Los hombres estamos cansados. La historia del patriarcado nos la sabemos muchos (a quien no esté familiarizado con el tema, le recomiendo empezar por Feminismo para principiantes). La conclusión es clara: las mujeres descubrieron, hace siglos ya, que este sistema tenía los días contados y que ellas no estaban predestinadas a un campo de acción reducido, como era el hogar, para su desarrollo personal (y profesional).
Por Rubén García Sánchez en ElPaís
Los movimientos feministas nos han demostrado, aún a pesar de ministerios que desaparecieron y medidas que cuestan ser llevadas a cabo, que son libres y tienen capacidad para hacer, simple y llanamente, lo que les plazca.
La pelota quedó en nuestro tejado. Esta historia nos pinta de malos. Se supone que los hombres hemos creado este sistema jerárquico que nos beneficia y no pretendemos ceder nuestro 'poder' por el bien social, ni por los derechos humanos, ni por la igualdad con el 'sexo débil'. Esta es la teoría, pero en la práctica nos encontramos una respuesta, sí, quizá lenta y tímida, pero constante y segura: los hombres podemos ser diferentes, queremos ser diferentes y, en definitiva, aspiramos a otro papel en esta historia.
Este cambio puede venir motivado por el hambre de justicia social o puede caer por su propio peso, atendiendo a las teorías feministas y los hechos consumados por los diferentes movimientos de mujeres. Pero, realmente, el verdadero motor del cambio es un beneficio egoísta: el papel que nos ha tocado tampoco es tan bonito. Ese 'poder' inherente al patriarcado conlleva un lado oscuro que cuesta apreciar a simple vista, pero cuando se logra ver es inevitable desear un cambio.
Si fuera por nuestro rol tradicional en la cultura española, difícilmente sabríamos manejar nuestras emociones o reconocer las ajenas (a veces, parecemos animales que tienen una gama de colores más reducida que nos alcanza para diferenciar la 'cara triste' de la 'cara enfadada', pasando por la 'cara indiferente')... No sabríamos cuidarnos ni atender la salud y bienestar emocional de las personas que están a nuestro alrededor ("con traer el pan a casa es suficiente, del resto que se ocupe mi mujer"); eso sí, sabemos competir hasta por tonterías yautoexigirnos en el sexo.
Nuestra autoestima se basa casi exclusivamente en el éxito profesional; tendemos a arreglar los problemas de forma abrupta, rápida y poco dialogante; no participamos de forma igualitaria en el trabajo del hogar; no sabemos disfrutar de áreas maravillosas de la paternidad que tienen que ver con el cuidado -que no es lo mismo que la protección- y con la expresión de sentimientos a nuestros hijos/as...
Como si esto fuera poco, resulta que este rol tradicional de género parece tener algo que ver con que los hombres vivamos menos años de media, tengamos más probabilidad de sufrir una accidente laboral o de tráfico (valoramos menos el riesgo laboral y tenemos una peor percepción del peligro en general), consumamos drogas de forma más impulsiva y atendiendo menos a los márgenes de seguridad o que tengamos más enfermedades cardiovasculares, entre otras cuestiones.
Gracias a este tipo de reflexión (y a la pelota dejada en nuestro tejado por las mujeres feministas), surge el denominado movimiento por las Nuevas Masculinidades, pero realmente no hay ningún movimiento organizado o estructurado. Lo que se esconde bajo esta etiqueta es el ánimo de ser hombres de una manera diferente, más beneficiosa para nosotros mismos y, por supuesto, más generosa con el resto de la sociedad.
¿Quiénes son los 'nuevos hombres'? ¿dónde están? ¿se pueden pedir contra reembolso?
Muchos/as se imaginarán que este 'nuevo hombre' es como Michael Fassbender (el de Shame): guapo, con talento, delicado e inteligente. Puede ser, pero tampoco hay que irse a Hollywood, los 'nuevos hombres' nos invaden poco a poco gracias a la reflexión que cada vez hacen más chicos de manera individual (en silencio, desde el sillón de su casa, la biblioteca o el bar), sobre su manera comportarse o estar en la sociedad.
También existen talleres de Nuevas Masculinidades en los que los hombres se reúnen para pensar en cómo modificar su rol de género y tener mayor libertad de decisión sobre cómo quieren ser, dejando de lado la presión social. En este sentido, debemos agradecer la labor iniciada por profesionales como Erick Pescador y Luis Bonino. Buena parte de los trabajos de ambos está en internet: recomiendo no perderles la pista.
Chicas y chicos, ya hay nuevos hombres disponibles en el mercado. Si queréis ser uno de ellos, el manual de instrucción es sencillo: cómprate un libro y lee; toma consciencia de tu manera de estar en la sociedad; escucha, siente y piensa en las decisiones y actos que llevas a cabo. Es posible que haya una forma más inteligente y bonita de hacer las cosas, para ti y para los demás.