“La mente no es una vasija que haya que llenar, sino un fuego que hay que encender” (Plutarco)
Raúl González García, @Conektio, nos presenta algunas técnicas y habilidades de coaching para poder utilizarlas en el aula. Un coach tiene un rol muy diferente al de un profesor en una institución educativa, pero los profesores pueden utilizar herramientas de coaching para mejorar la comunicación y la colaboración con sus alumnos. Aquí las tienes, para experimentar y quedarte con las que te resulten útiles.
Juzga lo menos posible y utiliza la escucha activa.
Cuando te comuniques con tus alumnos, intenta no juzgar, ni cuestionar, ni valorar lo que dicen en la medida de lo posible. En vez de eso, haz un esfuerzo por conocer y comprender el mundo en el que viven (su visión, sus valores, su mapa del mundo). Cuando las personas se sienten cuestionadas se cierran automáticamente, se ponen a la defensiva y pierden la confianza de la persona que las juzga. Este es probablemente el obstáculo más grande para una buena colaboración. Esfuérzate por conocer bien lo que piensan y sienten, porque te ayudará a adaptar tu trabajo a sus circunstancias. Muestra activamente que tienes interés por lo que dicen, pregunta más y opina menos, no des por hecho que comprendes a la primera todo lo que cuentan y cierra el diálogo interno que habitualmente tenemos mientras otros hablan. Nuestros prejuicios determinan el modo en que entendemos y tratamos a las personas, cerrando oportunidades. Escuchar activamente no implica que aceptes todo; siempre hay tiempo para juzgar y valorar lo que otros dicen o hacen, eso es mejor hacerlo de manera efectiva a través de feedback (último punto). En el coaching, la capacidad de generar confianza en la persona o personas con las que se va a colaborar es un porcentaje muy grande del éxito de la colaboración. Si tus alumnos sienten que tú les aceptas y respetas, tendrán una actitud más positiva hacia ti y tu asignatura.
Sé optimista.
En este contexto, ser optimista significa que crees en el potencial de tus alumnos, que crees que las personas pueden cambiar y que no están condenadas a obtener los mismos resultados siempre. Se ha comprobado en repetidas investigaciones que los alumnos se comportan en gran medida conforme a las expectativas que el profesor tiene de ellos (efecto Rosenthal o Pigmalión). Lo que tú piensas de cada alumno condiciona muchísimo su comportamiento y sus resultados. Si eres escéptico acerca de ciertos alumnos o crees que puedes predecir su futuro en función de su conducta actual, vas a limitar mucho la efectividad de tu trabajo con ellos. Sé consciente de este punto; tus alumnos son responsables de su conducta, y tú eres responsable de lo que piensas sobre ellos y de los efectos que esto tiene
Ten un estilo colaborativo y abierto.
Los estilos de liderazgo autoritarios basados en el control, la amenaza o las sanciones han mostrado ser muy inefectivos en múltiples contextos organizativos. Las personas y los grupos no dan lo mejor de sí por obligación, sino cuando están muy motivados. Basa tu estilo en la motivación y el entusiasmo, enamora a tus alumnos. Si esto te parece complicado no te preocupes; el coaching lleva décadas trabajando con líderes de organizaciones que tampoco saben cómo hacerlo, y que desarrollan habilidades motivacionales mediante el entrenamiento. Tú también puedes aprender a relacionarte y comunicarte de una manera que genere más motivación en tus alumnos. Las principales herramientas comunicativas para aumentar la motivación de tus alumnos son los verbos preguntar, involucrar, participar, escuchar, explicar, decidir… Por ejemplo, no te limites a decirles lo que tienen que hacer, involúcralos en la toma de decisiones y en la planificación de las clases. Explica todas tus decisiones y los motivos por los que las tomas, especialmente las que no sean populares, porque nada afecta más negativamente a la motivación que una situación vivida como injusta y arbitraria. Pon atención a cómo te comunicas con ellos (tono, lenguaje corporal, momento escogido, contexto, etc.), e intenta no interaccionar con ellos cuando estés agobiado o irritado. Hazles saber que su trabajo no te pasa desapercibido, verbalízalo. Y no basta con decírselo, muestra con tu conducta y tu actitud que los valoras; consultarles más y abrir espacios para que participen es una forma fantástica de sientan que su opinión importa.
