En este vídeo y el artículo corto que lo acompaña, el profesor Richard D. Wolff, experto en cooperativas y economista heterodoxo estadounidense explica los motivos por los que el crecimiento ha adquirido tal protagonismo en nuestros sistemas políticos. La desigualdad es consecuencia de la forma en la que están organizadas las empresas. Asumiendo que pasamos una parte significativa de nuestras vidas en el trabajo, ¿qué pasaría si extendiéramos nuestro afán democrático al entorno laboral? ¿en qué cambiaría la sociedad si todas las empresas fueran más democráticas? ¿cuáles serían las implicaciones sociales y políticas de un cambio como este?
- Texto traducido por Travis Shearer, editado por Manuel Troncoso Cabeza
- Vídeo traducido y subtitulado por Stacco Troncoso, editado por Mamen Martín y Rosana Fdez
- Imagen de Chris Stain
- Publicado por primera vez en inglés, copyright Truthout.org, traducido y reproducido con permiso.
- Vídeo original en The Extraenvironmentalist.
Prosperidad y democracia económica: La solución de las cooperativas de trabajadores
Las WSDE (Empresas autogestionadas por los trabajadores, por sus siglas en inglés) son una respuesta al fracaso del capitalismo a la hora de proporcionar prosperidad económica, y también al del socialismo en cuanto al establecimiento de una democracia económica.
Entre los factores que impiden la formación, en los EEUU, de una nueva izquierda organizada y políticamente eficaz, se encuentra la profunda frustración de los activistas interesados en hacer que eso suceda. El declive desde los años 70 (y particularmente desde 2008) de la habilidad del capitalismo de “cumplir con su cometido” hacia la mayor parte de la ciudadanía ha llevado a muchas personas a cuestionar, criticar y desafiar el sistema capitalista. El destacado sondeo llevado a cabo por el Pew Research Center en diciembre de 2011 evidenció que un alto porcentaje de americanos se mostraba favorable al socialismo. Muchos más estarían de acuerdo hoy día. No obstante, los activistas de izquierdas se ven cada vez más frustrados por la falta de una alternativa sistémica viable que pueda atraer a aquellos que están desencantados con el capitalismo.
Las izquierdas se ven doblemente frustradas porque las alternativas socialistas tradicionales ni logran inspirar al público ni consiguen mobilizarlos a ellos. Las implosiones del socialismo soviético y los socialismos de Europa del Este, en conjunción con grandes cambios en China y más allá, han alimentado esa frustración. La han avivado también, aunque de un modo diferente, la aceptación del neoliberalismo por parte de los partidos socialistas de Europa Occidental, desde los años 70, y sus políticas de austeridad, desde 2007-2008. El colapso del partido socialista griego, y de igual manera, la disminución importante en el apoyo electoral del partido socialista alemán y otros partidos socialistas, son un claro reflejo de las frustraciones que existen entre los socialismos tradicionales por los que éstos abogan.
Los programas socialistas tradicionales, basados en un gran nivel de intervención gubernamental en la economía (por medio de diversas regulaciones de mercado y empresa, de propiedad y gestión estatal de las empresas, planificación centralizada, etc.) ya no consiguen suscitar mucho apoyo. Cuando en ocasiones parecen conseguirlo (como fue el caso de las últimas elecciones presidenciales y legislativas francesas, por ejemplo), el socialismo tradicional demuestra ser meramente retórico y simbólico, por no haber definido ni perseguido una verdadera alternativa a un capitalismo profundamente impopular. El apoyo del gobierno francés se esfumó rápidamente.
Ante los enfoques socialistas tradicionales, el público responde, cada vez más, con una indiferencia escéptica que podría traducirse como “ya hemos pasado por eso”. Muchos se han formado la opinión de que los socialismos tradicionales, cuando han conseguido instaurarse, demostraron tener demasiadas deficiencias, fueron demasiado insostenibles, o ambas cosas. El creciente interés público que desde la crisis de 2008 se ha despertado hacia las alternativas al capitalismo ha chocado de frente con la pérdida paulatina de confianza en el socialismo tradicional.
La frustración de la izquierda, teniendo en cuenta que el atractivo del socialismo tradicional se ha agotado, surgió ante la falta de una alternativa atrayente y generalmente aceptada al capitalismo. La izquierda no podía proporcionar lo que anhelaban las masas, mientras éstas intensificaban sus críticas hacia el capitalismo en general, su caída a largo plazo y su crisis a corto plazo.
En este punto entra en escena el concepto de las cooperativas de producción o cooperativas de trabajo asociado, o aún mejor, el término poco adecuado pero más específico: empresas auto-dirigidas por los trabajadores (WSDE). Esta idea, que tiene siglos de antigüedad, ha sido reavivada, rediseñada y aplicada para que vaya mas allá del socialismo tradicional. El resultado es una nueva visión de un capitalismo alternativo que podría ayudar a movilizar a una nueva izquierda.
