La suerte del 15-M se une, en fin, a la de la ruptura con un Régimen que, a través de sus partidos e instituciones, no defendió a la sociedad de la mayor contra-reforma democrática de la historia. Algo fundamentado en un cambio cultural. Es decir, lento. Pero imposible siquiera de prever hace tan solo tres años.
GUILLEM MARTÍNEZ en elPaís
Se cumple el tercer aniversario del 15-M, un movimiento que se caracteriza porque ninguna de sus propuestas ha penetrado en ninguna institución ni gran partido. Por otra parte, los grandes medios no han incorporado ninguna de las voces y referentes del movimiento, de manera que la creación de opinión y de sentidos se sigue emitiendo desde la situación previa a 2011. Por si eso fuera poco, la información sobre el 15-M ha disminuido sensiblemente desde que el movimiento abandonó las plazas.
Se podría pensar que el 15-M es un fracaso. Incluso, se podría pensar que ya no existe. Pero recibe un apoyo social llamativo –del 72% de los ciudadanos- y, en estos años, ha ayudado a la paralización de la privatización de la Sanidad en Madrid, participa en la gestión de lo público en Barcelona, y a través de la PAH es fuente de derecho y media y realiza funciones no previstas por la ley. Empieza a modular, directa o indirectamente, cambios electorales que afectan al bipartidismo y, en fin, afecta cotidianamente a la agenda pública en un Estado en el que el jefe de Estado, el presidente de Gobierno, el presidente de la Generalitat han reducido sensiblemente sus actividades a pie de calle. ¿Qué es el 15-M? ¿Qué ha sido de él en estos tres años? ¿Dónde está?
Una cultura
En primer lugar, el 15-M es una ruptura cultural. Absoluta y radical, como la vivida en los años 20 y 70 del siglo pasado. Posiblemente, una de las metáforas de esa ruptura es la proliferación –como en los 70-, de pequeñas editoriales y de pequeños best sellers en el campo ensayístico, que prefiguran un nuevo emisor y receptor, que ya no entiende los mensajes y lógicas oficiales.
Declaraciones como “no ha habido rescate”, “hemos salido ya de la crisis”, o “acepté el cargo en Gas Natural para conocer más del mundo de la energía”, ya no reciben el sentido pretendido. Lo que implica un cese de la comunicación oficial, y un cambio de sentidos descomunal en la sociedad, tal vez ejemplificado en el uso de la palabra “democracia”.
Desde la reforma exprés -que hace del Estado el garante del pago de la deuda, y ya no del bienestar-, el uso de la palabra escasea en instituciones y grandes partidos, mientras que se convierte en la gran palabra convocada por el movimiento. Emmanuel Rodríguez —miembro de la Fundación de Los Comunes y autor de Hipótesis Democrática, uno de los libros más programáticos hechos desde el movimiento—, define la cultura 15-M, incluso, a través de esa palabra: “El 15-M es democratización de la sociedad frente a la caducidad del Régimen y la destrucción de todo lo que es política”.
Esa democratización se produce a partir de la ampliación de la democracia hacia lo social, lo político, lo económico, lo territorial. Jaime Toret —investigador en la UOC y miembro de Datanalysis15M—, dibuja esa cultura a través de su dinámica: “Es una dinámica en Red y sustentada en la técnica. Tiene valores de inclusividad y de transversalidad”. Es decir, renuncia a la dicotomía derecha e izquierda y se centra en la ampliación de la democracia.
Yolanda Quintana —autora, junto a Mario Tascón, de Ciberactivismo—, comparte la idea de que el 15-M es, antes que nada, "un método", uncorpus que denomina "lo 15-M", y que “se define por el hacer, no por el ser”, y “por unos valores herederos de la cultura hacker: el principio de meritocracia frente al de autoridad, lo distribuido frente a lo vertical, el proceso frente al resultado, o lo compartido y abierto frente a lo propietario y cerrado”.
