Llevo trabajando en participación juvenil toda la vida, desde diferentes frentes. La conclusión a la que he llegado es que debe utilizarse como una metodología y no como un contenido que dar, en cursos o en una clase.
Cuando he llevado a la práctica diversas experiencias, en lo que más he dado la vara a los mediadores de los programas ha sido que las actividades que se hicieran daban lo mismo que lo que importaba de verdad era el proceso para que ellos, poco a poco, fueran incorporándose a la toma de decisiones hasta que fueran suyas todas las riendas.
¿Y las actividades? Las que ellos quieran, sí, pero que las organicen de arriba a abajo. ¿No se trataba de que los jóvenes fueran autónomos? ¿Y qué haces organizando todo sin ellos?
Después de esta introducción, dos visiones y una esperanza.
El ideal.
Una visión metodológica de la participación. Un hábito más desde la más tierna infancia.
La familia debe convertirla en hábito. Cuando se es niño se le incorpora a las decisiones que le afecten y que pueda comprender. En la adolescencia, haciendo ver que tiene una opinión que dar y que ésta sea valorada como una más antes de tomar una decisión. En la juventud, plenamente incorporado a todas las cuestiones que se plantean en un hogar.
Todo esto amparado en un sistema educativo en donde el trabajo en equipo, el desarrollo de habilidades sociales y la toma conjunta de decisiones sean el pan nuestro de todos los días.
Y unas leyes abiertas para participar desde todos los puntos de vista, en donde se prime la participación de las personas sobre la creación de un sector económico. Y que esta participación sea dinámica, adaptada a cada tiempo que corre y que prime las acciones de los más jóvenes, facilitando la burocracia. Una ley que vigile a entidades-chiringuito que inventan dos y el del tambor.
Si esto existiera, todo lo demás vendría solo.
Lo que hay.
Un sistema educativo de mierda que los partidos cambian a su criterio cuando les toca. En donde el conocimiento y la búsqueda de autonomía personal no importan. Sólo existe el día a día y el “gracias a que lo termino cuerdo”.
Una Ley de asociaciones (2002) que es heredera de la Ley de asociaciones de 1964. No rompió nada ni aportó gran cosa a lo que ya se hizo con decretos en 1977 y 1988. Y es caduca. Ya era caduca en 2002. Y en 1978 y su artículo 48.
Para lo único que ha servido es para crear un sector económico fuerte (el tercer sector) que en un momento dado era el 5% del PIB. Ahora, el sector está en la ruina y la mayoría de trabajadores en la calle.
Últimamente nos planteamos el desmantelamiento de la sanidad o educación. En temas sociales, empezó con la ley de marras dejando una parte del estado del bienestar en manos de las entidades, ahora en pleno derribo. Y sus usuarios sin servicios.
¿Esperanza?
Siempre. Es necesaria para seguir. La esperanza son las personas. Gente que trabaja y le interesa esto de la participación. Y nos interesa porque es la madre de todas las batallas de la sociedad. Sin participación no somos nada, somos borregos en manos de la buena voluntad del pastor que nos toque.
Hay muchos proyectos en este país que han dado unos resultados en participación juvenil realmente fantásticos y los responsables políticos lo saben. Lo han utilizado muchas veces en sus reuniones de directores generales en el INJUVE para sacar pecho, pero no los han tomado en la suficiente consideración para que todos los programas de su departamento se impregnaran de metodologías participativas, aunque sigan por ahí funcionarios diligentes que, dentro de lo poco que ha quedado, lo siguen intentando.
Y profesores empeñados en saltarse gilipolleces y dando a sus alumnos la posibilidad de participar activamente en su educación.
Pero nada de esto es visible para la sociedad, lo conocemos nosotros que estamos en el ajo. Los medios y el poder están en otra cosa.
Hoy decía en twitter que la participación se promociona de boquilla pero que asusta mucho al poder, llámese éste gobierno, familia, empresa u organización.
No creo que a pesar del pesimismo que pueda parecer que rodea este post podamos darnos por vencidos. Nuestro trabajo es decente, honesto y siempre pensando en el bienestar de las personas.
Otros no pueden decir lo mismo.
Ánimo desde aquí a todos los que trabajáis la educación para la participación desde un colectivo, una organización, una administración, un aula, una empresa o un movimiento ciudadano.
Seguimos ahí.