El ejemplo como referencia educativa, social y política

Que hemos sufrido una pérdida de valores, es un hecho. Que la ética está fuera de la generalidad en el comportamiento, es un hecho. Que, como decía en uno de los post de este blog, aplaudimos a rabiar  a un alcalde que ingresa en prisión por sinvergüenza y lo llevamos en volandas a las puertas de la cárcel por ser “nuestro ladrón” y no el de los otros, es un hecho. Que el que no engaña es un tonto del haba y si defraudan los ricos no voy a hacerlo  yo que soy un desgraciado, es un hecho. O cambiamos o la pobreza y la miseria mental se apoderarán de todo.


Y el cambio ha de darse mediante el ejemplo o la ejemplaridad, llamadlo como mejor os convenga. Difícil, sí. Casi imposible, vamos. Pensando en el futuro de todos, es la de las pocas salidas que nos quedan y hay que trabajarla a todos los niveles.

No estoy preocupado por mi generación, la de los ochenta. Ni por generaciones anteriores. Si me apuráis, tal y como está el panorama,  ni siquiera por la actual. Pero los que vienen detrás van a encontrar un solar, tanto ético como social, cultural y económico. Y educativo, lo principal de todo, la llave de todas las cerraduras.

Veo poco hablar de ética en medios de comunicación – bueno, estos hablan  de nada y sobre todo de cosas insustanciales como aquellas personas de China de pié agarrando un colchón para caer como piezas de dominó y batir un record de algo- en las redes sociales, en reuniones de partidos, sindicatos y colectivos. Será porque estamos pendientes del aquí y el ahora y en pensar cómo vamos a salir del agujero.

Lo triste es que, mientras pensamos como huir del abismo, estamos haciendo el hoyo más profundo y olvidándonos de construir una sociedad más solida amparada en la ética.

Los que se dedican al tema de la atención a drogodependientes saben que hasta que no se toca fondo es difícil que una persona tome la decisión de intentar dejar su dependencia. Y ese es un punto de partida para lograr tener una vida. Nosotros, como sociedad, estamos tocando fondo pero no pensamos en ningún momento en fórmulas que vayan más allá del pan de mañana. Y lo entiendo, por encima de todo es un sentimiento humano en el que también estoy.

Pero ¿dónde están los pensadores, intelectuales, escribidores insaciables de libros sobre cómo es la juventud del ayer, del hoy y del mañana? ¿Ya no hay parné para libros e informes? Pues si tanto les interesaba a ustedes el tema escriban un blog, es gratis, e intenten difundir ideas para que no nos estalle en la cara la bomba de relojería que es una sociedad sin valores, o al menos inténtenlo, joder.

No me ha dado un ataque de “buenismo” ni siquiera aspiro a vivir, o más bien mis hijos, en “mundohappy”, sólo intentar que se reconozca social, cultural, política y económicamente al que da ejemplo al resto. Ejemplo de comportamiento ético ante su profesión. 

Me gustaría que los niños tuvieran referencias de todo tipo de personas famosas que han elegido que su comportamiento sea intachable pero me fliparía aún más que se fijarán en la actuación de sus padres, maestros, profesores, educadores, monitores.

Pequeños actos diarios que se convierten en hábitos para quien los hace y para los que los ven. Y ya sabemos que la mejor técnica educativa es el hábito.

 Los niños en un campamento deben ver que el último que se sirve la comida es el que más responsabilidad tiene,  los alumnos han de observar que su maestro o profesor se esfuerza con todos y les tienen respeto y no está por allí de paso ante una banda de cafres. Algunos funcionarios, que los hay, no puede dejar de atender a un ciudadano porque está hablando por teléfono con un amigo. Sencillamente, NO PUEDE. Y si lo hace, lo siento pero no me dará pena ninguna lo que le pase.  Que sí, que sí, que también hay gente así en todos lados pero no conozco esas profesiones y apostaría un recibo de autónomos a que con el tiempo la actitud de educadores y funcionarios exigirían un cambio en el resto. ¿Por qué?

Porque la sociedad estaría preparada para reclamar y ser crítica. No toleraría el engaño en un taller mecánico, ni en unos grandes almacenes que ponen precios de rebajas y en realidad lo que hacen es poner en la etiqueta un precio antiguo más elevado para luego cobrar lo mismo que antes de las rebajas, ni al interventor de un banco que me está vendiendo una milonga, ni al carnicero que me da la peor carne porque sabe que no soy un experto y aprovecha para metérmela doblada, ni siquiera el bar que para sacar un euro más por copa me está rompiendo la salud vendiéndome alcohol de peor calidad.

Y no querría alcaldes corruptos, ni concejales incapaces, ni funcionarios en los mercados, ni directivos codiciosos, ni banqueros que no devuelvan a la sociedad lo que esta les ha dado, ni políticos sin vocación alguna para el servicio público, ni nadie que cobre de la administración de forma fraudulenta.

Tampoco monitores que comieran antes que los niños.

Y todo esto, me temo, que se trabaja a través del ejemplo, de servir de referentes cercanos a los más jóvenes y esta papeleta nos toca a nosotros, a los que nos enorgullece la palabra educador, a los que nos interesa lo público en toda su dimensión y no sólo para ganarnos la vida. ¿Siempre nos toca a los mismos? Pues sí, pero tenemos opciones, si no nos gusta, lo dejamos y a otra cosa. Soy crudo, sí, pero más crudo es lo que nos espera. Manos a la obra y a dar ejemplo, en tu casa, en la escuela e instituto, en la asociación, en el curro, con tus vecinos.

Sí, quizás me imagine un “mundohappy” y cuando anunciaron una reformulación del sistema capitalista sentí ciertas esperanzas pero la naturaleza humana es como es.

Un amigo me dice que estamos empeñados en echarle la culpa de todo a las cosas y a las ideas pero que el problema somos nosotros. La  respuesta es fácil: sí, somos capaces de lo peor y lo hemos demostrado y seguimos haciéndolo con creces, pero también de lo mejor. La historia está en  cómo convencer que esto último también enriquece a las personas, de forma diferente pero las enriquece.  Y también, creo, que el ejemplo es una forma de comenzar a trabajar.

Y claro está, todo esto debe estar amparado por manifiestos de conducta a pequeña escala, en las organizaciones, partidos, sindicatos, colectivos, vecinos. Que se recupere algo tan sustancial a la animación sociocultural como los códigos éticos y, por supuesto, que las leyes nos amparen, que la Universidad deje de ser un mamut paleolítico y que cualquiera que vaya a ejercer una labor pública firme un compromiso de comportamiento. A la segunda que haga, a la puta calle. (1)

(1)         Lamento comunicar que los seres humanos no somos perfectos y que cualquiera puede  meter la pata en un momento determinado.

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