Antonio Alcántara | Quaderns d’Animació i Educació Social en julio del 2009.
Los equipamientos juveniles y los
proyectos socioculturales son espacios propios de la intervención social
y educativa del animador y el educador. Los diferentes intereses,
encargos, finalidades, objetivos, marcos de actuación, definición de
conceptos, y metodologías, hace que el status y el rol del animador/a y educador/a sea muy diversos, según el modelo de gestión donde se encuentre trabajando.
La realidad de estos equipamientos y proyectos es muy variada, pudiendo
estar gestionados por empresas privadas, por administraciones públicas o
por asociaciones sin afán de lucro.
Este último modelo es el que conocemos como Gestión Directa. En
un tiempo de subcontratas y externalizaciones, es interesante poner luz
sobre un modelo diferente y especial, pero no nuevo, ya que lleva
funcionado desde hace mucho años . Un modelo de participación
directa que se ha dado en las barriadas y periferias de grandes
ciudades. En Barcelona podemos hablar de Sant Martí, Cornellà, 9
Barris,…
La Gestión directa es llevada a cabo por
entidades juveniles sin afán de lucro donde la participación de los
jóvenes es el motor de dinamización y transformación de la persona y el
entorno. Esta característica intrínseca al modelo define el marco de
actuación del animador y el educador.
Con el fin de explicarlo me veo obligado a
hablar sobre una realidad concreta que por conocimiento es la de 9
Barris pero podría ser cualquier otra barriada con características
similares. Situamos este territorio en la periferia de Barcelona,
aquella parte de la ciudad que nunca sale a los planos turísticos. Una
zona con una historia y una realidad muy concreta. Una realidad de
inmigración, de autoconstrucción de viviendas, de autoorganización
vecinal con el fin de hacer el alcantarillado de la calle o conseguir un
ambulatorio. Una realidad donde los mismos vecinos y vecinas
han sido protagonistas y motores de la transformación social y cultural
que han sufrido ellos y el territorio. Vecinos y vecinas
convertidos sin saberlo, en animadores/as socioculturales, llenos de
energía, comprometidos con su comunidad y con concisos objetivos. Una de
las reivindicaciones y realidades más claras y contundentes ha sido la
Gestión Directa de los equipamientos y proyectos socioculturales en el
territorio conseguidas a base de lucha y reivindicación.
Entendemos por Gestión Directa cuando los
jóvenes, como vecinos y vecinas, asumen directamente la responsabilidad
que les corresponde y no delegan en las manos de otros las decisiones y
acciones que a ellos y a ellas les incumbe.
Sea trabajando a través de dinero público
(Gestión Cívica) o a través de la autogestión rompen con la idea del
miedo a la libertad sobre la que hablaba Eric Fromm al libro del mismo
título. Son ellos los que viven directamente la realidad sobre la que
quieren incidir.
Es muy larga la lista de equipamientos y
proyectos socioculturales gestionados por entidades vecinales sin ánimo
de lucro: desde la okupación de la planta asfáltica que fue reivindicada
y convertida en el Ateneo Popular 9 Barris, la okupación consentida del Centro Cultural Ton y Guida, la Masía de Can Basté recuperada del abandono para convertirse en centro cultural, el Casal de barri de Prosperitat, la Cosa Nostra en Can Peguera,; los Planes Comunitarios gestionados por Asociaciones de Vecinos en Trinitat Nova y Verdum o por Plataformas de Entidades como la de Roquetes; la Asamblea por la Vivienda digna, la xarxa 9Barris Acull, la Coordinadora Cultural y un largo etcétera.
Pero centrándonos en lo que más nos interesa vemos la fuerza de las entidades juveniles con tres Casales de jóvenes autogestionados (Roquetes, Guineueta y Prosperitat). También encontramos tres espacios okupados y gestionados por jóvenes y adultos del territorio como los huertos de Can Masdeu, el Centro cultural 3 Voltes Rebel o el Taller de auto reparación de bicis de Roquetes.
La existencia de equipamientos y
proyectos gestionados por jóvenes no es casualidad. Sino que surge de
las luchas vecinales y la autoorganización social en los barrios. Es
decir surge de la participación directa de los jóvenes , al mismo nivel
que el resto de vecinos y vecinas en torno a unos objetivos concretos.
Unos objetivos que son fruto de la detección y priorización de
necesidades concretas de su realidad más cercana, de la realidad que
mejor conocen. Podemos deducir que este concepto de gestión no surge por la voluntad de las administraciones públicas. De lo contario sería el modelo más extendido o hacia el que se encaminarían la mayoría de políticas sociales o culturales.
Tenemos que considerar como objetivos de
la participación directa la mejora de la persona -del individuo- y la
mejora de la comunidad,- el colectivo-. En la persona se trata
de una herramienta personal, de mejora del joven. Una herramienta que
dota de beneficios culturales, laborales, sociales y de aprendizaje
técnico. Al mismo tiempo podemos hablar de aquel beneficio tangible,
como poder ver una película sin ningún coste económico en pantalla
grande o intangible como la satisfacción de conseguir una mejora por y
desde los jóvenes del barrio.
