Estos días se ha celebrado en la Universidad Púbica de Navarra un seminario sobre Innovación e Investigación en la Cultura Contemporánea. El análisis de la crisis económica y su influencia en el sistema cultural fue uno de los principales temas de discusión. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que, debido a los efectos devastadores de la actual situación económica, un modelo de financiacion de la cultura pública ha llegado a su fin y todo indica que se abre una nueva época en la que la iniciativa privada está llamada a jugar un papel destacado. Aunque algunos seguimos empeñados en poner en valor el papel de las administraciones públicas para preservar el valor social del arte y la cultura, parece ser que determinados sectores de la denominada sociedad civil económica han llegado a la conclusión de que, definitivamente, ha llegado el tiempo de un cambio de paradigma y que ahora las fuerzas económicas del tejido empresarial van a asumir un papel impulsor del sector cultural, de acuerdo con las obligaciones derivadas de su responsabilidad social corporativa.
En el centro de la discusión se encuentra el Ministerio de Cultura que, por un lado, trata de que la hecatombe no se convierta en ruina definitiva del sistema de protección público, protegiendo los presupestos hasta los límites posibles y, por otro, intentando elaborar nuevos instrumentos jurídicos que permitan la integración de la economía privada en la financiación de la cultura. En este sentido, parece ser que la subsecretaría de industrias culturales tiene avanzado un borrador de propuesta de ley de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de incentivos fiscalesy de ayuda al mecenazgo que vendría a dotar de instrumentos legales a esta nueva fase. El representante del Ministerio de Cultura insitía, una y otra vez, en que esta ley se plantea como una herramienta complementaria y nunca como un subterfugio para que el Estado cancele sus compromisos sociales.
Los profesionales de la cultura siempre hemos reclamado una mejora de la actual ley de mecenazgo para que, efectivamente, las empresas y patrocinadores particulares puedan contribuir con mayor facilidad al fortalecimiento del tejido cultural, pero siempre en el marco de una política que garantice el papel central de las administarciones públicas y posibilite la función subsidiaria de las empresas.
A pesar de la buena voluntad del Gobierno, el pesimismo se está instalando en el sector. Algunos consideran que tras la excusa de la crisis y con el argumento de que entre las principales prioridades sociales no se encuentra el fomento del arte y la cultura, lo que se avecina es un desmantelamiento definitivo de un modelo cultural que tiene en lo público su pricipal fuente de financiación.
En este contexto de cambios se estàn consolidando otras formas de pruducción colectiva basadas en el interés común, ni públicas, ni privadas que permiten mediante pequeñas aportaciones la participación comprometida de la ciudadanía, auténtica sociedad civil. Estas plataformas de microfinanciación masiva, como Goteo, Verkami, Lánzanos, que continúan en España la labor iniciada por la pionera Kickstarter, estàn emergiendo con fuerza en este nuevo panorama y se postulan como una alternativa real que permite a la “multitud” tomar también parte activa en la financiación de la cultura. Esta economía conocida como crowdfunding no ha hecho más que empezar y ya ha conseguido financiar cientos de proyectos, entre los que merece la pena destacar las películas “El cosmonauta” o la excelente comedia, recién estrenada, “El mundo es nuestro”, la iniciativa “Crowdfoundparato”, para facilitar los costes de una denuncia colectiva contra el expresidente de Bankia, y exministro de economía Rato, o “Tuderechoasaber.es”, que pretende facilitar el ejercicio del derecho de acceso a la información pública. Muchas de estas iniciativas se inscriben en el carácter participativo de la tradicional cultura del donativo, pero intenta ir mas allá del gesto individual, más cercano al acto caritativo, para abundar mucho más en el carácter social, comunitario. Del mismo modo, estos nuevos fenómenos de recaudación solidaria se inscriben en la potencia de las redes sociales surgidas en el entorno de Internet. La suma de muchos individuos conectados produce un efecto de multiplicación exponencial de la comunicación y, en consecuencia, de la información y la publicidad de los productos. Estas redes se presentan como nuevas vías parabla inversión social con retornos colectivos y se proponen como una alternativa, también complementaria,a la financiación derivada de instituciones públicas, empresas y otras entidades privadas, reactivando la corresponsabilidad de la sociedad civil participativa. Segùn sus propias palabras, una oportunidad -más ahora en tiempos de crisis y recortes- para que las personas y organizaciones puedan llevar a cabo con éxito proyectos socialmente rentables, sostenibles y perdurables en el tiempo.
En fin, más allá de los deseos e intereses particulares, parece evidente que se abre un nuevo tiempo donde, queramos o no, serán necesarias fórmulas mixtas de gestión de los recursos, una nueva generación de de hábiles gestores y, sin duda alguna, un tiempo largo de reajustes en la economía de la cultura. En cualquier caso tiempos difíciles.