La sociedad y nuestro alumnado han cambiado. Pero, seguro que a muchos de nosotros nos habría gustado disfrutar de una escuela diferente. Una escuela con profesores preocupados no sólo de su temario, sino también de que disfruten sus alumnos. Siempre podemos enseñar de otro modo. Tan sólo hay que pararse a pensar en el modo en que nos gusta aprender.
Oscar Boluda en eFePeando
Como en casi todos los debates sobre Educación, solemos encontrarnos con dos posturas diferentes. Si nos referimos a la forma de enseñar/aprender en el aula, podemos encontrar, por un lado, los partidarios de una elevada exigencia, trabajo y disciplina. Mientras que, por otro lado -los menos- aquellos que prefieren que se disfrute del aprendizaje en un ambiente más informal, cercano o distendido.
Entiendo que en el equilibrio está la virtud, pero, ¡qué difícil mantener este balance! Nunca sabes si te pasas de cercano o has sido demasiado duro. Si más vale explicar todo el temario o aprovechar el tiempo para una salida fuera del aula o programar algún tipo de dinámica o juego. Yo, personalmente, hace tiempo que prefiero pecar de exceso de "entretenimientos" antes que resultar insufrible como docente.
La sociedad presiona. Constantemente oímos que los jóvenes están faltos de disciplina o que llegan con conocimientos muy bajos. Si es culpa de la LOGSE o la LOMCE, de los maestros o de los profesores de Secundaria. Que hay que exigir más a las familias y a los centros educativos. Que hay mucho fracaso escolar. Que hay que saber inglés y catorce disciplinas más. Que después de clase hay que seguir ciertas rutinas. Etc, etc.
Entiendo que los fallos del sistema educativo actual no tienen una única causa. Pero, un buen profesor, puede hacer mucho independientemente de las leyes del momento. Se puede conjugar esfuerzo con motivación. Tenemos la obligación de que nuestros alumnos vengan a clase con ganas. No todo es juego, pero si podemos hacer de nuestra enseñanza algo más ameno. No tenemos porque caer en la presión de padres o reguladores de turno. Podemos seguir cumpliendo nuestra obligación sin que los alumnos estén sólo pensando en cuando sonará el timbre.
Lamentablemente, al comienzo de la Educación Primaria, los tiros comienzan a apuntar al modelo de la exigencia y disciplina en el aula. Parece que el objetivo de ir al colegio a disfrutar ya no es una prioridad como en la Educación Infantil. Empezamos a comernos las ganas de aprender de nuestros niños. Y así, en la mayoría de ocasiones, hasta que finalicen su etapa escolar o universitaria.
Tenemos la obligación de replantearnos nuestra práctica educativa. Revisar el sinsentido de muchas herencias recibidas en la educación actual. ¿Por qué separamos a los alumnos en filas de pupitres? ¿Por qué deben mantenerse sentados seis horas, día tras día? ¿Por qué la principal herramienta del docente es un libro de texto? ¿Por qué cerramos la puerta del aula y la mantenemos como un territorio privado? ¿Por qué no nos ponemos en la piel del alumno? ¿Por qué siempre tenemos razón o se la damos a nuestros compañeros? ¿Hay que seguir leyendo, subrayando y mandando ejercicios con un solucionario? ¿Son necesarios mandar deberes repetitivos de lo que se hace en el aula? ¿Por qué la evaluación se basa en exámenes escritos?
La sociedad y nuestros alumnos han cambiado. Pero, seguro que a muchos de nosotros nos habría gustado disfrutar de una escuela diferente. Una escuela con profesores preocupados no sólo de su temario, sino también de que disfruten sus alumnos. Siempre podemos enseñar de otro modo. Tan sólo hay que pararse a pensar en el modo en que nos gusta aprender.