Seis meses después de su apertura, el Eko se ha convertido en un centro referente en Carabanchel y en todo Madrid
Hace
semanas que no me paso por el blog. Creo que la vorágine de la
situación en la que estamos inmersos me empieza a sobrepasar.
Manifestaciones diarias, situaciones de precariedad absoluta a mi
alrededor, personas como tú y como yo que recogen comida de cubos de
basura, familias enteras que son expulsadas de sus casas sin
remordimiento alguno ni por los bancos ni por quienes ejecutan los
desahucios. Despliegues policiales que impresionan, golpes,
persecuciones y porrazos por doquier. Pero, a pesar de todo, cada vez
más gente opta por responder al sistema. Opta por oponerse a todo lo que
nos rodea y que desde hace décadas nos llevan inculcando en nuestra
mente como la perfección más absoluta. O, al menos, como el menos malo
de los sistemas conocidos. No aguantamos más. Queremos crear, queremos
cambiar. Queremos inventar algo nuevo donde no haya opresores y
oprimidos, donde no impere la ley del más fuerte y donde el único
objetivo de vida sea llegar más alto que el de al lado, aun a costa de
pisar cabezas.
Esta
semana celebramos el sexto mes de El Eko, el espacio sociocultural
liberado y autogestionado por la Asamblea de Carabanchel. He escrito
varios artículos en referencia a este espacio que pusimos en marcha en
el barrio hace ya medio año. Sí, es un centro ocupado. Esa palabra,
ocupación, que tan desvirtuada ha sido en los últimos años tiene ya un
nuevo significado para mí. ¿Qué es El Eko? El Eko es vida, es luz al
final del túnel. Es un espacio donde todas las personas que acuden
participan en igualdad de condiciones, donde la ayuda mutua y la
cooperación es la base sólida que engrana todo el complejo.
Seis
meses después puedo decir que estoy orgulloso. El edificio, de más de
3.000 metros cuadrados, llevaba más de una década cerrado. Lleno de
escombros y basura. Hoy es un centro polivalente que acoge a todas las
personas del barrio, sean autóctonos o migrantes, niños, jóvenes o
mayores. Por eso apoyo sin fisuras este tipo de actuaciones. La
ocupación, cuando, en el caso del Eko, la ejerces en el edificio de una
empresa corrupta, que tiene a varios de sus altos cargos entre rejas, no
es un delito. Al menos, no es un delito moral.
El
Eko se divide en seis plantas y una terraza. En el sótano, las personas
que estamos trabajando allí, que cada vez son más, se ha habilitado un
escenario que, semanalmente, se abre a decenas de grupos que buscan una
oportunidad. Por allí han pasado cientos de jóvenes para disfrutar de
espectáculos gratuitos donde poder pasar la tarde sin tener que gastarse
un duro para hacerlo. Han pasado grupos de punk, rock, de heavy metal,
de jazz o de blues. Hasta de flamenco. Todo proyecto que respete unos
principios básicos de horizontalidad y no enriquecimiento personal
tienen cabida en ese escenario.
En
la primera planta, hay un escenario para teatro, una pantalla para
proyecciones, varias zonas de reuniones y una barra que hace las
funciones de cafetería y recepción para todos los que llegan
preguntándose qué le puede aportar el centro. Un calendario repleto de
actividades recibe a los recién llegados. En El Eko no hay precios,
porque creemos que todas las personas que lo visitan no disponen de los
mismos recursos. Hay botes donde cada uno aporta lo que puede y cree
conveniente por el refresco que va a tomar. Para mí un euro no supone
mucho, pero para una familia que está en la calle y que apenas tiene
dónde cobijarse significa dos kilos de arroz.
También
encontramos ahí una zona de libros libres, porque creemos que la
cultura ha de volar. ¿De qué sirve tener una habitación en casa llena de
libros que no vas a volver a leer? Suéltalos, que vuelen, que vayan de
mano en mano y que ayuden a otras personas tanto como a ti te ayudaron.
Toda la planta está llena de sofás, sillas, mesas y sillones que han
sido aportados por los vecinos y vecinas del barrio. Ni os imagináis
todo lo que han dejado en el edificio.
Al
subir a la primera planta, nos recibe una cocina inmensa. Neveras,
hornos y cocinas de butano se prestan a quien quiera cocinar. Justo al
lado, una pequeña despensa donde frutas y verduras se amontonan de forma
ordenada para conformar las bolsas que más tarde se repartirán a una
treintena de familias en precaria situación. Esos alimentos llegan de
Mercamadrid, el gran mercado de la capital que distribuye a todos los
comercios de la capital. Un grupo de personas va cada viernes al recinto
para recoger las frutas y verduras que tiran “por no estar en buen
estado”. Es decir, esas que llevan una mota, que está madura de más o
que no tiene un color perfecto y brillante. Pues con esa “basura” del
capitalismo, se alimentan más de treinta familias cada semana, además de
que durante los fines de semana se usa todo lo sobrante para hacer
suculentas comilonas gracias a algún que otro cocinero de excepción que
se deja caer por el edificio.
