Del visitante contemplativo al visitante-colaborador: ¿Estamos preparados para que los museos nos cambien la vida?

post¿Quieren los museos cambiar la vida de la gente porque deben o solo porque pueden? ¿Es el panorama cambiante una oportunidad para desafiar los límites del museo o una excusa para atribuirle una serie de roles que legítimamente corresponden a otros? Me pregunto dónde está el límite de lo que puede y no puede hacer un museo para influir positivamente en la vida de las personas. Empoderar a los ciudadanos, comprometerlos con causas mayores y procurar su bienestar son algunas de las prioridades
Sara Manzanares en Asimétrica


Hace no tantos años, los museos se conformaban con atraer nuevos visitantes y conseguir que estos atravesaran sus puertas, disfrutaran de la experiencia, aprendieran, e incluso repitieran –o no–. Pronto lo de repetir se convirtió en algo prioritario y la fidelización del visitante pasó a un primer plano. Ya no era suficiente con llegar a más gente, sino que había que hacerlo de manera más eficiente, construyendo vínculos duraderos y ofreciendo razones suficientes como para convertir el museo en un destino recurrente. Más o menos al mismo tiempo, nos dejamos seducir por lo que entonces parecía moderno, y cuya sola mención prometía salvar a cualquier museo del aburrimiento y la desolación; se nos decía que el único camino viable hacia la innovación pasaba por la interactividad. Llamémoslo participación y pidámosle cuentas por habernos hecho pulsar más de un botón o participar en esfuerzos colectivos de co-creación. En el museo participativo el visitante ya no era espectador sino sujeto activo que manipulaba recursos, construía conocimiento y accionaba la palanca que mantenía el museo en funcionamiento.
Ahora bien, hemos pasado del visitante que vaga, al visitante que vuelve y al que participa y transforma, pero no nos quedaremos ahí. Si eres uno de esos visitantes que disfruta del acto contemplativo te interesará saber que ahora no solo queremos hacer que trabajes, que pienses, que nos ayudes; ahora también queremos cambiarte la vida.

En una era de debilitación de las instituciones y auge de los movimientos comunitarios, el museo ha sabido posicionarse, sin molestar y sin despertar sospechas, como sustituto de los proveedores tradicionales de bienestar. Nadie cree en el sistema educativo pero el museo educa, desconfiamos de la inseguridad del sistema sanitario mientras el museo encuentra nuevas maneras de normalizar el acceso de públicos con necesidades específicas, las ayudas sociales hacen aguas pero los museos aumentan cada año sus programas comunitarios. Mientras algunos se sienten cada vez más excluidos de las grandes decisiones que constriñen nuestro futuro, los museos se han propuesto incluirnos a todos, entrar poco a poco en nuestras vidas y, de paso, preguntarnos si todo eso es suficiente o necesitamos más.
¿Qué tienen los museos que no tienen las instituciones en las que ya no confiamos? El museo aún es percibido como espacio neutral no mediatizado, aun cuando esto no se ajuste necesariamente a la realidad. No importa la eterna lucha por la autosuficiencia, el debate de la búsqueda de nuevos modelos de financiación y las dificultades de contratación del sector, la mayoría de la gente sigue entendiendo los museos como entes desinteresados que no se mueven por motivaciones económicas, sino por la defensa del bien común. Es por esto, y solo por esto, que nos dejan meternos en sus vidas, preguntarles y desafiarles a ir un poco más lejos. Y, sin hacer mucho ruido, hemos asumido la responsabilidad.
¿Quieren los museos cambiar la vida de la gente porque deben o solo porque pueden? ¿Es el panorama cambiante una oportunidad para desafiar los límites del museo o una excusa para atribuirle una serie de roles que legítimamente corresponden a otros? Me pregunto dónde está el límite de lo que puede y no puede hacer un museo para influir positivamente en la vida de las personas. Empoderar a los ciudadanos, comprometerlos con causas mayores y procurar su bienestar son algunas de las prioridades de 2014. Cómo algunos museos las están persiguiendo, y por el camino haciendo más felices a sus visitantes, será el tema de mi conferencia en la IV Conferencia Marketing de las Artes¡Os espero a todos en octubre!
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