Antes
de comenzar los razonamientos de esta entrada debo decir que en la
revitalización del asociacionismo juvenil en particular y el de adultos
en general, no me interesa hablar en absoluto de las asociaciones chiringuito. Podrán ser legales pero no me preocupan lo más mínimo. Que se busquen la vida ¿no era eso lo que querían? Pues ale, a correr.
En
esta entrada vamos a hablar fundamentalmente de la fórmula legal, la
dichosa Ley de 2002 que sólo ha ayudado a hundirlas un poco más. ¿Cómo
se puede tratar a una asociación juvenil de barrio, fiscal y
administrativamente hablando, como si fuera una gran ONG?
Pues
eso, todos los que aprobaron esta ley y los que no hicieron nada,
pudiendo hacerlo, son los auténticos zotes de este asunto.
Lo
que hicieron simplemente fue actualizar la eterna ley de 1964 con las
incorporaciones legales hechas en 1977 y 1988 y, sobre todo, darle alas a
las asociaciones prestadoras de servicios sin ninguna carga ideológica y
me refiero con la palabra ideológica a entidades que buscan el interés
general y no el particular de sus tres miembros.
Han
cambiado muchas cosas en la sociedad y la forma de organizarnos pero
para los poderes públicos aún estamos en 1964 pero con negocio. No se
han atendido a las nuevas formas de participación juvenil y muchas
iniciativas quedan en el limbo para desesperación de sus promotores.
Propongo:
Una ley que diferencie tres grandes apartados dentro del movimiento asociativo, a grosso modo:
- ONG´s que reciban más de, por ejemplo, 100.000 € entre todas sus aportaciones. Fiscalización anual de sus cuentas y reguladas por un ente elegido por y entre ellas para que realice un código ético y vele por la garantía de sus actuaciones en beneficio del bien común, que para eso están. Son profesionales y se les debe exigir como a tales.
- Asociaciones tradicionales que mueven menos de 100.000 € anuales. Aquí entrarían las de toda la vida: tipo scout, secciones juveniles, etc…que no verían muchos cambios salvo el imprescindible código ético común y un órgano, también elegido por todas, que vigilara a las asociaciones-chiringuito y las expulsara sin contemplaciones una vez comprobada su actuación en beneficio del bien…de su bolsillo.
- Asociaciones que se crean para una actuación específica.La base para que empiecen a brotar iniciativas. Cualquier grupo de jóvenes con una iniciativa tendrían amparo legal y administrativo con sólo cumplimentar un acta con los miembros promotores y registrarla, cuando acabara la actuación concluiría la vida del grupo, salvo que quieran seguir y entonces solicitarían el nivel 2. ¿Para qué queremos inscritas en el registro miles de asociaciones que ya no existen? Hay que agilizar y simplificar los trámites para que gente que no está acostumbrada a ellos no lo ponga como excusa para no hacer nada.
Y,
por último, nada de regímenes especiales para la iglesia o
departamentos de juventud de sindicatos o partidos, aquí todos tenemos
la misma ley y no hay exenciones especiales para nadie.
Pues
eso, en líneas muy generales esto es lo que creo se debería de hacer,
en un primer estadio, para ordenar el sector legalmente. En posteriores
entradas desarrollaré los pormenores de cada uno de los tres niveles ya
que hay tela que cortar.
A
continuación, hablar de los órganos interlocutores. Hasta ahora hemos
tenido los Consejos de Juventud en sus diferentes ámbitos y por mucho
que me duela, ya que pertenecí a uno de ellos a finales de los ochenta y
principio de los noventa, han sido un ente fallido. Por muchas causas,
pero fallido al fin y al cabo. ¿Qué hacía el CJE cuando se aprobó la
nefasta ley de 2002 que pegaba un tiro al asociacionismo juvenil?
Los
Consejos de Juventud se fueron convirtiendo en Direcciones Generales de
Juventud, segunda parte. Se dedicaron a todo menos a su competencia:
las asociaciones. Es esperpéntico ver páginas webs de estas entidades y
observar que entre sus contenidos figuran apoyos y reivindicaciones
hasta del amparo de la tortuga mora (que me parece muy bien) pero
ninguna referencia al mundo asociativo. Además, si las asociaciones
están bajo mínimos ¿para qué queremos los consejos? ¿No habría primero
que revitalizar ese movimiento asociativo y que estos decidieran qué
tipo de entidad quieren para defender sus intereses comunes, si es que
la quieren? Estamos hablando de participación juvenil.
Lo
que más siento no es que se vayan disolviendo, ya que no tienen sentido
en este momento, sino que muchos buenos profesionales están sin cobrar
meses y su situación no es la mejor, incluso no dudo de la buena
intención y trabajo de algunos de sus dirigentes pero, llegado el caso,
hay que examinar la naturaleza de las cosas y no sólo el día a día.
No
podemos hacer las cosas de forma vertical como se hizo con los Consejos
de Juventud en los ochenta. Primero que haya asociaciones y luego que
éstas decidan qué clase de órgano quieren para representarlas en su
conjunto y con unos objetivos claros y concisos; que su razón de ser
sean las entidades y no hacer actividades sin sentido alguno y que, a
veces, hasta entran en competencia con las mismas organizaciones
miembro.
Estos
mismos argumentos valdrían para Plataformas y Coordinadoras diseminadas
por toda la geografía del estado. Hagamos una casa con buenos cimientos
y primero la base, lo importante: las asociaciones y colectivos, y
luego la guinda: los Consejos, Plataformas y Coordinadoras.
Una
cosa que siempre le ha faltado a las organizaciones es la autocrítica y
ver que ellas también tienen responsabilidad en su actual situación. Lo
fácil ya sabemos: la culpa la tiene la administración. Sí, pero tú
también.
Con este panorama es necesario eso del borrón y cuenta nueva. Y esto vale para todos.
Para finalizar, dos anécdotas en plan autocrítica. De vez en cuando hay que reírse de nosotros mismos.
- Libros de socios con más de 100 inscritos en el que sólo se diferenciaban 8 apellidos.
- Consejos
de juventud en donde, según los certificados que aportaban las
entidades, había más jóvenes asociados que personas entre los 14 y 30
años vivían en esa comunidad autónoma.