Aprende a establecer acuerdos tanto individuales como con el grupo.
No confundas el punto anterior con ser un profe enrollado, light o flojo, porque no tiene nada que ver. Un profesor abierto puede ser también muy exigente, pero en vez de ser autoritario involucra a los alumnos mediante acuerdos cuyo cumplimiento evalúa posteriormente junto con ellos. Para establecer acuerdos, utiliza una comunicación clara, esfuérzate en que las condiciones y objetivos estén perfectamente definidos (un consejo: tradúcelos a su idioma… para ello tienes que aprenderlo primero), y no des nada por hecho y comprueba que los han comprendido. Hazles repetir su parte del trato, sobre todo a qué se comprometen y cuál es el resultado de cumplirlo o no. Cuando cumplan el trato, refuerza su conducta positivamente. Cuando no lo cumplan, sé muy tajante con las consecuencias que ellos mismos acordaron previamente, pero hazlo de manera asertiva y constructiva, tal y como se explica en el siguiente punto. Desarrollar la asertividad y saber exigir responsabilidades a los alumnos sin enfadarse, molestarse o indignarse es fundamental para un profesor. No te olvides de recalcar la relación causal entre acuerdo-conducta-consecuencias.
Da más refuerzo positivo y feedback constructivo.
El feedback es la información que les das a tus alumnos para que mejoren su desempeño, con el objetivo de que mejoren sus resultados académicos, cambien su conducta, se relacionen de otra forma con sus compañeros, etc. La principal característica de un feedback efectivo es que implica un aprendizaje por parte del que lo recibe. Por tanto, si tienes una conversación con un alumno sobre su desempeño, pero la información que recibe no le ayuda en la práctica a que mejore su trabajo, no se trataría realmente de feedback. Muchas veces, el modo en que se dice el feedback provoca, además, frustración, irritación, culpabilidad, baja autoestima, etc. La buena intención no es suficiente para que el feedback cumpla su función pedagógica, así que vamos a ver cómo se utiliza la herramienta de feedback en el coaching para que produzca aprendizaje y motivación en vez del efecto contrario. Primero, sé claro; un feedback muy general no es una información útil. Cuando des feedback, habla de conductas concretas y de resultados. Cuanto más preciso sea, más efectivo es el feedback. Segundo, involucra al alumno en su feedback. Para ello, utiliza preguntas abiertas (aquellas que no se responden con un “sí” o un “no”, y que empiezan por las partículas qué, cómo, cuándo, etc. ). Analiza con él qué conductas quiere cambiar, qué objetivos quiere obtener, cómo puede hacerlo, qué acciones concretas va a realizar, cuándo, y así sucesivamente. Concreta al máximo. Ayúdale a formular un plan de acción, que sea motivante para el alumno y cuyos objetivos y pasos sean factibles y realistas. Acordad cuándo y cómo vais a evaluar el cumplimiento de ese plan. Y tercero, sé constructivo y céntrate en las soluciones en vez de en los problemas. El objetivo del feedback no es señalar aspectos negativos, sino introducir cambios que los mejoren. Céntrate en esos cambios, pide al alumno que proponga soluciones, expón diferentes alternativas, y no olvides que una parte muy importante del feedback es comunicar no sólo lo que se puede mejorar, sino lo que ya se está haciendo bien. El feedback positivo refuerza las conductas positivas y aumenta la motivación de las personas que lo reciben.
Todas estas técnicas y habilidades de coaching son meras propuestas y sugerencias que cada profesor puede incorporar en la medida que le resulten interesantes y útiles, para combinarlas con su experiencia y otras herramientas pedagógicas.
Raúl González García, @Conektio