Huelgas generales sin consecuencias, “jornadas de acción” sin incidencia alguna, en ningún objetivo que merezca este nombre. En todas partes – Portugal, España, Italia, Grecia… – las luchas parecen tropezar con su marco de referencia nacional. El nivel nacional que, durante mucho tiempo, constituía el campo de acción política tanto para el Estado como para los revolucionarios – ha devenido el nivel de la impotencia. Una impotencia que permite que la ira nacionalista gane terreno.
Para nosotros, el marco nacional es agua pasada, y no tan sólo porque la cuestión de la nación siempre ha sido basura reaccionaria. En este marco ya no hay nada que ganar. El Estado sirve en bandeja lo que la Troika dispone. Para nosotros ya solo vale local e internacional.
La “Troika” compuesta por el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea no sólo regula y gestiona Estados, presupuestos, gobiernos, sino que determina las condiciones de vida de las personas y las reduce a recursos humanos. Sentirse arrinconado y robado por el autodenominado núcleo central de Europa es una vivencia cotidiana en muchas partes del mundo.
Quien observa con un poco de atención los métodos del FMI sabe que no se reducen a una “estrategia del shock”. El FMI y el Banco Mundial persiguen una estrategia doble: el embrutecimiento de las sociedades mediante una reestructuración bestial de la economía, al mismo tiempo que amortiguan este shock mediante microcréditos y el fomento de pequeñas unidades económicas. La meta: que todo y cada uno/a se convierta en todas partes en empresa. Sin embargo, tampoco la tan laureada economía social y solidaria resulta un remedio adecuado contra la doctrina del shock, sino que la complementa de forma eficaz. No queremos una economía mejor, queremos el fin del cálculo, el fin de la evaluación, el fin de la medición, el fin de la mentalidad contable: tanto en el amor como en el taller.
En realidad, estamos viviendo una destrucción intencionada de lo social, una depauperación adrede, una concentración acelerada de riqueza y poder y un manejo consciente de resentimientos racistas; Alemania, en tanto que temporizador de esta estrategia es el destino adecuado de todos los que son objeto de este ataque social. Sean refugiados que arriesgan su vida, precarizados que cada vez temen más por su existencia o la clase media que, al perder su seguridad, pierde también su última ilusión – ya veremos quienes emprenden el camino junto a nosotros.
Ha llegado la hora de recuperar nuestras vidas, de reinventar la comunidad y de darle cuerpo. Para muchos, eso fue justo lo que pasó en las plazas de Túnez, El Cairo, Madrid, Estambul y lo que persiste en los barrios de Tesalónica, Roma y Barcelona – en todas partes donde compartimos el dinero, las técnicas, el conocimiento y la vida entera en torno a espacios comunes.
Hoy local mañana Francfort
No pretendemos repetir nuestros errores estructurales cometidos en el movimiento antiglobalización: no queremos activistas profesionales, altercados rituales, lemas abstractos y semivacíos de sentido que han paralizado nuestra resistencia. No en vano, a partir de un momento determinado del movimiento, algunas de nosotras apostamos por hincarnos en lo local, de rehuir la abstracción de lo global para reencontrarnos con un poco de realidad. Se nos había enrarecido el aire en red del movimiento antiglobalización en declive y vimos que, sin centros propios, sin territorio, sin desarrollo de una fuerza material en lugares reales, que podamos habitar sin reserva, colectivamente, con todo nuestro cuerpo y alma, también nosotros nos acabaríamos convirtiendo en políticos, representantes y gestores. Construir movimientos puramente activistas, constituir una nueva izquierda, solo alimenta nuevas ilusiones.
Constatamos que han ganado importancia “luchas locales” como las luchas actuales por la vivienda y espacios de vida. Algunas de estas luchas tienen tanta proyección que determinan el ritmo de los enfrentamientos de todo un país. Val de Susa en Italia, Notre-Dame-des-Landes en Francia, Gamonal en España, Calcídica en Grecia, Hamburgo en Alemania. Sin embargo, estas luchas no consiguen superar un determinado umbral político, ni siquiera cuando se ganan, por lo que los gobiernos siempre las pueden tildar de acontecimientos marginales.
Estaríamos perdidas si nos acomodáramos en este nivel de autoreferencialidad. Limitarse a yuxtaponer nuestras luchas locales y unirlas artificialmente a través de una “solidaridad abstracta” sería completamente inadecuado a la envergadura del ataque mundial a las condiciones de vida.
Después de que hace diez años unas cuantas rehuyeron la abstracción de lo global, puede haber llegado el momento de rehuir la fuerza de atracción de lo local.
Luchamos con los barrios, casas, penínsulas y valles rebeldes, y gracias a ellos. Se trata de un hecho fundamentalmente diferente de la clásica creación de redes de luchas “relacionadas entre ellas” y de las alianzas de representantes políticos con sus procesos estériles de negociación que – como cualquier burocracia – sirven en primer lugar a sí mismos. La representancia significa la sustitución de lo ausente – opongámosle la presencia real de muchos y muchas!
Por eso nos vamos a Francfort
En la medida en que también en Europa está avanzando el saqueo sin disimulo y que se está generalizando la violencia de supeditación y disciplinación, se hace cada vez más necesario devolver los golpes – defender nuestras estructuras y amistades también allí donde se planifica, prepara y se lleva a la práctica este ataque social a gran escala. Por eso nos vamos a Francfort: porque nuestra defensa precisa el ataque.
Es preciso trasladar las experiencias locales de los movimientos a un nivel ofensivo superior, más allá del territorio nacional al que se enfrentan los movimientos, para atenazar al Estado desde allí: a nivel europeo. Por eso nos parece una oportunidad reencontrarnos todos y todas en el ataque a la inauguración de la nueva sede del Banco Central Europeo, encontrarnos y unir nuestras fuerzas contra este enemigo común.
