Para mí, la única independencia deseable es aquella
que, desde el principio de ciudadanía universal, invente formas de
autoorganización que nos permitan ’independizarnos’ del 1%, del
régimen de fronteras, de la Troika, de la deuda, del chantaje del
trabajo asalariado... Es decir, una independencia sin fronteras, contra
las fronteras. Como dicen las Iaioflautas, “volem la república catalana
del 99%”.
Las Candidaturas de Unitat Popular (CUP) han decidido presentarse por primera vez a las elecciones autonómicas catalanas. Se trata de un proyecto de municipalismo asambleario en el que conviven sensibilidades y trayectorias
que van desde el independentismo de izquierda a corrientes libertarias,
pasando por infinidad de matices y posiciones que, a menudo, tienen que
ver más con el contexto local en el que hacen política que con
identidades ideológicas cerradas. La decisión de concurrir a las
elecciones al Parlament se ha tomado tras un proceso de debate que ha
durado meses, no exento de conflictos y controversias internas.
Dicho esto, las CUP no es perfecta. No comparto todas
sus posiciones ni estoy de acuerdo con muchas opiniones de alguna gente
de las CUP. Pero estas son las razones por las que yo, que no soy
independentista, que me puedo llegar a definir como antinacionalista
–evidentemente, no es lo mismo ser nacionalista que defender
políticamente la independencia–, voy a votar a las CUP.
No pienses en un elefante independiente
La habilidad de CiU para rentabilizar la manifestación y
el trabajo de la Assemblea Nacional Catalana y el anhelo
independentista ha sorprendido más de uno. Ha sido una maniobra
ciertamente hábil, desde luego, pero no tan difícil de entender. La sensación de hartazgo es generalizada. En Catalunya y en todo el sur de Europa.
El independentismo transversalista, el de “primero la independencia y
luego ya veremos qué tipo de país queremos”, ha crecido paradójicamente
no tanto como consecuencia de un debate ideológico sino de gente que
está cansada, que quiere “un cambio”.
El éxito de CiU radica en su capacidad de
haber sido permeable al discurso del “tenim pressa” (tenemos prisa); en
su habilidad para contraponer un discurso articulado, generador de
sentido para sus audiencias, en un momento en el que, a causa de la
crisis, cualquier propuesta que aparentemente signifique una ruptura con
lo actual puede generar adhesiones.
En el libro No pienses en un elefante Georges Lakoff
explica la importancia del discurso en la política. No es nada nuevo y
las consecuencias son evidentes: mientras debatimos sobre la
independencia, no hablamos de los recortes sociales. En esta campaña electoral hay tantas banderas y tan grandes que están consiguiendo tapar a las tijeras. Pero mientras los no independentistas digan “no pienses en la independencia”, el debate seguirá siendo ese y sólo ese.
Por decirlo de manera aun más clara: a las CUP se les presupone el independentismo, por lo que puede permitirse no hablar de él
y centrar su campaña en la deuda, los recortes, la ausencia de
democracia: “¿Independencia? Sí, claro. Fin del debate. Ahora hablemos
de lo importante”.
El eje “democracia radical”
La izquierda independentista catalana ha defendido desde
1968 la existencia de dos ejes de lucha: la liberación nacional y la
liberación social. No es posible, según su discurso, pensar en el uno
sin el otro. No es posible pensar en la independencia si ésta no va
acompañada de la superación de la forma de producción capitalista y las
desigualdades que provoca.
Pero la CUP aporta un tercer eje que sitúa en el mismo plano de
relevancia que los dos anteriores y que para mí es el más importante: la
radicalidad democrática. Su propuesta se basa en la concepción
asamblearia de la política partiendo desde abajo, desde el municipio y
los barrios. Antes de decidir si presentarse a las elecciones, se
convocaron más de 100 asambleas abiertas en todo el territorio, en las
que la militancia de las CUP escuchó mucho más de lo que habló. Si consiguen entrar al Parlament convocarán una asamblea en enero para decidir colectivamente los sueldos de sus diputados,
en qué comisiones parlamentarias estar y de qué manera, qué mecanismos
de control democráticos establecer para sus diputados y asesores, qué
hacer con el dinero que reciban del Parlament, etc.
La dimensión Europea del conflicto
La noche en la que comenzaba oficialmente la campaña
electoral, las CUP resignificaron el ritual en el que los candidatos
enganchan el cartel de la campaña. David Fernàndez, cabeza de lista por
Barcelona e Isabel Vallet, cuarta, taparon completamente una oficina de
La Caixa en Gracia con enormes carteles, mientras se repetía el gesto
por los demás pueblos y barrios de todo Catalunya. En ellos destacaba la
crítica a las ayudas recibidas por la banca y los desahucios, y
recordaba que las CUP son la única candidatura que no ha pedido un
préstamo bancario para concurrir a las elecciones.