Esta nueva cultura, que impregna a infinidad de grupos y movimientos, no solo ha afectado a la cultura oficial, sino que también ha sobrepasado a los anteriores movimientos sociales. Para Hibai Arbide —abogado y activista—, “antes del 15-M los activistas eran una suerte de tribu urbana, autorreferencial. El 15-M, al poner en crisis las instancias de representación, pone en crisis también al activismo. En los movimientos ahora hay más gente, más variada y que se enfrenta a los problemas pensando en lo común”.
Una cronología
En todo caso, el 15-M ya no está en las plazas. Algunos autores denominan al grueso de estos tres años, sin acampadas, como post-15-M. Arnau Monterde –investigador de la UOC, activista y miembro de Datanalysis-, explica la cronología del ese post-15-M: “El 15-M estaría precedido por una gestación de un par de meses, consiste en una explosión y, a partir de ahí evoluciona”. “El 15-O de 2011 globaliza el conflicto, y se producen manifestaciones en 951 ciudades en 82 países diferentes. Con las elecciones generales del 20-N de 2011 se daba de nuevo el 15-M por enterrado, y vuelve la primavera en 2012.
A mediados de 2012, se constata el cierre institucional: no existe ni un solo reconocimiento del Gobierno central ante las demandas y movilizaciones ciudadanas iniciadas en 2011. El 25-S, a través de la convocatoria Ocupa el Congreso, marca un acontecimiento de ruptura y mutación del 15-M notoriamente significativo”. Paralelamente a esta cronología, Monterde señala la sucesión de “liderazgos temporales, es decir, diferentes identidades colectivas del movimiento red 15-M toman la centralidad durante un periodo de tiempo concreto, pero centralizado en identidades colectivas. Es el caso de 15MpaRato con los banqueros, la PAH con la vivienda, la marea blanca con la sanidad, o la Red Ciudadana con el espacio electoral.
Si miramos las formas de difusión de los contenidos, vemos que las formas de cooperación de los movimientos en red no pasan ya por grandes dogmas ideológicos unitarios, sino por conectar las prácticas en las que se ejerce la reconquista de los derechos y de lo que es común, como la vivienda, la sanidad, la educación o el derecho al acceso universal a Internet y a su neutralidad. Y como elemento común y permanente en todos los procesos analizados está la centralidad tecnopolítica”.
Futuribles del movimiento
¿Cuál es el futuro de esta cronología, de esta cultura, de estas herramientas y dinámicas creadas? Xavier Domènech —historiador en la UAB, miembro de Procés Constituient y autor del reciente Hegemonías, movimientos de resistencia y procesos políticos—, alude al futuro hablando del pasado: “A mí esta crisis me recuerda a la primera gran crisis del capitalismo, hacia 1874-94, en la que se producen los grandes debates entre partidarios del cooperativismo y los partidarios de crear un gran partido de masas. Así, hoy se está produciendo un debate en el 15-M entre partidarios de crear redes de apoyo mutuo y partidarios de crear una alternativa de mayorías.
Tardaremos en saber qué opción se acaba imponiendo” Simona Levi, candidata número dos por el Partido X, no ve grandes separaciones entre las dos opciones: “El 15-M es una deslegitimización del sistema, es un proceso deconstituyente absoluto. Es un ejercicio pragmático ocupar el espacio electoral con contenidos de mínimos. Las urnas no son el único espacio posible, pero es necesario ocupar ese espacio”.
Emmanuel Rodríguez —también, uno de los animadores de Movimiento por la Democracia, que se presenta a sí mismo como una Marea Democrática, que ha redactado la Carta para la Democracia, verbalización política del 15-M y la hoja de ruta para un proceso constituyente, con la que presionará a los partidos—, ve el futuro como un proceso lento: “Se producirá una erosión del Régimen, a través de muchos temas, entre ellos, el catalán. Habrá experimentos populistas y una lenta fabricación, desde abajo, de propuestas. En las próximas municipales aparecerán sujetos nuevos, sin capacidad de gobierno… Todo está pasando a una década vista. Será como el fin de la I Restauración”.
La suerte del 15-M se une, en fin, a la de la ruptura con un Régimen que, a través de sus partidos e instituciones, no defendió a la sociedad de la mayor contra-reforma democrática de la historia. Algo fundamentado en un cambio cultural. Es decir, lento. Pero imposible siquiera de prever hace tan solo tres años.