“Nosotros, los educadores, no estamos en la profesión para hacer política”, dicen. Pues váyase usted a paseo. La política es la búsqueda del bien común y si estás aquí y no crees que haces política lo que estás es estorbando y mucho, además de no tener ni puta idea de donde estás. Todo acto educativo es un acto político (y la animacións sociocultural no es neutra) Más claro no lo puede dejar Trabajar con Jóvenes en su reflexión sobre un #hablemoseduso con Fernando de la Riva.
El último #hablemoseduso, espacio creado por la educadora social Mari Mar Román (@MarimarRoman), versó sobre el tema “Cuando las vacas eran gordas, repolitizarse o qué” a partir de un post de Fernando de la Riva (@Fernandodlriva). También participaron Sera Sánchez (@serasanchez), Óscar Martínez (@oscar_m) y Asier Gallastegi (@Gallas73) con lo cual la calidad del evento estaba garantizada.
A través de youtube pude seguir al día siguiente el interesante debate y ha dado para que yo también quiera participar en el asunto, aunque nadie me lo pida. Aclarando que no pretendo nada, sólo soltar cuatro o cinco ideas y, de paso, desahogarme un poco (esto de los blogs también sirve para eso).
En primer lugar, una cuestión de organización: ¿Qué hacen los bancos en épocas de crisis? Unirse, fusionarse para ser más fuertes ¿Qué hacemos los demás? Separarnos y seguir la táctica que siempre ha empleado el poder: divide y vencerás.
Los que trabajamos en la acción social estamos más preocupados en defender nuestra parcela con uñas y dientes que en ver las posibilidades que tenemos en unirnos. Incluso queremos que no trabajen en lo “nuestro” aquellas personas que llevan toda la vida haciéndolo porque no tienen el título correspondiente (una licencia que me permito, lo sé).
¿Si estuviéramos organizados seríamos más fuertes? Indudablemente. Ahora tenemos un montón de compartimentos estanco que apenas tienen canales de comunicación entre sí y cada uno haciendo la guerra por su lado y defendiendo su parcela de poder ¿Poder? Ya. Organizarse es también hacer política.
Y sí, si estuviéramos organizados sólo habría un Colegio Profesional u organización que defendiera los intereses de las personas que trabajan por las personas y que cada uno lo llame como quiera: acción social, dinamización social, educación social o la verbena de la paloma. Sí, pero juntos. Si los que están ahí no saben cómo que dejen paso a gente dispuesta, pero lo normal será que no pase nada y que cada uno siga en su compartimento y defendiendo contra el otro sus numerosos planteamientos para que esto siga hecho un desastre.
Además, ¿por qué no podemos sentarnos con publicistas, periodistas, arquitectos, economistas…para diseñar lo público desde lo colectivo? ¿Es que lo público es nuestro? Pues si es nuestro, nos estamos luciendo. Y no es nada nuevo, ya hay experiencias y profesionales que trabajan en esto con buenos resultados pero apenas tiene trascendencia en nuestros queridos medios de comunicación.
Y ahora viene lo mejor: “Nosotros, los educadores, no estamos en la profesión para hacer política”, dicen. Pues váyase usted a paseo. La política es la búsqueda del bien común y si estás aquí y no crees que haces política lo que estás es estorbando y mucho, además de no tener ni puta idea de donde estás. Más claro no lo puedo decir.
El otro día dije en un tuit: “¿Que no tenemos poder los que trabajamos con personas? ¿quién habla y se relaciona con ellas? ¿eso no es poder? ¿queremos/sabemos utilizarlo?”
Generalmente huimos del poder y sólo nos referimos a él para criticarlo y olvidamos que nosotros tenemos en las manos uno grande: la cercanía y el trato directo con las personas. Y no, no me refiero a hacer proselitismo o predicar desde el púlpito, me refiero a nuestro compromiso como educadores, de la sección que ustedes estimen oportuna, pero educadores todos.
Nuestro trabajo también consiste en hablar con las personas y hacerles ver lo importante que es la cultura y la educación para ellos y para sus hijos. Lo necesario que es para la sociedad que el conocimiento se extienda a todos los niveles. Hace poco decía en un post que parece que para los chicos de barrios problemáticos sólo nos interesa que sean albañiles o fontaneros pero que no nos importaba que apenas supieran expresarse y tener herramientas para su adecuada socialización. Sin conocimiento no somos nada y ahí también entramos nosotros y eso nadie nos lo puede negar, ni el político, ni el Jefe de Servicio, ni el Rector, ni nadie. Despertar el sentido crítico en nuestros usuarios entra dentro de nuestra profesión para hacer ciudadanos más libres.
