Sí, participo en un centro ocupado

Seis meses después de su apertura, el Eko se ha convertido en un centro referente en Carabanchel y en todo Madrid
David Val Palao en Vida y obra de un cronopio

Hace semanas que no me paso por el blog. Creo que la vorágine de la situación en la que estamos inmersos me empieza a sobrepasar. Manifestaciones diarias, situaciones de precariedad absoluta a mi alrededor, personas como tú y como yo que recogen comida de cubos de basura, familias enteras que son expulsadas de sus casas sin remordimiento alguno ni por los bancos ni por quienes ejecutan los desahucios. Despliegues policiales que impresionan, golpes, persecuciones y porrazos por doquier. Pero, a pesar de todo, cada vez más gente opta por responder al sistema. Opta por oponerse a todo lo que nos rodea y que desde hace décadas nos llevan inculcando en nuestra mente como la perfección más absoluta. O, al menos, como el menos malo de los sistemas conocidos. No aguantamos más. Queremos crear, queremos cambiar. Queremos inventar algo nuevo donde no haya opresores y oprimidos, donde no impere la ley del más fuerte y donde el único objetivo de vida sea llegar más alto que el de al lado, aun a costa de pisar cabezas.

Esta semana celebramos el sexto mes de El Eko, el espacio sociocultural liberado y autogestionado por la Asamblea de Carabanchel. He escrito varios artículos en referencia a este espacio que pusimos en marcha en el barrio hace ya medio año. Sí, es un centro ocupado. Esa palabra, ocupación, que tan desvirtuada ha sido en los últimos años tiene ya un nuevo significado para mí. ¿Qué es El Eko? El Eko es vida, es luz al final del túnel. Es un espacio donde todas las personas que acuden participan en igualdad de condiciones, donde la ayuda mutua y la cooperación es la base sólida que engrana todo el complejo.


Seis meses después puedo decir que estoy orgulloso. El edificio, de más de 3.000 metros cuadrados, llevaba más de una década cerrado. Lleno de escombros y basura. Hoy es un centro polivalente que acoge a todas las personas del barrio, sean autóctonos o migrantes, niños, jóvenes o mayores. Por eso apoyo sin fisuras este tipo de actuaciones. La ocupación, cuando, en el caso del Eko, la ejerces en el edificio de una empresa corrupta, que tiene a varios de sus altos cargos entre rejas, no es un delito. Al menos, no es un delito moral.

El Eko se divide en seis plantas y una terraza. En el sótano, las personas que estamos trabajando allí, que cada vez son más, se ha habilitado un escenario que, semanalmente, se abre a decenas de grupos que buscan una oportunidad. Por allí han pasado cientos de jóvenes para disfrutar de espectáculos gratuitos donde poder pasar la tarde sin tener que gastarse un duro para hacerlo. Han pasado grupos de punk, rock, de heavy metal, de jazz o de blues. Hasta de flamenco. Todo proyecto que respete unos principios básicos de horizontalidad y no enriquecimiento personal tienen cabida en ese escenario.


En la primera planta, hay un escenario para teatro, una pantalla para proyecciones, varias zonas de reuniones y una barra que hace las funciones de cafetería y recepción para todos los que llegan preguntándose qué le puede aportar el centro. Un calendario repleto de actividades recibe a los recién llegados. En El Eko no hay precios, porque creemos que todas las personas que lo visitan no disponen de los mismos recursos. Hay botes donde cada uno aporta lo que puede y cree conveniente por el refresco que va a tomar. Para mí un euro no supone mucho, pero para una familia que está en la calle y que apenas tiene dónde cobijarse significa dos kilos de arroz.

También encontramos ahí una zona de libros libres, porque creemos que la cultura ha de volar. ¿De qué sirve tener una habitación en casa llena de libros que no vas a volver a leer? Suéltalos, que vuelen, que vayan de mano en mano y que ayuden a otras personas tanto como a ti te ayudaron. Toda la planta está llena de sofás, sillas, mesas y sillones que han sido aportados por los vecinos y vecinas del barrio. Ni os imagináis todo lo que han dejado en el edificio.

Al subir a la primera planta, nos recibe una cocina inmensa. Neveras, hornos y cocinas de butano se prestan a quien quiera cocinar. Justo al lado, una pequeña despensa donde frutas y verduras se amontonan de forma ordenada para conformar las bolsas que más tarde se repartirán a una treintena de familias en precaria situación. Esos alimentos llegan de Mercamadrid, el gran mercado de la capital que distribuye a todos los comercios de la capital. Un grupo de personas va cada viernes al recinto para recoger las frutas y verduras que tiran “por no estar en buen estado”. Es decir, esas que llevan una mota, que está madura de más o que no tiene un color perfecto y brillante. Pues con esa “basura” del capitalismo, se alimentan más de treinta familias cada semana, además de que durante los fines de semana se usa todo lo sobrante para hacer suculentas comilonas gracias a algún que otro cocinero de excepción que se deja caer por el edificio.
La cocina del Eko

Junto a esta zona, en mitad de la planta, hay una tienda libre. Es decir, una tienda de ropa de segunda mano, la gran mayoría en perfecto estado, que está sirviendo para que mucha gente que no puede permitírselo llene su armario de cara al invierno, primero, y al verano, ahora. Decenas de personas deambulan diariamente por la tienda, ya no solo recogiendo ropa, sino ordenándola y clasificándola por talla, estilo y género.