La cocina del Eko |
Junto
a esta zona, en mitad de la planta, hay una tienda libre. Es decir, una
tienda de ropa de segunda mano, la gran mayoría en perfecto estado, que
está sirviendo para que mucha gente que no puede permitírselo llene su
armario de cara al invierno, primero, y al verano, ahora. Decenas de
personas deambulan diariamente por la tienda, ya no solo recogiendo
ropa, sino ordenándola y clasificándola por talla, estilo y género.
Detrás,
la zona infantil. Un espacio dedicado a los más peques, que cada vez
nos visitan en mayor número. Además, varios maestros y maestras del
barrio se están organizando para ofrecer diversos talleres dedicados a
ellos. Hay talleres de pintura infantil, de trabajos manuales con
materiales reciclados, gymkanas, cuentacuentos… Decenas de actividades
destinadas a los niños y niñas del barrio que cada vez están más
entusiasmados con sus esporádicas visitas al Eko. Y, cómo no, todo
gratis.
Zona Infantil |
En la tercera planta, uno de los grandes éxitos del edificio: el BibliotEko. Una inmensa biblioteca, con más de 1000 ejemplares, que sirve para que muchas personas vengan a estudiar cuando les apetezca. Además, los libros se pueden llevar a casa basándose solo en la confianza mutua. No hay carnés, no hay control. Simplemente, una hoja donde cada uno apunta el libro que se lleva y la fecha. Cuando lo devuelve, se vuelve a apuntar la fecha, y listo. Es este espacio también zona de conferencias. Por el Eko han pasado decenas de importantes ponentes como Javier Couso, hermano de José Couso; Yayo Herrero, Germán Cano, Montserrat Galcerán...
La BibliotEko |
Han
pasado economistas, abogados, profesores de universidad, historiadores…
sin cobrar ni esperar nada a cambio más que el placer de disfrutar de
un espacio abierto donde contar todo lo que piensan sin tapujos ni
ambages. En esa planta, está también la Oficina de Derechos Sociales,
una oficina que semanalmente lleva a abogados y expertos en legal para
informar a las personas migrantes sobre sus derechos y las situaciones
que han de vivir actualmente, sobre todo relacionadas con el tema de
vivienda y desahucios.
La
cuarta planta se ha dejado a la Comisión de Arte. Allí elaboran
pancartas y carteles, e incluso graffitis, donde enseñan a los chavales
del barrio a perfeccionar la técnica de este arte. Además, desde hace
una semana funciona ya el taller de serigrafía, del que están saliendo
decenas de camisetas para ayudar a la autogestión. Por último, la quinta
planta se ha reservado para los ensayos. Grupos de teatro, de baile… se
organizan semanalmente para ensayar en un sitio amplio y diáfano sin
tener que pagar un elevado alquiler para hacerlo. Y en la terraza,
además de disfrutar de unas espléndidas vistas de Madrid, hay un huerto.
Aunque sí es cierto que, por falta de tierra, se ha trasplantado a
escasos 50 metros del Eko, donde los vecinos y vecinas de la Asociación
del barrio decidieron “abrir” un inmenso huerto para uso y disfrute de
todos los vecinos.
Cuentacuentos en la calle para los más peques |
Pero
el Eko es mucho más que esta división de plantas. El Eko es un espacio
donde se celebran semanalmente talleres gratuitos de fontanería, de
electricidad, de cerrajería, de teatro, de lectura compartida, de
cocina, de yoga, de meditación… El Eko es un espacio que, gracias al
trabajo desinteresado de cientos de personas, ha dado vida a un barrio
que estaba a punto de fenecer. Ahora es raro el día en que no hay más de
cien personas en el edificio, repartidas por las diferentes plantas y
participando de alguna de las muchas actividades programadas. Las
prácticas de los talleres han servido para cablear todo el edificio y
para meter tuberías a los baños. Y todo funcionando con los botes en la
barra. Con la verdadera autogestión. Con la solidaridad de quien pasa
por allí. Sin subvenciones ni ayudas. Y sin pecar de asistencialismo. A
la gente no se le ayuda sin esperar nada a cambio, sino que intentamos
enseñar a pescar en vez de regalar los peces. Y funciona.
La tienda libre del Eko |
Una
vez asentado en el centro, las patas del Eko están yendo más allá del
edificio. Se celebran cuentacuentos y gymkanas en los parques del barrio
a los que acuden decenas de niños. Hay mercadillos de trueque y de
intercambio de libros escolares. Hace apenas un mes se organizó el
FestiK junto a la Casa del Barrio, un colectivo de jóvenes que también
están desarrollando una actividad similar a la del Eko en Carabanchel
Alto. Se organizaron de forma autogestionada, contando con la
solidaridad de mucha gente, un total de doce conciertos en dos días y
una noche de música y poesía, en el Parque de las Cruces. Allí, a las
más de 3.000 personas que nos visitaron durante esos tres días se dieron
cuenta de que con solidaridad y autogestión se puede llegar muy lejos.
Sin
duda, es una alternativa a todo este mundo capitalista que nos rodea.
Es una luz al final del túnel que nos está dando la vida a todas las
personas que estamos allí. Ver a niños corriendo, a jóvenes debatiendo
con mayores o a grupos de todos los estilos y tendencias ensayando en el
local de ensayos que habilitaron en el sótano sin problema alguno, da a
entender que otro mundo y otros sistema son posibles. Y estamos
trabajando duramente para crearlo. Lo triste es que algunos de los que
lean este artículo se quedarán solo en el titular.