La diferencia de este acontecimiento con las movilizaciones del movimiento antiglobalización ya se hace patente: no nos limitaremos a movilizar decenas de miles de activistas para una cita concreta, sino que nosotros nos organizamos de antemano en una discusión internacional, más allá de Francfort.
Se trata de que toda la plebe de Europa se reúna en Francfort, todos los empleados al borde de un ataque de nervios, todos los pequeños burgueses estafados, todos los jornaleros y trabajadores despedidos, todos y todas quienes vemos el verdadero rostro del enemigo y lo queremos golpear.
Se trata de ofrecer una meta a la rabia difusa que crece en todas partes del continente. Hablamos de una rabia que se abre camino y de una revuelta que quiere saldar cuentas con todo lo que hemos sufrido a lo largo de los últimos años. Contra aquellos que lo habían ideado de forma central, desde sus oficinas de lujo y contra aquellas administraciones que en todas partes y cada día cumplen prestos las “recomendaciones” de los primeros.
Ver los morros aterrorizados de los burócratas y luchar juntas como movimiento es la mejor manera de salirnos del nuevo nacionalismo europeo. Ni Europa ni lo local ofrecen una alternativa a la ruina de los Estados nacionales. El hecho de que odiamos el Estado no implica que sucumbamos al dudoso encanto del Imperio. Al igual que los viejos Estados nacionales, Europa, es por una parte también una ficción y, por otra, una estructura de gobernar. Ni una cosa ni la otra nos resulta cercana. No nos queremos apropiar de Europa y de sus estructuras carcomidas, las queremos destruir. La ética de la renuncia, el dictado del rendimiento y la coacción de la autodisciplina no son compatibles con nuestra idea de felicidad y de vida.
Una nueva unión – un eje de la plebe
Hallamos la respuesta en la presencia directa de aquellos que resisten, aquellos que sobran en la Europa de una Troika que quiere que sucumban en su resistencia individual contra la obligación de la autooptimización incondicional. Nuestra resistencia contra este ataque concentrado y altamente organizado precisa una nueva idea de luchar juntos.
No hay nada peor que simular un ataque. Aunque somos perfectamente conscientes de que muchos de nuestros esfuerzos separados son simbólicos, aplaudimos cada ataque serio que no sólo visibiliza la protesta sino la hace sensible.
Son las luchas que se unen y no los gerentes o los expertos viajeros de los distintos movimientos. No solo por solidaridad sino también en interés propio. No nos malinterpretéis: reconocemos la fuerza y las buenas intenciones de las actuaciones solidarias – no obstante, la separación entre un “nosotros” y “ellos” le es inherente a la solidaridad. Se trata de superar esta separación – apostamos por una manifestación de todos y todas que están hartos y quieren recuperar su vida!
Con Blockupy y el M31 (Día de acciones contra el capitalismo – 31.3.2012) hubo dos intentos en los dos últimos años de visibilizar en las calles de Francfort la protesta contra la política de la Troika, la UE y Alemania. Las fuerzas del orden reaccionaron con irritación y una represión no esperada. En 2012 fueron prohibidas todas las acciones y el despliegue policial secuestró y paralizó toda la ciudad para sofocar la protesta. El año pasado, la policía se arrogó el papel de agente político e impidió la celebración de una gran manifestación autorizada por los tribunales.
No obstante, nuestras experiencias del mes de diciembre de 2013 en Hamburgo demostraron que podemos mantener nuestra capacidad de acción también en un estado de excepción, siempre y cuando actuemos de forma imprevisible y, por tanto, incontrolable. Un gran número de personas repartidas por toda la ciudad que actúen de forma decidida puede despistar incluso a un gran contingente policial.
Vemos la oportunidad de reunir las distintas luchas de Europa con ocasión de las protestas contra la inauguración de la nueva sede del BCE y aumentar de esta manera nuestra fuerza de choque. Nuestro objetivo tiene que ser percibir como un enriquecimiento mutuo las distintas formas de expresión de nuestra lucha, tal como está ocurriendo en las protestas contra los transportes de residuos nucleares.
La diferencia con los años anteriores consiste en que la protesta de este año no se desplegará en un día elegido por motivos simbólicos, ya que en la inauguración de la nueva sede del BCE nos encontraremos con los poderosos de Europa. Además hay que tener en cuenta que el centro financiero de Alemania no solo alberga el BCE y las sedes centrales de varios bancos multinacionales sino también sedes de numerosos consorcios aseguradores, inmobiliarios y de comunicación.
Tendrán que contar con nosotras
Creen que pueden actuar como si no existiésemos – sin embargo, ni siquiera comprenden a qué nos referimos cuando decimos que ya no nos someteremos a su mundo de autoevaluación continua, que nos escapamos a la vanidad de sus intervenciones. Han de pagar por su política de devaluación de todo lo vivo, de depauperación social y destrucción. Por todas las humillaciones en los pasillos de las oficinas estatales, por todas las presiones en el tajo, por la vergüenza que se siente ante la perspectiva de perder pronto la agilidad, juventud y flexibilidad exigidas. Y puesto que no dejan de agarrarse a su mundo, aunque cada día se hace más evidente que se está derrumbando; y puesto que no entienden otro lenguaje que el suyo, les diremos: que en algún momento vamos saldar cuentas…
Las insurrecciones que se han producido en los últimos años a nivel mundial han demostrado que la revolución sí es posible. También llama a la puerta de Europa – reventémosla.
LO QUE ES ES – LO QUE NO ES ES POSIBLE
(Einstürzende Neubauten