Al establecer la democracia en el seno de las empresas, las WSDE hacen que el gobierno asuma sus responsabilidades ante el pueblo, como trabajadores. La democracia política no es más que una formalidad cuando la dependencia directa de los gobiernos hacia las personas, como votantes, no va acompañada de una dependencia hacia las personas como trabajadores”
Las WSDE reemplazan las empresas capitalistas jerárquicas (organizadas de arriba hacia abajo y dirigidas por sus accionistas principales y las juntas directivas que éstas escogen) por empresas democráticas dirigidas por todos sus trabajadores. Éstas últimas toman colectiva y democráticamente todas las decisiones sobre qué, cómo y dónde se produce. Y lo que es más importante, deciden cómo usar los ingresos netos de la empresa.
La dependencia de los gobiernos (a nivel municipal, regional y nacional) del pago de impuestos por parte de las empresas se convierte, por lo tanto, en una dependencia hacia las personas, como trabajadores. Ya no se usarán los impuestos ni ninguna otra distribución de ingresos netos para moldear las políticas gubernamentales en beneficio de intereses no comunes (capitalistas dentro de las empresas) y en contra de los trabajadores o los ciudadanos.
La importancia de tales transformaciones, a pequeña escala, hacia el modelo WSDE, no puede sobrevalorarse. Por el hecho de situar poderes económicos claves en manos del estado (la regulación o propiedad de las empresas, la imposición de una planificación por encima o en lugar de los mercados), el socialismo tradicional normalmente acumulaba demasiado poder, o exclusivamente en el estado o bien entre el estado y las principales empresas capitalistas que éste “regulaba”. Demasiado poco poder compensatorio, real e institucionalizado residía dentro de las empresas, en manos de los trabajadores. Como resultado, no existían en la vida económica la transparencia, la responsabilidad, ni el tener que rendir cuentas, y por lo tanto, tampoco existía la democracia económica. Cosa que a su vez minaba la democracia en el ámbito político.
Las WSDE podrían solucionar ese problema. En las economías donde predominan las WSDE, los recursos financieros del estado (los impuestos cobrados a las empresas y/ o los préstamos recibidos de las mismas) están compuestos por las contribuciones de los ingresos netos hechos por los trabajadores de estas empresas. Del mismo modo, el uso de los ingresos netos de cualquier empresa para la financiación de partidos o personalidades políticas, esfuerzos de lobbying o centros de estudios, sería un reflejo de las decisiones democráticas de sus trabajadores. Siempre ha sido una característica estructural fundamental del capitalismo – la dictadura del capital dentro de las empresas – la que ha generado los incentivos y proporcionado los recursos para que los capitalistas pudieran doblegar el gobierno para ponerlo al servicio del capital y en contra de los trabajadores. Una economía basada en WSDE, en cambio, aboliría esa dictadura, y en consecuencia, sus efectos políticos.
Al establecer la democracia en el seno de las empresas, las WSDE hacen que el gobierno asuma sus responsabilidades ante el pueblo, como trabajadores. La democracia política no es más que una formalidad cuando la dependencia directa de los gobiernos hacia las personas, como votantes, no va acompañada de una dependencia hacia las personas como trabajadores (en gran proporción, las mismas personas). La democracia política verdadera requiere la intregración de una alianza con la democracia económica, tal y como se contempla en las economías donde predominan las WSDE. El énfasis excesivo del socialismo tradicional en sus diferencias a nivel general con respecto al capitalismo (la sustitución de la regulación/propiedad estatal por la propiedad privada y la planificación estatal por los intercambios comerciales) sería corregido de forma radical por las transformaciones, a pequeño nivel, en la organización empresarial, que pasaría de una organización capitalista a un modelo de WSDE.
Las empresas democratizadas, por supuesto, tendrían que compartir poderes, a todos los niveles (municipal, regional y nacional), con unas estructuras políticas democráticas vinculadas al lugar donde desarrollan su actividad dichas empresas. Las consecuencias politicas de las decisiones empresariales, igual que las consecuencias empresariales de las decisiones políticas, requerirían que la toma de decisiones en ambas áreas sociales (la empresa y la comunidad residente) fuera mutuamente respetuosa e interdependiente. La democracia basada en las empresas co-gestionaría, junto con la democracia basada en la comunidad residente, el espectro completo de las decisiones sociales, incluyendo las funciones y políticas de cualquier sistema político.
En este contexto, la transformación de las empresas capitalistas en WSDE cambiaría radicalmente los lugares de trabajo, las comunidades residenciales, y por consiguiente, la vida de prácticamente todo el mundo. Podría realizar el cambio sistémico que se proponían las socialismos tradicionales, pero que nunca lograron: una alternativa viable y atractiva que sea preferible al capitalismo. Ello ofrece a la izquierdas un medio para superar sus frustraciones y un epicentro alrededor del cual reagruparse y existir mientras construyen nuevos movimientos y organizaciones.