Una asociación de vecinos tenaz logra poner a la zona más pobre en el mapa de la capital catalana.
La solidaridad de los vecinos frena desahucios y consigue planes de choque de la Administración.
HELENA LÓPEZ en e-Periódico
Como cada jueves, la asamblea empieza con un repaso de las convocatorias para la semana entrante. Convocatorias de desahucios a parar, por supuesto. De momento para esta semana hay uno el jueves, día 13, a las nueve de la mañana en la calle de Martorelles. Todos sacan sus agendas. Toca ayudar a Eva y a sus dos hijos de 11 y 9 años. «El miércoles confirmaremos si la convocatoria sigue en pie o si hemos llegado a un acuerdo», cuenta Filiberto Bravo, presidente de la Associació de Veïns de Ciutat Meridiana, quien preside la asamblea junto a Manuel Cubero, el secretario. La jornada del miércoles a la que se refiere es la protesta semanal contra la subida de las tarifas del transporte público metropolitano. En la asociación de vecinos no se hace caridad, se forma a una suerte de defensores de derechos. De ahí el secreto de un barrio, el más pobre de Barcelona, según las últimas estadísticas municipales, que, en cuestión de dos años, no solo ha levantado la cabeza para salir de la invisibilidad, sino que ha ido sumando victorias.
La primera fue precisamente esa. Salir de la invisivilidad a la que les condenaba estar en la periferia de la periferia. «Creamos la marca Villa Desahucio y nos situamos en el mapa. No nos avergonzábamos de nuestra situación sino que la afrontábamos con humor. Supimos hacer el suficiente ruido para que nos escucharan aunque estuviéramos lejos», apunta Cubero, conocido por todos, y todos son todos, como Cubi . «Antes de que empezáramos a movernos, solamente salíamos en los diarios en la sección de sucesos», prosigue.
MEJORA DEL SERVICIO / Al margen del mediático –desbloqueador de muchos otros– otro gran éxito del tejido vecinal forjado en Ciutat Meridiana ha sido lograr arrancar de la Administración un plan de choque de los servicios sociales que ha supuesto la incorporación de tres trabajadores más en el centro de Servicios Sociales de la Zona Nord para atender a los usuarios de una forma más rápida. «Sí, ahora podemos decir que funciona bien», asegura satisfecho el siempre crítico Bravo.
Ciutat Meridiana, con una hiriente tasa de paro, sobre todo entre los jóvenes, es la muestra de que el tesón y la lucha, a veces, tiene su recompensa. Con la ocupación, el pasado verano, del polémico FabLab proyectado por el teniente de alcalde de Hábitat Urbano, Antoni Vives, en el barrio para acoger un reivindicado banco de alimentos en la Zona Nord de Nou Barris han logrado los dos objetivos que se marcaron. El primero, que el proyecto del FabLab se replanteara para transformarse en un espacio de formación ocupacional para los jóvenes del barrio. Forjar un futuro para los jóvenes es la prioridad, sin duda, de sus vecinos. El segundo, que el banco de alimentos volviera al barrio: en breve –después de no poca bronca– el municipio abrirá el nuevo local de distribución de alimentos en la plaza Roja.
CONTEXTO DE LUCHA / La lucha de la Associació de Veïns de Ciutat Meridiana –que, más que una entidad de vecinos, funciona como el cuartel de una revolución vecinal– no puede entenderse sin la presión ejercida en paralelo y en la misma dirección por, en el territorio, la plataforma Nou Barris cabrejada diu prou –más de 100 entidades del conjunto del distrito peor tratado por la crisis y los recortes– y a nivel de la ciudad y del país, por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que ha sumado victorias ciudadanas y ha hecho cambiar de bando, si no el miedo, sí la vergüenza. Cada vez más es el director de la oficina bancaria de turno responsable de firmar la denuncia que acaba en el desahucio de una familia quien va con la cabeza baja, y no el vecino que se avergüenza de su pobreza. «Aquí ayudamos a la gente a ayudarse», resume Cubi.
Esa ayuda se materializa a diario en decenas de acciones: parar un desahucio, hacer un trámite administrativo, una chapuza o el traslado de un piso, cuando el desahucio no se produce en una vivienda de un banco sino de un pequeño propietario y hay que buscar otras opciones, que en cada vez más ocasiones optan por la ocupación, dada la cantidad ingente de pisos vacíos en manos de bancos, fruto de los primeros desahucios.