Detrás, la zona infantil. Un espacio dedicado a los más peques, que cada vez nos visitan en mayor número. Además, varios maestros y maestras del barrio se están organizando para ofrecer diversos talleres dedicados a ellos. Hay talleres de pintura infantil, de trabajos manuales con materiales reciclados, gymkanas, cuentacuentos… Decenas de actividades destinadas a los niños y niñas del barrio que cada vez están más entusiasmados con sus esporádicas visitas al Eko. Y, cómo no, todo gratis.
Zona Infantil


En la tercera planta, uno de los grandes éxitos del edificio: el BibliotEko. Una inmensa biblioteca, con más de 1000 ejemplares, que sirve para que muchas personas vengan a estudiar cuando les apetezca. Además, los libros se pueden llevar a casa basándose solo en la confianza mutua. No hay carnés, no hay control. Simplemente, una hoja donde cada uno apunta el libro que se lleva y la fecha. Cuando lo devuelve, se vuelve a apuntar la fecha, y listo. Es este espacio también zona de conferencias. Por el Eko han pasado decenas de importantes ponentes como Javier Couso, hermano de José Couso; Yayo Herrero, Germán Cano, Montserrat Galcerán... 

La BibliotEko
Han pasado economistas, abogados, profesores de universidad, historiadores… sin cobrar ni esperar nada a cambio más que el placer de disfrutar de un espacio abierto donde contar todo lo que piensan sin tapujos ni ambages. En esa planta, está también la Oficina de Derechos Sociales, una oficina que semanalmente lleva a abogados y expertos en legal para informar a las personas migrantes sobre sus derechos y las situaciones que han de vivir actualmente, sobre todo relacionadas con el tema de vivienda y desahucios.

La cuarta planta se ha dejado a la Comisión de Arte. Allí elaboran pancartas y carteles, e incluso graffitis, donde enseñan a los chavales del barrio a perfeccionar la técnica de este arte. Además, desde hace una semana funciona ya el taller de serigrafía, del que están saliendo decenas de camisetas para ayudar a la autogestión. Por último, la quinta planta se ha reservado para los ensayos. Grupos de teatro, de baile… se organizan semanalmente para ensayar en un sitio amplio y diáfano sin tener que pagar un elevado alquiler para hacerlo. Y en la terraza, además de disfrutar de unas espléndidas vistas de Madrid, hay un huerto. Aunque sí es cierto que, por falta de tierra, se ha trasplantado a escasos 50 metros del Eko, donde los vecinos y vecinas de la Asociación del barrio decidieron “abrir” un inmenso huerto para uso y disfrute de todos los vecinos.
Cuentacuentos en la calle para los más peques

Pero el Eko es mucho más que esta división de plantas. El Eko es un espacio donde se celebran semanalmente talleres gratuitos de fontanería, de electricidad, de cerrajería, de teatro, de lectura compartida, de cocina, de yoga, de meditación… El Eko es un espacio que, gracias al trabajo desinteresado de cientos de personas, ha dado vida a un barrio que estaba a punto de fenecer. Ahora es raro el día en que no hay más de cien personas en el edificio, repartidas por las diferentes plantas y participando de alguna de las muchas actividades programadas. Las prácticas de los talleres han servido para cablear todo el edificio y para meter tuberías a los baños. Y todo funcionando con los botes en la barra. Con la verdadera autogestión. Con la solidaridad de quien pasa por allí. Sin subvenciones ni ayudas. Y sin pecar de asistencialismo. A la gente no se le ayuda sin esperar nada a cambio, sino que intentamos enseñar a pescar en vez de regalar los peces. Y funciona. 
La tienda libre del Eko
Una vez asentado en el centro, las patas del Eko están yendo más allá del edificio. Se celebran cuentacuentos y gymkanas en los parques del barrio a los que acuden decenas de niños. Hay mercadillos de trueque y de intercambio de libros escolares. Hace apenas un mes se organizó el FestiK junto a la Casa del Barrio, un colectivo de jóvenes que también están desarrollando una actividad similar a la del Eko en Carabanchel Alto. Se organizaron de forma autogestionada, contando con la solidaridad de mucha gente, un total de doce conciertos en dos días y una noche de música y poesía, en el Parque de las Cruces. Allí, a las más de 3.000 personas que nos visitaron durante esos tres días se dieron cuenta de que con solidaridad y autogestión se puede llegar muy lejos.

Sin duda, es una alternativa a todo este mundo capitalista que nos rodea. Es una luz al final del túnel que nos está dando la vida a todas las personas que estamos allí. Ver a niños corriendo, a jóvenes debatiendo con mayores o a grupos de todos los estilos y tendencias ensayando en el local de ensayos que habilitaron en el sótano sin problema alguno, da a entender que otro mundo y otros sistema son posibles. Y estamos trabajando duramente para crearlo. Lo triste es que algunos de los que lean este artículo se quedarán solo en el titular. 

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