Del municipalismo CT al municipalismo en movimiento

¿Cómo hacemos para que una institución pública, con todas sus inercias y problemas, se convierta en una institución de lo común?

«Para un análisis auténtico [...] el problema central no sería el de la interpretación,

sino el de la intervención. ¿Qué puede hacerse para cambiar esto?» Félix Guattari. El análisis institucional
@joanomada | Fundación de los Comunes en Asaltar los Cielos




En los años 60 y 70 tuvieron lugar varias experiencias de análisis, crítica e invención institucional que ampliaron los límites de lo que una institución era.
La pedagogía del oprimido, con Paulo Freire a la cabeza, criticaba de manera clara el modelo de la educación bancaria que dominaba en las escuelas: la relación de dominación del sabio absoluto, del maestro sobre el ignorante absoluto, el educando, quedaba al descubierto, mientras se postulaban los principios prácticos y teóricos de una pedagogía de la liberación que ponía en valor lo que todos y todas sabían para una nueva metodología del aprendizaje.
La antipsiquiatría se oponía a los hospitales psiquiátricos logrando, en el 78 en Italia, el cierre de los mismos e impulsando —con Franco Basaglia como nombre más destacado— la desinstitucionalización del tratamiento de las alteraciones mentales. Los antiguos manicomios se convirtieron en centros de acogida, de encuentro y de creación cultural que funcionan todavía hoy con una premisa irrenunciable: “la libertad es lo que sana”.
La crítica institucional también llegó en esos años a los museos para convertir en práctica la idea de Benjamin y Brecht del contrasentido de las obras de arte antagonistas que acababan abasteciendo al sistema sin transformarlo. La crítica al colonialismo del museo occidental, elliving theather o las obras de arte que son en sí mismas museos fuera del sistema, proliferaron en esos años.
El museo, el psiquiátrico, la escuela. Cabría citar más ejemplos, pero lo que nos interesa aquí es la línea transversal en todos ellos: la idea de que la institución es un instrumento de dominación, un mecanismo de un sistema normativo más amplio que pretende su propia reproducción jerárquica y de valores, así como la posibilidad de su transformación.
Se trata de un asunto muy en boga en estos días, cuando el concepto mismo de democracia representativa y de las instituciones que la gestionan está en crisis. En este texto, hablaremos del movimiento por un municipalismo democrático Guanyem/Ganemos como un movimiento de creación institucional orientado a cambiar las reglas del juego de la democracia local.

¿Existió un Municipalismo CT?
Mucho se ha hablado del concepto Cultura de la Transición (CT) desde que el 15M hiciese su aparición en 2011. Básicamente, el concepto se puede simplificar como una lectura de la Transición orquestada en gran medida desde arriba y que ha traído una determinada manera de gobernar, jerárquica y clientelar. En particular, el campo de la cultura habría sido el principal instrumento de propaganda para la legitimación del nuevo régimen —con muchos elementos conciliadores con el anterior—, así como la divisoria de aguas con la función de explicitar de manera clara de qué se puede hablar y de qué no, si se quiere acceder a las subvenciones y promociones propuestas por el nuevo Estado. Dicho en otras palabras, la cultura como un modo de imponer la agenda.
A nivel municipal, tras las primeras elecciones del 79 muchas de las demandas del movimiento vecinal (insfraestructuras, transportes, instalaciones educativas y sanitarias, etc.) se hicieron efectivas y muchos de los representantes comenzaron a trabajar en los ayuntamientos. En este contexto se produce el fenómeno de la gran identificación de los primeros ayuntamientos con amplias bases sociales. El vínculo entre burbuja inmobiliaria y construcción de la ciudad, con sabor democrático en pleno auge global del neoliberalismo, marcó claramente el funcionamiento de los ayuntamientos como “máquinas de crecimiento”, como alianza público-privada en favor de la especulación urbanística del suelo y de la generación de empleo en el campo de la construcción (sobre todo, aunque también en el del turismo) y sus sectores asociados. Como resultado, las nuevas libertades conquistadas, un mayor bienestar general y unos niveles de paro muy por debajo de los de finales de los 70, fueron los elementos que marcaron la primera quincena de años de ayuntamientos democráticos. Pero, analizado en perspectiva, este ha sido el modelo de desarrollo que ha llevado a la actual situación de crisis.
Otro elemento característico de la democracia municipal del régimen del 78 es la participación no vinculante y la falta de mecanismos de toma de decisiones en manos de la población. En este sentido, las señas de identidad gubernamental han sido la delegación cada cuatro años y un despotismo ilustrado municipal. Esto no ha sido óbice para que los ayuntamientos hayan tejido redes clientelares en el campo de lo social, útiles para legitimar las decisiones de arriba a abajo, así como para premiar la fidelidad las mismas con las principales partidas de financiación.
En resumen, los elementos más característicos del municipalismo CT serían dos: los ayuntamientos growth machine y la participación no vinculante. Y estos son los principales elementos que la crítica institucional del municipalismo democrático quiere desafiar.