La izquierda independentista catalana, al igual que la extrema izquierda
de casi toda Europa, ha sido tradicionalmente euroescéptica. Una parte
de las CUP también lo es; es uno de los aspectos que yo no comparto. Coincidimos
en entender la deuda como mecanismo de control autoritario de la
Troika, la necesidad de declarar un impago democrático. Pero la
posición defendida por Syriza en Grecia, impago democrático dentro del
euro, es defendida dentro de las CUP por menos gente de la que a mí me
gustaría. Es, creo, uno de sus debates pendientes.
No están detrás o delante del movimiento, están al lado
Las CUP van a seguir siendo una propuesta municipalista.
La labor de los diputados no va a ser liderar nada. Las CUP hacen
política de base y la entrada al Parlament no va a cambiar ni eso ni sus
prioridades. Como recordó Quim Arrufat, tercero por Barcelona, van a
seguir siendo esa fuerza que ha conseguido la única dimisión por
corrupción de CiU (gracias a su único concejal de Reus), que someten a
referendum la recalificación de terrenos (Viladomat), que consiguen frenar planes urbanísticos como las Áreas Residenciales Estratégicas (Berga),
que municipalizan la gestión del agua en donde gobiernan obedeciendo,
que ponen como condición para los pactos de gobierno que los alcaldes y
concejales no cobren más que la media del municipio.
Las CUP no nos representan, porque nadie nos representa. No son la vanguardia, ni la correa de transmisión de los movimientos. Simplemente son parte de los movimientos.
Sus militantes participan cotidianamente en las luchas por la vivienda,
los servicios públicos, el cooperativismo, el feminismo, la ecología,
el movimiento vecinal. Los movimientos le exigirán, como hasta ahora,
que no sea una participación interesada y electoralista; por lo que
conozco de las CUP, el principal riesgo no es ese sino que, de tener
éxito, las energías de mucha gente se centren en el trabajo
parlamentario en vez de en seguir participando en otros espacios. La
entrada en el Parlament la han planteado como un experimento del que
aprender. Quieren ser una caja de resonancia que se relacione de tú a tú
con los movimientos desde el respeto por la autonomía de éstos.
Serán el único grupo parlamentario que no firmará un
comunicado conjunto agradeciendo la labor de los Mossos y criminalizando
al movimiento la próxima vez que rodeemos el Parlament, porque lo
estarán rodeando con nosotras sin siglas y sin tratar de rentabilizarlo,
como ya hicieron el 15 de junio de 2011.
Independentismo sin fronteras
David Fernàndez, tras ser presentado como cabeza de
lista de la CUP por Barcelona, escribía en su twitter (@higiniaroig) “El
1r tuit va, obertament, pels 170.000 invisibles del règim: els "sense
papers". Països Catalans lliures de Guantànamos #CIESNO #hovolemtot”. Es el único candidato que durante la campaña se ha referido al régimen de fronteras y los CIE,
con una posición radicalmente contraria. Es también el único que ha
mencionado como referente a Ecuador, único estado en el mundo que
reconoce y blinda constitucionalmente el principio de ciudadanía
universal. Ningún otro estado reconoce en su constitución el derecho a
emigrar e inmigrar.
Porque, ¿qué significa independencia? ¿Crear más
fronteras, un nuevo estado con su aparato represivo que discrimine en
función de criterios etno-raciales y reproduzca lo mismo que tenemos
pero con barretina y banda sonora de Manel? Para
mí, la única independencia deseable es aquella que, desde el principio
de ciudadanía universal, invente formas de autoorganización que nos
permitan ’independizarnos’ del 1%, del régimen de fronteras, de
la Troika, de la deuda, del chantaje del trabajo asalariado... Es
decir, una independencia sin fronteras, contra las fronteras. Como dicen
las Iaioflautas, “volem la república catalana del 99%”.
Las CUP no lo van a hacer. Hoy la democracia no se
construye dentro de los parlamentos sino entre la gente que los rodea.
Pero que haya un trocito de esa calle en el Parlament que haga de caja
de resonancia, que alguien le lleve a Puig las pelotas disparadas en las manifestaciones,
que CiU tenga que escuchar cada día a unos de los periodistas que más
casos de corrupción ha destapado, que se impulse también desde dentro
del Parlament el debate sobre el necesario proceso constituyente, es un
experimento que merece ser probado.