Vivir en una sociedad del conocimiento implica nuevas condiciones y necesidades sobre lo que significa información, conocimiento y la tarea de enseñanza-aprendizaje. El aprendizaje por competencias implica redimensionar nuestro trabajo de aula. Continuamente encontramos expresiones como: “la necesidad de revolucionar la educación”, “la posibilidad de cambiar totalmente las prácticas de aula”, “las TIC están esperando que los docentes las implanten”. Lo sentimos, esa revolución constante tiene un criterio que debe cumplir: su operatividad en el aula. No todo lo que se puede soñar educativamente, es posible en la educación formal. Dicho de otro modo: cada contexto educativo permite determinadas secuencias de enseñanza-aprendizaje. Repetimos: no todas, algunas. Quien da clase, lo sabe.
En INED21
El realismo contextual que desarrolla INED21, implica abandonar el utopismo innovador en el ámbito educativo, e introducir los cambios a partir de las prácticas existentes. No hay revoluciones en la educación formal, pero hay buenos sistemas educativos y, por lo tanto, buenas prácticas y secuencias de enseñanza-aprendizaje: ese es nuestro objetivo. Frente a la utopía que nada cambia, la posibilidad de mejorar progresivamente nuestro trabajo de aula. Lo denominamos innovación contextualizada: en ella es cada profesor en su relación con cada alumno y con cada grupo, los verdaderos protagonistas. Ellos transforman su contexto concreto.
Desde ahí podemos introducirnos en el aprendizaje por competencias y llevarlo a nuestras aulas eficazmente. De ahí que tantos programas de innovación fracasen: utópicos, burocratizados y nada operativos en el aula. Una consecuencia de nuestro trabajo de formación en INED21, es la siguiente: cualquier cambio metodológico debe hacerse a partir de las prácticas que se están haciendo actualmente, ese cambio integra las práctica actuales en una nueva dinámica, que produce un cambio en el trabajo de aula y una mejora de sus resultados. Innovación contextualizada implica asumir los contextos existentes para transformarlos desde dentro.
La innovación contextualizada tiene una ventaja que nuestras prácticas de formación evidencian: los profesores asumen ese cambio porque comprenden que sus prácticas y trabajo de aula no deben ser abandonadas. Nuestra estrategia es contraria: deben ser integradas en una nueva síntesis metodológica. Hay un factor fundamental que muchos programas de formación, voluntaristas y equivocados, olvidan: el aprendizaje por competencias se hace efectivo cuando el profesor puede integrarlo en su actual trabajo de aula. Es lo que denominamos operatividad: cualquier metodología debe poder transformarse en una actividad de enseñanza-aprendizaje, en el tiempo y espacio real del contexto de nuestras aulas.
La pluralidad metodológica mejora nuestra autoeficacia y nos permite interpretar y mejorar los diferentes contextos de aula que un mismo profesor encuentra cada día. El aprendizaje por competencias es efectivo y estimulante para nuestros alumnos, se hacen protagonistas de su aprendizaje. Innovemos sí, pero hagámoslo desde los contextos de aula, centro, familiar y social que nos rodean. Es posible, nuestra experiencia directa lo evidencia. Lo demás, se llama el síndrome de lampedusa: que todo cambie, para que todo siga igual. Podemos mejorar, pero con realismo contextual y trabajo diario.