Lo previsible no suele ser lo interesante, ni lo decisivo. Ha terminado un año en el que, con mucho cuidado con las metáforas, se ha pasado de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones.
El abordaje de los problemas de lo nuevo pasa por retomar y generalizar industrialmente la experimentación política abierta por el 15M: identidades flexibles y tácticas; repertorios de código abierto y libre –que incluyen in primis la desobediencia civil pacífica–; pensamiento co-estratégico –en un entorno de red, la estrategia es un resultado cooperativo, no un factor preconcebido–; batallas jurídicas y jurisprudenciales “desde abajo”.
RAÚL SÁNCHEZ CEDILLO | Universidad Nómada | Diagonal Periódico
Lo previsible no suele ser lo interesante, ni lo decisivo. Ha terminado un año en el que, con mucho cuidado con las metáforas, se ha pasado de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones. Lo que se abre, con las elecciones europeas a la vista, añade una dimensión suplementaria: la de una prueba electoral en la que la ‘transgeneración’ del 15M continúa sin nadie a quien poder votar sin un sentimiento de resignación o de mala conciencia.
Lo previsible es el entierro y consagración del hecho 15M como necesario pero excesivo preludio de distintas variantes del regeneracionismo –de partidos–. Lo interesante, lo decisivo aunque menos probable es el sabotaje pacífico y distribuido de esa operación.
Para aprovechar las próximas semanas del nuevo año hay que tener en cuenta una distinción crucial, de las que determinan bifurcaciones de caminos: nada tienen que ver los problemas del crecimiento de lo nuevo, con las ansias de vida regalada de lo viejo, aunque nos parezca que al fin y al cabo ninguna funciona. La distinción entre lo viejo y lo nuevo puede advertirse en el modo en que se ordenen los factores determinantes de la crisis y salida del régimen actual: radicalización democrática, devastación económica y social, crisis gubernamental, institucional y territorial.
Para nosotros, sin duda, lo primero que ha de posibilitar lo demás es la radicalización democrática: hora de la plebe distribuida en red.
El abordaje de los problemas de lo nuevo pasa por retomar y generalizar industrialmente la experimentación política abierta por el 15M: identidades flexibles y tácticas; repertorios de código abierto y libre –que incluyen in primis la desobediencia civil pacífica–; pensamiento co-estratégico –en un entorno de red, la estrategia es un resultado cooperativo, no un factor preconcebido–; batallas jurídicas y jurisprudenciales “desde abajo”.
Pero lo más importante son sus campos de aplicación:
a) recobrar la calle para los cualquiera, contra los ‘bloques’ identitarios;
b) reanudar el proceso de reapropiación, autogestión, experimentación y construcción comunitaria de las mareas, contra los bloqueos de los grandes sindicatos y a pesar de la impericia de los pequeños;
c) generalizar la Obra social de la PAH a toda la precariedad social y sobre todo a la juventud sin futuro, como dinámica mainstream a pesar de los repliegues identitarios –‘okupación’–;
d) asaltar las dimensiones electorales con dispositivos monstruosos a partir del ejemplo de la red ciudadana Partido X, a pesar de la compulsión de repetición –de las derrotas– de los ‘frentes populares’ y de las ansias de las extremas izquierdas por pasar del “somos el 99” al “ya somos el 3 o 4%”;
e) estirar y plegar el espacio-tiempo, condensando en las metrópolis y municipios, y estirando en las diagonales europeas entre los PIGS y en dirección a París, Berlín, Francfort y Bruselas.