Dejamos que se fueran cayendo
las casas de los padres
abandonamos los huertos
Ruinas de adobe aragonés
en los campos vacíos
ruinas de piedra castellana
en el páramo limpio
ruinas de sal y sueño. Perdimos
la dignidad de los pobres
sin ganar el aplomo de los ricos
Pensando que ascendíamos
nos dejamos caer
más abajo reabajo requeteabajo
Asfaltamos hasta las grietas del alma
pensando que llegábamos a alguna parte
Nos creíamos modernos desarrollados libres:
no éramos nada más que nuevos ricos
envilecidos un poco más cada día
La libertad sigue siendo proyecto
y echamos
tanto de menos la fuerza de soñar
Jorge Riechmann, Historias del señor W., La Baragaña, Madrid, 2014, p. 35.