ese proceso de búsqueda de la grandeza y maestría colectiva. ¿Por qué no crear algún dispositivo o herramienta como podría ser un grupo, una wiki, goodreads o una lista, en los que todos puedan volcar sus opiniones, resúmenes o comentarios sobre aquellos libros que le pueden servir a todos? Esto sería una forma de consolidar las creencias, los valores y principios del colectivo, desde una base de conocimiento sin perder el carácter tribal que congrega.
14. Presta atención en forma explícita:
Presta atención a lo que está funcionando y lo que no lo está centrándote en las interacciones y los resultados. Tomar conciencia de la realidad es, a veces, doloroso. Pero si no se atiende a lo que importa, nada va a cambiar, y mucho menos llegar a mejorar. Presta atención pero eso sí, nada de micromanagement.
15. Realizar reuniones con la metodología del “Open Space“:
Muy resumidamente, se trata de una dinámica de facilitación que consiste en armar grupos de trabajo que luego comparten sus resultados y conclusiones. Son instancias de integración, evolución y de aprendizaje que puede dar a nivel de toda la organización.
Estas reuniones generan la oportunidad para que todo miembro pueda expresarse, para que se pueda investigar, dialogar y aprender, con miras a generar eso que suele llamarse como la polinización cruzada.
16. No dejes de jugar:
Alguna vez, recientemente, me refería a la gamificación. Jugar y simular es aprender, más aún si es divertido. Transitar por el trabajo como si de un juego se tratase hace que nos sintamos más comprometidos, conectados y empoderados.
Fuentes: