Ined21 compartió con nosotras una experiencia que, sorprendente, que nos devuelve a la adolescencia... Pero ese hecho no es una anécdota, vuelve a confirmar una idea que envuelve este oficio tan ambivalente: somos los protagonistas de una influencia, queramos o no. Esa experiencia es un sencillo gracias por parte de un alumno tímido y huidizo, esos alumnos que fuimos seguramente alguna vez. Escribir es trascender lo biográfico y profundizar en ese concepto: influencia. Pensar es compartir aquello que nos une: el largo viaje de lo particular a lo universal.
Somos un oficio donde la transferencia es su razón de ser. No hay maestro o profesor que no establezca vínculos, los necesita para que su tarea tenga sentido y sea verdadera. Desde Sócrates a D.Goleman, ese conglomerado de emociones que es el flujo comunicativo, nos indica el secreto de toda transferencia: tan importante como lo que decimos, es cómo nos mostramos. Cuántas veces nuestro lenguaje corporal nos delata en una clase aburrida y, a la vez, ese mismo lenguaje abre el entusiasmo en otra clase maravillosa. Escuchar es una actitud continua, escuchar es mostrar que el otro es una persona, nunca alguien más. Somos transferencia, la verdad es una parte de esa palabra.
Somos un oficio donde la responsabilidad es proporcional a la influencia que ejercemos. A veces la inercia y esa normalidad tan engañosa, no nos deja ver la fuerza de esos vínculos, el extraordinario reto que se llama educar. Una confesión: el testimonio de los maestros y profesores que moldearon mi sensibilidad con gestos o palabras, no se llama erudición o saber. No, es algo más duradero y profundo: valores encarnados en una explicación que seguía fascinado. No estoy solo. Aunque esta sociedad actual tenga otras jerarquías, sigue siendo necesario el ejemplificar lo que hacemos: ninguna tecnología puede sustituir la influencia de un ser humano, ninguna educación vale más que sus maestros o profesores. Otra forma de llamarnos influencia.
Somos un oficio a través del cual, todos los demás tienen sentido. Un maestro que amplía la vida de sus alumnos, un profesor que despierta el rigor y la pasión por lo que hace, son la influencia de cualquier vocación posterior. Hay homenajes silenciosos e íntimos a nuestra profesión, homenajes de aquellos alumnos que influenciamos: son ellos ahora esa influencia. Ninguna evaluación más verdadera que la memoria de tu alumnado. Ninguna recompensa vale más que un sencillo gracias. Lo demás es juego social, esa palabra no.
En esta época desesperada y llena de ira, estas palabras pueden escucharse de muchas formas. Quien lee este pequeño rincón, sabe que no soy un idealista, no defiendo ninguna utopía: sólo me queda la vida y los detalles que me va dejando. Otra manera de afirmar que la realidad tiene tantos matices como la mirada que sabe defenderla. Sólo quería recordar aquello que, desapercibido, sigue justificando este oficio llamado influencia. Lo demás, el lector lo sabe. Gracias a ti, allá donde estés.