Afirma Manuel Castells, en Communication Power, que el poder se ejerce "mediante la coacción (o la posibilidad de ejercerla) y/o mediante la construcción de significado partiendo de los discursos que guían el comportamiento de los actores sociales".
En la Escuela (una vez más en su sentido lato) la coacción y la producción de discursos también conviven.
Optar por metodologías innovadoras es casi una obligación hoy día para quien se dedique a la enseñanza y no quiera desconectarse de la realidad. Además, es muy gratificante cuando se ven los resultados, pero supone romper moldes y, que nadie se engañe, como decían Eskorbuto, no es fácil.
Aitor Lázpita (@alazpita) en Gramática Parda
En la medida en la que los ciudadanos asuman como propios los discursos que propone quien ejerce el poder, la necesidad de recurrir a la coacción disminuye. Sobre la misma cuestión reflexionó antes Michel Foucault en Surveiller et punir. Conseguir que los actores sociales asuman como "real" el discurso que emana del poder, que piensen que "las cosas son así", es la forma suprema de dominación que, además, tiene la ventaja de que el individuo dominado no se da cuenta de que está siendo sometido. El discurso del poder se convierte en su forma de pensar y, por consiguiente, de actuar.
En la Escuela (una vez más en su sentido lato) la coacción y la producción de discursos también conviven.
En esa construcción de significados se atribuye al docente un papel asumido por todos. Explicar, dictar, examinar, corregir, mantener la disciplina, poner notas, mostrar autoridad, son las acciones que la comunidad espera del docente.
Cualquier transformación de este discurso compartido puede hacer que tiemble el suelo debajo de los pies de algunas personas. Cuando el profesor o profesora afirma que no va a explicar sino a proponer preguntas para investigar, que no posee un conocimiento exhaustivo sobre un tema sino que va a ir aprendiendo junto con los alumnos, que no va a usar el libro de texto, que no va a hacer exámenes, que espera compromiso a la hora de fomentar la convivencia, que le interesa tanto el proceso como el resultado, etc, etc, puede encontrar resistencias.
Cuando se proponen cambios metodológicos que menean los cimientos del sistema, la mayoría de los alumnos responden positivamente, pues no han perdido la curiosidad, las ganas de aprender y de disfrutar en ese proceso. Sin embargo hay quienes no lo aceptan, critican que el profesor no ejerza como tal, que no se amolde al papel que le asignaron. Hay que contar con cierta resistencia entre el alumnado y sus familias. No pensemos que todos abrirán los brazos arrebolados de gozo porque han visto la luz. Algunos reaccionarán con apatía, otros con cautela y unos pocos con franco rechazo. Si además el profe o profa se enfrenta a un alumnado a punto de pasar las pruebas de acceso a la universidad...puede cundir el pánico.
Optar por metodologías innovadoras es casi una obligación hoy día para quien se dedique a la enseñanza y no quiera desconectarse de la realidad. Además, es muy gratificante cuando se ven los resultados, pero supone romper moldes y, que nadie se engañe, como decían Eskorbuto, no es fácil.