Los aprendices de brujo del neoliberalismo, en su delirio de
omnipotencia, se sienten guiados por las valquirias en el momento
histórico actual. Ellos son los elegidos. En su fantasía mesiánica están
llamados a una misión trascendente y purificadora de la sociedad en su
propio provecho. Creen saber lo que hacen: Necesitan hundir a los países
en la miseria para poder aplicar su ideología política. Les resulta muy
difícil ocultar su gozo místico mientras aplauden al caudillo de turno y
gritan ¡qué se jodan! contra el parado, el empleado público, el
autónomo o el ciudadano medio. Aplicando su estrategia de la “doctrina del shock”,
ya testada hace años en Chile, Indonesia, Rusia y otros muchos países,
pretenden instaurar un nuevo régimen de totalitarismo explotador ahora
también en Europa occidental.
Su agenda se proyecta en una serie de
fases progresivas, con próxima estación en la inevitabilidad del
rescate-ahogamiento, cuyo objetivo final es el control y la dominación
del ser humano a través de la mercantilización radical de todos los
aspectos básicos para la vida: Educación, Sanidad, Vivienda, Agua y
Alimentos. Alguien les enseñó que todo lo que entre en la esfera
monetaria del pago directo podrá ser dominado mejor por su gran máquina
de expropiación. Saben que los ingentes capitales monetarios ociosos
solo pueden encontrar rentabilidad colonizando nuevos espacios de
necesidades humanas básicas hasta ahora garantizadas por la carta universal del derecho a la vida,
aún recogido en las constituciones europeas. Por supuesto estas recetas
solo pueden conducir al aumento de la desigualdad pero para ellos y
para la clase a la que pertenecen eso nunca fue problema. El capital
insaciable necesita devorarlo todo para alimentarse, empezando por la
democracia y la libertad colectiva, para continuar después con el jugo
vital de sus propios súbditos y esclavos.
La historia no es nueva.
Ya la vimos en SurAmérica en todo su apogeo durante los años 70 y 80,
en el Asia tercermundista o en el África rica en recursos naturales pero
depauperada casi hasta el exterminio por las mafias
bancaria-institucionales del mercado capitalista. En Europa pensábamos
que la cosa no iría con nostros porque eso solo afectaba a sociedades
hipotéticamente atrasadas e incultas que no habían conseguido adpatarse a
los nuevos tiempos y al exigente mundo moderno. Algo así no podría
llegar al mundo rico. Ahora vamos a empezar a comprobar con espanto cuan
estúpidos e ignorantes hemos sido. Como muchos ya pronosticaron en el
pasado el capitalismo depredador no puede detenerse ante nada porque la
explotación ilimitada y progresiva del ser humano y de la tierra está
escrita en sus propios genes.
Los gobernantes españoles,
representados por la muñeca diabólica que suele dar el parte de guerra
tras la reunión del consejo con una mezcla maléfica de sádico placer y
estupidez dibujada en su rostro, se toman en serio su trabajo sicario al
servicio de las oligarquías financieras. Quieren forzarnos a aceptar su
agenda política antidemocrática por la vía del miedo y la
inevitabilidad de los hechos consumados. Una agenda política repleta de
dolor, injusticia, desempleo y expropiaciones de bienes públicos por
parte de los que nada producen. “Más pobres seréis más dóciles y
trabajaréis mejor”, parecen querer decirnos en su lenguaje de empresa de
servicios designada por la teocracia del dinero para dar las noticias
de la liquidacición y cierre.
Sin embargo, a pesar de este sombrío
panorama, no debemos ser pesimistas. La Historia nos enseña que los
grandes avances y revoluciones se producen en este tipo de contextos, en
los que se dan las condiciones de crisis apropiadas para la emergencia
de nuevos estados de conciencia y nuevos paradigmas de pensamiento. Cada
vez con más fuerza cobrarán vigencia ideas, ancladas en la ética de un
humanismo socialista y libertario, que nos empujarán a buscar nuevas
soluciones comunitarias para los viejos problemas, con la cuestión
fundamental de la propiedad de los bienes básicos para la vida, incluyendo al crédito, como telón de fondo.