Es que esto es de izquierdas, dicen algunos. Que yo sepa la Declaración Universal de Derechos Humanos no es de izquierdas o derechas. Además, ya no sé donde está la izquierda y si está. ¿Qué izquierda? ¿La que hace políticas neoliberales? ¿La que quiere volver al siglo XIX? ¿La que aplaude dictaduras populistas encubiertas o no? Creo que nuestras bazas pasan por basar nuestra acción en dos “común”: el sentido común y el bienestar común. Además, el término es precioso. Y que sea de izquierdas o derechas me la trae al pairo. Se acabaron los tiempos de militancias excluyentes. La militancia es con las personas no con las estructuras. Y los dogmas los quiero ver cuanto más lejos mejor.
¿Puede existir política sin participación? Es obvio que no. La participación nunca ha sido nuestro fuerte (no estábamos acostumbrados) y hemos sido un pueblo de delegar en otros para que hagan lo que nos corresponde a todos y eso es difícil cambiarlo y más si el poder pone las trampas para que la codicia elimine cualquier atisbo de darle la vuelta a la tortilla. Eso hizo la Ley de Asociaciones de 2002, cargarse la participación a cambio de dar parte de la sociedad del bienestar a la gestión de las asociaciones. Se ha acabado el pastel y ya ni estado del bienestar ni asociaciones.
Se ha utilizado la misma legislación para movimientos participativos y que han buscado el interés general que para chiringuitos asociativos que con la excusa de trabajar por los más débiles han montado su kiosko entre tres para buscarse un sueldo. Sí, todo es legítimo pero ahora nos lamentamos porque una nueva ley de subvenciones deja tocado un movimiento que se supone que es un foco de opinión y de control del poder. El mercado se ha quedado sin puestos.
Y sí, hay diferencias entre aquellos que se dedicaban a la educación social y que venían de asociaciones y/o movimientos ciudadanos y ahora que casi nadie sabe qué significa eso. Yo he presenciado como algún profesor de educación social ha recomendado a sus alumnos crear una asociación para empezar en el mundillo y si pueden, ganarse unos dineros. Así ¿qué compromiso podemos pedirles si encima creen estar haciendo lo que hay que hacer y que una organización sirve para servirse a uno mismo?
Pero existen nuevas formas de participación, sin renunciar a las tradicionales que hacen bien su trabajo y que hay que apoyar, que nos mantienen viva la esperanza en eso llamado sociedad civil. Por no extenderme más, recomiendo un post de Gabriel Navarro (@Kuunga) denominado “Notas sobre participación y gobierno abierto”, que es un compendio de lo que estamos hablando.
Ahora, un apunte: ¿Por qué salen a la calle cientos de miles de personas para celebrar la victoria en un torneo de fútbol y no para reclamar sus derechos? Pues además de las explicaciones que nos suelen dar de manipulación, embrutecimiento, pan y circo y demás autojustificaciones para quitarnos responsabilidades, voy a apuntar una que a algunos les parecerá un disparate: Porque una genera ilusión y la otra, desencanto. Y siempre es más fácil dejarte llevar por la ilusión que por el desencanto.
¿Podemos transmitir ilusión cuando nos estamos jugando nuestro trabajo, nuestro sustento? ¿Estamos protestando por lo común o porque vemos peligrar nuestra nómina? Cuestiones difíciles y humanas que tenemos que abordar sin maniqueísmos y sin miedos y decirlo abiertamente. La base para un buen análisis siempre es lo objetivo, si no nos estaremos engañando a nosotros mismos.
Y en medio de todo esto y muchos matices más estamos nosotros, los que trabajamos por la sociedad, por las personas. Cada uno preocupado por lo suyo y casi ninguno por la generalidad. Necesitamos espacios abiertos donde cualquiera pueda aportar, sin pedirle el DNI o su carnet universitario. Internet parece una buena baza pero aunque ya hay experiencias que nos dan pistas todavía es demasiado pronto para dar con la tecla. Sí, esa tecla que estoy empeñado en encontrar para unir la cercanía de nuestro trabajo con las personas y la red de redes. Yo sólo no podré hacerlo, indudablemente, pero por eso estamos empezando a ponernos en marcha.
¿Que si hay material humano para ponerse en marcha? De sobra. Gente de distintas profesiones que se junta para proponer ciudades más humanas; colectivos que siguen batallando por defender la educación para la participación; profesionales que están innovando a nivel privado en lo social proponiendo métodos de trabajo alternativos; docentes implicados con la educación de sus alumnos frente a la desidia que les rodea en ocasiones; organizaciones participativas que intentan dar servicio a la comunidad de su entorno y a la vez dando voz y protagonismo a todos sus socios; educadores sociales con experiencia que están aportando conocimiento a través de las redes sociales; profesionales que se niegan a ser sólo meros tramitadores de las ayudas o de decir que ya no hay ayudas. Los hay y muchos pero no hay manera de juntarlos. Quien intente lograrlo y exponga la forma para hacerlo posible, será mi héroe o heroína.
Me han comentado las personas que os he detallado al principio que quieren hacer un post conjunto sobre el tema y que estoy invitado a colaborar. Lo haré encantado y algo más sosegado pero el cuerpo me pedía echar aquí alguna víscera, escribir del tirón como acostumbro y quedarme a gusto. Y es lo que he hecho.