Hacia un paradigma revolucionario: Compartir

Daniel Cotillas en Matadero 2.0
Se ha iniciado un cambio en el mundo artístico y cultural que está llamado a revolucionar la forma en que hemos entendido la difusión y comercialización de productos culturales hasta hoy, ya que las nuevas tecnologías nos han configurado como sociedades colectivas y solo es entendible su uso como productoras de tal colectividad. Tal panorama nos lleva a afirmar que asistimos al inicio de un cambio total de paradigma pasando del poseer individualmente al compartir y crear cooperativamente, o como ejemplificó G. B. Shaw, si dos personas tienen una manzana y las intercambian, ambas tendrán una manzana, pero si dos personas tienen una idea y la intercambian, ambas tendrán dos ideas. Por ello, el modelo a debate ya no es el de la seguridad hacia la obra de los artistas y creadores (gremio que ha adoptado posturas históricas con su retórica conservadora) o el de la defensa de los derechos intelectuales, sino el del acceso a las expresiones culturales, y lo que puede ser más profundo e interesante, a los mecanismos abiertos, libres y gratuitos de difusión cultural.


Lo anterior, entonces, permite visualizar que vivimos un momento histórico, ya que algunas voces claman que desaparecerá la cultura y otras que ya no habrá posibilidades para que los artistas puedan crear con las condiciones necesarias. Sin embargo, si algo está susceptible de desaparición, en este nuevo contexto, son los intereses creados por las multinacionales del entretenimiento, más interesadas en crear productos culturales de corta duración y gran rendimiento económico que en el estudio y promoción de alternativas de creación cultural. Por eso, este nuevo panorama, más que hacer desaparecer la cultura, es una oportunidad para el fomento a la creación artística y cultural en realidades socioeconómicas alejadas de los cánones del mercado global, puesto que el poder que tiene ésta para la generación de una serie de hábitos públicos al desarrollar las capacidades innovadoras y creativas de los individuos se ve potenciado con las nuevas herramientas.

Ahora bien, hay tres aspectos fundamentales en la discusión actual sobre el acceso a la cultura y la obra artística. En primer lugar, está la defensa de los derechos de autor, es decir, toda aquella persona que cree una obra intelectual tiene los derechos intelectuales, de reproducción y difusión sobre su obra. Esto no es tan cierto desde el objetivo del mercado cultural, ya que el 90 por ciento de la cultura que consumimos viene de manos de los grandes conglomerados de entretenimiento a quienes los artistas se ven obligados de vender los derechos de su obra. En segundo lugar, está el tema de la libre difusión y copia de la producción cultural, siempre que se respeten los derechos de los creadores mencionados. En este último caso, el uso y promoción de licencias libres se presentan como alternativas válidas para la promoción artística de los países en vías de desarrollo económico. Y en tercer lugar, está la ruptura de un paradigma determinista para dejar paso a uno más humano, social y colaborativo, por el motivo de que ya no es relevante para un escritor o un videasta su origen y condiciones socio-demográficas. Por tanto, estamos ante un momento clave de cambio, una revolución ya no cultural sino de creación, de acceso a la cultura en contextos geográficos de bajo perfil para los intereses comerciales de las empresas del entretenimiento. Por eso es de suma importancia que esta discusión requiera del apoyo de los creadores para acabar con un status quo marcado por constricciones socioeconómicas que apoyan los deseos mercantilistas de un porcentaje reducidísimo de la población mundial.

En consecuencia, esta no es una lucha por los beneficios individuales de los artistas pertenecientes al establishment cultural mundial, sino algo más profundo: es la lucha por el talento como validador cultural. Hoy mismo cualquier joven con un sistema de grabación básico y los programas de computación adecuados para tratamiento de audio puede convertirse en la nueva sensación latina, ya sea en la misma Latinoamérica o en Asia, ya que la red no entiende de fronteras. Entonces, el principio que rige sobre estas nuevas plataformas de difusión cultural es la democracia: una computadora y conexión a internet bastan para difundir una obra. A raíz de esto, podemos decir con firmeza que el poder que las nuevas tecnologías tienen para conectarnos es innegable. Solamente quedaba por probar su capacidad para crear sociedades más democráticas. Y el intercambio libre de información legitima a las nuevas tecnologías como productoras de nuevos espacios de cooperación, comunicación, cultura e innovación. Es así como estas nuevas prácticas sociales refuerzan la apuesta por construir otras vidas y otros conocimientos que permitan que cualquier persona pueda acceder a la creación cultural.

Por lo tanto, el acceso libre y abierto a la cultura fortalece las relaciones sociales y comunitarias, además de los procesos democráticos, y se configura como base para el desarrollo justo y sostenible de la sociedad. Por ejemplo, en lo económico, sobre todo en lo que respecta a los creadores, el tema no es cómo ganar dinero o no, sino cómo está estructurado el sistema económico en torno a la autoría de contenidos intelectuales y las condiciones sociales y culturales de reconocimiento. Por ello, el reto de producir y consumir contenidos en formas más éticas se convierte en una responsabilidad social para encontrar la forma en que sea económicamente sostenible. Sin embargo, se precisa para ello el desarrollo y evolución de una serie de fundamentos, de ideas y de valores a partir del progreso de la razón, el compromiso y la corresponsabilidad. Ahora, es responsabilidad del artista contemporáneo lograr posicionarse y responder a la realidad contextual en la que vive.

Finalmente, “Otra sociedad del conocimiento es posible”, podemos afirmar parafraseando la famosa máxima alter mundialista. Una sociedad más democrática, libre y donde la cooperación y la colaboración entre los ciudadanos sean dos palabras que se respiren a diario.

Daniel Cotillas es comunicador y Coordinador del área de Comunicación de proyecto mARTadero y Fundación Imagen.

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