Los principios educativos de La Prospe bebían de La sociedad desescolarizada, de Ivan Illich, pero sobre todo, de la Educación Popular de Paulo Freire. Este pedagogo brasileño ideó un método de alfabetización que conjugaba aprendizajes en lecto-escritura con la toma de conciencia sobre las propias situaciones de opresión. Freire niega la absolutización de la ignorancia y ofrece una pedagogía en la que se diluyen los roles de educador y educando.
Félix Jiménez | DiagonalPeriódico
En los 90 era bastante habitual encontrarse en las paredes de Madrid con la pintada: “La Prospe Resiste”. A algunos, que éramos adolescentes, nos hacía mucha gracia ver el nombre de nuestro barrio de forma tan reivindicativa por ahí, sin entender demasiado qué había detrás de esa consigna. En ella estaba recogida la lucha de una Escuela Popular por el uso de su local contra las ansias especulativas del Arzobispado de Madrid, apoyadas por el Ayuntamiento de José María Álvarez del Manzano. La época de la “movida”, como la conocemos coloquialmente en la Prospe, fue la que mayor difusión dio a este proyecto educativo, perohay mucha historia antes y después de aquella batalla.
A principios de los años 70 el barrio madrileño de Prosperidad había iniciado su proceso de transformación del suburbio histórico que fue al barrio de clase media-alta en el que se ha convertido. En esos momentos convivían en él personas que habían llegado de diversos puntos del Estado buscando trabajo y que no habían tenido la oportunidad de estudiar con jóvenes de formación universitaria que se interesaban por tendencias pedagógicas innovadoras. De este caldo de cultivo y al calor de una parroquia “roja”, como ocurrió en tantos barrios, nació en 1973 la Escuela Popular de Prosperidad.
Durante los primeros años, en la parroquia de San Juan de Ribera los grupos de alfabetización fueron en aumento y los locales se fueron quedando pequeños. Así surgió la necesidad de un espacio propio y la Escuela participó en 1977 en la ocupación (todavía sin k) de la Escuela de Mandos de Falange, que había quedado abandonada. En ella se creó el Centro Cultural Mantuano, que supuso una de las primeras experiencias de autogestión de un espacio en la ciudad. Allí se inició la tradición de lucha por sus locales de la Escuela, puesto que se tuvo que plantar cara al intento de apropiación de la cultura popular para sí por parte del Ayuntamiento de Tierno, que quería disponer del local para hacer un centro cultural oficial, como sigue siendo hoy. Fruto de aquella lucha se consiguió en 1981 la cesión del antiguo Colegio del Sagrado Corazón, que había quedado en desuso.
En este local de la calle General Zabala se produce el mayor desarrollo de la Escuela, habilitado ya para dar el graduado escolar, realizando una reconocida labor de integración de personas con diversidad funcional y drogodependientes, y ofertando las primeras clases de castellano. También de aquel local la Prospe toma uno de sus símbolos, la popular “casita”, caricatura de aquel entrañable edificio.
La lucha por ese local se extendió durante diez años desde la llegada del PP al Consistorio, cuando una fría carta instaba a la Escuela a abandonarlo para ponerlo en manos del Arzobispado, que lo había cedido para fines educativos pero ahora lo necesitaba como pieza en una jugada especulativa. Se inició así una dura lucha en diversos ámbitos como el judicial, el propagandístico y, sobre todo, la movilización en la calle. Fruto de esos esfuerzos, y del apoyo de numerosos colectivos y organizaciones sociales, se consiguió que la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid cediese por 50 años el local de la calle Luis Cabrera, en el que estamos desde 2001.
Pero, además de la lucha por un espacio para desarrollar sus actividades, los esfuerzos de la Prospe han sido continuos en las líneas del asamblearismo, la autogestión y la educación popular. En este sentido, las necesidades del barrio han ido cambiando y las necesidades de alfabetización y graduado escolar fueron dejando paso al aprendizaje de la lengua por parte de la inmigración de habla no hispana y más recientemente a la alfabetización informática. También surgieron los Grupos de Aprendizaje Colectivo, que prescinden de la figura del monitor, explorando nuevas líneas de aprendizaje de carácter más horizontal.
En los últimos tiempos ha cambiado el perfil de personas que participan en el colectivo, cada vez menos del barrio y con nuevas formas de entender el compromiso y la militancia. Actualmente, La Prospe ofrece clases de español, informática y árabe; grupos de aprendizaje colectivo sobre género, contrainformación, mecánica de bicicletas y alternativas económicas y un club de ocio para personas con diversidad funcional. También pone a disposición del barrio una amplia biblioteca, una tienda gratis y cine todos los domingos, además de fiestas y excursiones. Gracias al auge de experiencias organizativas y debido a la escasez de locales liberados en Madrid, tenemos la suerte de compartir el local con diversos grupos como el 15M Prosperidad, Stop Desahucios Chamartín, la Solfónica o la Universidad Libre de Madrid, entre otros muchos.
Pedagogías que permiten empoderarse
Los principios educativos de La Prospe bebían de La sociedad desescolarizada, de Ivan Illich, pero sobre todo, de la Educación Popular de Paulo Freire. Este pedagogo brasileño ideó un método de alfabetización que conjugaba aprendizajes en lecto-escritura con la toma de conciencia sobre las propias situaciones de opresión. Freire niega la absolutización de la ignorancia y ofrece una pedagogía en la que se diluyen los roles de educador y educando. Al calor de estos postulados nacieron muchas escuelas populares en los barrios de Madrid con las que la Prospe estuvo conectada a través de una federación, la FEPAM.