Municipalismo en movimiento
Hay que enmarcar el municipalismo democrático dentro del movimiento de mareas, o de las mareas en movimiento, surgido al calor del 15M. El hecho de que estas mareas no hayan evocado tiempos pasados mejores y se hayan declarado políticamente anti-nostálgicas deja clara su vocación instituyente en el sentido del que hablábamos al inicio de este escrito: una amplia mayoría social no quiere la sanidad que teníamos, ni la educación que teníamos, sino nuevos modelos de gestión y de toma de decisiones. O lo que es lo mismo, una participación activa y vinculante que implique a toda la sociedad. Las mareas han llevado a cabo una lectura de las instituciones público-privadas, de las instituciones desarrolladas con la financiación procedente de las rentas burbujistas, parecida a la de los movimientos de crítica institucional de los 60 y 70: las instituciones y su gestión son el reflejo de un Estado con una determinada manera de hacer las cosas. Un Estado neoliberal y jerárquico, marcado por las puertas giratorias y por la corrupción, que decide anteponer los intereses de la deuda a los de las personas.
Las mareas mezclan elementos defensivos con otros imaginativos. Una defensa de lo instituido —de todo lo que se había conquistado socialmente, funcionaba bien y ahora está, sin embargo, en retroceso­—, con una imaginación instituyente en proceso que, si seguimos la argumentación expuesta, se habría de traducir en las nuevas instituciones municipales por venir, en desobediencia al capital financiero y en un cambio en las posibilidades de toma popular de decisiones, aún por desarrollar.
Por otra parte, el replanteamiento de cómo han de funcionar las nuevas instituciones, y esto es muy importante, no puede provenir solamente de aquellas plataformas en defensa de lo público, sino del conjunto de la sociedad, de modelos válidos procedentes del cooperativismo, de la organización barrial y de las comunidades urbanas que están haciendo frente a los estragos de la crisis en las vidas cotidianas con un amplio rango de propuestas, muchas veces no reconocidas oficialmente.
Cabe pensar mareas en defensa de lo público y comunidades metropolitanas como “instituciones de lo común”, es decir, prácticas de defensa, gestión y reapropiación de todo aquello que es común, así como de desobediencia e imaginación colectivas; prototipos para pensar cómo se ha de gestionar lo común de la manera más conveniente para todas y todos. En este sentido, el movimiento municipalista Ganemos/Guanyem es el fruto de una reflexión sobre los límites de la acción colectiva de las mareas, de la PAH y de la autonomía política. Más en concreto, sobre el límite externo, o la falta de democracia real que haga permeable el sistema a sus demandas. Cuando se habla de “cambiar las reglas” no se habla de una nueva élite de izquierda que sustituya a lo anterior/peor. Para el movimiento municipalista es muy importante no vaciar la crítica y que haya una tensión productivo-política permanente entre lo constituyente y lo constituido. Para lograrlo, la relación entre el afuera y el adentro de las instituciones ha de ser de completa transparencia: ayuntamientos con muros de cristal y puertas abiertas, con mecanismos inéditos de propuestas de ley y de eficiencia, con mecanismos para invertir las jerarquías o mandar obedeciendo.
¿Cómo hemos de imaginar los ayuntamientos posteriores a la caída del régimen del 78? ¿Qué significa ganar la ciudad? ¿Cómo hacemos para que una institución pública, con todas sus inercias y problemas, se convierta en una institución de lo común? El debate está abierto, el momento histórico es el idóneo: en una ciudad como Barcelona, además de la crisis de régimen, las dos últimas legislaturas han tenido niveles de abstención del 50%.
Así, pues, como para la crítica institucional de los 70, el desafío está en inventar una nueva forma de gobernanza, una modificación sustantiva del statu quo. Toca trabajar si queremos que los nodos fuertes de las redes municipales dejen de ser los bancos, los lobbies y el poder financiero, para convertirse en las mareas y comunidades expresando las necesidades de una vida digna en cada momento.

@joanomada

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