Hace
bien poco, a partir de un tweet de @albertosoler, nos pusimos a
recordar palabras de moda a lo largo de 30 años de políticas de
juventud. También entraron al trapo @kuunga y @garciavaso que aportaron
lo suyo. Todo venía por una reflexión que hice en twitter sobre el
término empoderamiento juvenil, tan de moda desde hace un tiempo, en la
que dudaba de la aplicabilidad del citado empoderamiento cuando ni la
educación, ni la familia ni la empresa saben qué significa eso.
Una reflexión de Trabajar con Jóvenes
Será
porque soy muy descreído con las modas, cualquier moda, pero eso del
empoderamiento es lo que hace la animación sociocultural desde que se
puso en marcha: dar herramientas a las personas para que sean
protagonistas de su vida. Durante muchos años mi principal acicate como
animador, en todos los trabajos en los que he participado, ha sido el
intentar que los jóvenes sean cada vez más autónomos a la hora de tomar
sus decisiones y de participar activamente en todos los asuntos
comunitarios que les conciernen. ¿Eso es empoderar, no?
Empoderar,
emprendimiento, emprendedor…todo muy bonito. Pero lo hacemos como se
hace casi todo en este país: Humo. Estamos a la altura de Uganda en
facilitar las cosas a los emprendedores pero mientras hacemos cursos,
jornadas, campañas, anuncios, programas sobre el tema y nos creemos que
somos los hijos de la polla roja.
En
el fondo no hacemos nada. La educación nos encamina a todo menos a ser
emprendedores, en el seno de la familia nos transmiten que tenemos que
tener un trabajo fijo y que la seguridad vale más que todo lo demás y en
las empresas la principal política es divide y vencerás y no se premia
en absoluto la creatividad y las propuestas de los empleados, salvo
honrosas excepciones que sería injusto no plasmarlas aquí.
Empoderar
a los jóvenes no se hace con campañas se hace con un sistema educativo
en condiciones y apoyado con un conjunto de normativas que amparen el
proceso y también con acciones paralelas para que las familias y el
mundo empresarial empiecen a cambiar de mentalidad.
En este blog se recoge una frase que dijo una orientadora de un centro de educación secundaria: somos profesores del siglo XX educando a jóvenes del siglo XXI y parece que con el ínclito Wert las cosas van a peor ya que nos situaremos en la primera mitad de la pasada centuria.
Muy
típico nuestro: decir que vamos a apoyar una cosa hasta sus últimas
consecuencias pero no hacemos nada para que así sea, todo de boquilla. A
partir de ahí nace una completa industria sobre el asunto, en este caso
el empoderamiento, y, ale, nacen empresas como moscas para explotar el
asunto.
El último gran fiasco y engaño ha sido el tema de la formación.
Millones
y millones de euros dedicados a formar a nuestros jóvenes porque sin
formación no se iba a ningún lado para que ahora nos digan que lo
importante no son los títulos sino las ganas de emprender y las
habilidades de vida. Ya.
Si
yo fuera uno de esos jóvenes que hicieron cursos hasta la saciedad iría
entidad por entidad convocante pidiendo que me devolvieran los dineros.
Aunque imagino que esas mismas empresas de formación serán ahora las
que digan que tienen un manual para el emprendimiento que es único. En
fin, es lo que tenemos.
Aquí
la planificación a medio y largo plazo es algo que ni se plantea ¿Para
qué me voy a preocupar de cómo va a estar la cosa dentro de veinte años?
¿Para que el mérito se lo lleven otros? En una palabra: España.
No
tengo nada contra la función pública pero tampoco es bueno que hasta
que se bloquearon las convocatorias a oposiciones de la administración,
la mayoría lo que quería era ser funcionario y creo que eso es una
lacra.
Primero
y principal porque no todo el mundo tiene vocación de servicio público y
para ser funcionario esa es la primera característica que has de tener,
más que exámenes o cualquier otra cuestión y, en segundo lugar, que un
país en donde más del 50 % de la población vive directamente de la
Administración, peligro. En mi humilde opinión lo público debe estar
para garantizar los servicios a los ciudadanos y tener en cuenta las
necesidades de los más débiles para conseguir hacer una sociedad justa e
igualitaria. Si todos queremos vivir de la teta al final se quedará sin
leche. Y si a esto le añadimos una clase política inmovilista y
temerosa de perder sus privilegios pues vamos mal.
Por
eso estoy de acuerdo con empoderar a los jóvenes, sí, y vengo
haciéndolo desde que empecé a currar pero no hay nada detrás que me
apoye, ni la escuela, ni el instituto, ni la familia, ni la empresa. De
la universidad ni hablo.
El
día que vea que la educación trabaja en comunión con el resto de áreas
que tienen relación con niños, adolescentes y jóvenes, que se potencian
las habilidades de cada uno desde bien pequeños, que los padres se
conciencien de que son los principales actores en la educación de sus
hijos, que la mayoría de las empresas dejen de ser gobernadas por
auténticos paletos que impiden que nadie les haga sombra y que la
administración legisle para esto, permitidme que no me crea nada y lo
vea como eso, una moda más, un nuevo nicho empresarial para engañar a
los jóvenes y mientras estos, avanzando tan rápidos como el que se tiró
en paracaídas desde la estratosfera, al 50 % de paro.