En el colectivo se trata de una
herramienta comunitaria, una herramienta de mejora del entorno. La
participación en relación al colectivo nos da una serie de beneficios
culturales, laborales, relacionales y sociales,…..
Al mismo tiempo podemos diferenciar entre
tangibles, como la realización de un concierto de Fiesta Mayor para
sacar fondos para la lucha por una Vivienda Digna, o intangible como el
enriquecimiento que aporta la buena convivencia entre jóvenes de
diferentes culturas.
Al mismo tiempo tenemos que entender una
metodología basada en la cultura y el apoyo mutuo como herramientas de
transformación social. Por lo tanto podemos encontrar un taller de
costura en el que se traten soluciones vecinales a los problemas de la
vivienda o a la planificación familiar. La participación en los
proyectos gestionados por entidades juveniles sin ánimo de lucro no es
una cosa puntual o efímera. Es un proceso con inicio, nudo y desenlace y
volver a empezar. Y como en todos los procesos, tenemos que
tener presentes, como animadores/as y educadores/as, que se pueden
producir cambios que harán variar las funciones y tareas de la
dinamización de manera rápida. Nunca podemos olvidar que las personas
que participan en estos proyectos dedican su tiempo de manera
voluntaria, y que la vida del/la joven puede cambiar (por estudios,
trabajo, pareja,…) y variar su tiempo de dedicación al proyecto.
Al mismo tiempo la participación del joven en este tipo de proyectos es un aprendizaje. Un
lugar para aprender con valores y metodologías generalmente diferentes a
la realidad que tenemos alrededor y que nos enseñan de pequeños. Un
aprendizaje que con el transcurrir de los años hacen que la vecina joven
que participa en el Casal Jove pase a participar en la Asociación de
Vecino/as como vecina adulta. Es un aprendizaje de maneras de
funcionar basadas en valores y practicas como el respeto, el diálogo, el
consenso, la creatividad, el asamblearismo, la horizontalidad, el bien
de la comunidad en frente de un mundo exterior basado en la imposición,
la jerarquía, el consumismo, la verticalidad y el individualismo. En la
participación directa los/las jóvenes son los protagonistas,
precisamente por eso, porque puede decidir.
Decidir para la transformación de la
persona y su entorno. Para participar es imprescindible conocer y tener
información, analizar la realidad, decidir qué quieres hacer y como
actuar incidiendo sobre el entorno, evaluar los resultados y volver al
inicio del proceso de nuevo. Unos principios de actuación en la línea de
lo que plantea Paulo Freire. La persona y el colectivo se convierten en protagonistas de su vida y de lo que la rodea. ¡Deciden!
El educador/a o el animador tiene que trabajar para ayudar y facilitar la participación en este tipo de modelo haciendo que los proyectos sean:
- Consensuados: con una finalidad, y objetivos definidos y claros. Se tiene que saber hacia dónde se camina y qué valores describen el proyecto.
- Abiertos: con diferentes niveles y espacios de participación y decisión donde se pueda aportar y decidir sobre el funcionamiento, líneas de trabajo, de cosas concretas o generales. Espacios que pueden ser espontáneos e informales, como una conversación sobre una fotografía que deriva en la realización de una exposición colectiva, o espacios pensados y organizados como una comisión de programación.
- Diversos: dónde compartiendo los mismos valores se pueda trabajar de diferentes formas. Las personas y los colectivos no tienen que participar de una única manera, ni tienen que tener el mismo nivel de implicación.
- Dinámicos: con itinerarios donde la persona y los colectivos pueden desarrollar un proceso de implicación en el proyecto. Podríamos entender diferentes pasos en un itinerario como consumir una actividad, posteriormente organizar la actividad, después decidir sobre qué actividades se realizan y finalmente qué tipo de proyecto queremos.
- Compartidos: donde la corresponsabilización, la colaboración y el trueque sean base del funcionamiento. La persona y el colectivo que participan tienen que compartir todo lo que implica el proyecto con el resto de miembros. Desde un buen día, a los presupuestos, pasando por un videoprojector.
- Cálidos: basados en unas buenas relaciones interpersonales donde el calor humano y hacer piña marquen el talante.
- Autónomos: con independencia en las decisiones. Evitar el intervencionismo por parte de agentes externos, como la administración o la empresa privada.
Al mismo tiempo el educador/a o animador en este tipo de proyectos tiene que trabajar unas líneas concretas de acción como:
- Transmitir los valores del proyecto y la importancia de la autoorganización social y la coresponsabilización.
- Facilitar recursos.
- Dar autonomía, dejar que se camine, no darlo todo hecho a los jóvenes y sus colectivos.
- Hacer posible los sueños de color en uno mundo gris, aunque el color que se pinte no sea el más bonito o no se utilice la mejor pintura.
- Abrir el camino. Mostrar que lo que parece imposible es posible.
- Permitir lo diferente y la equivocación.
- Concebir el conflicto como un proceso de aprendizaje y crecimiento, por lo tanto como algo positivo.
- Ser consciente de los diferentes procesos del individuo y los colectivos. No se nace aprendido.
- Crear y mantener mecanismos de interrelación entre los diferentes espacios de participación.
- Transparencia, sobre lo que se decide y se hace en todos los espacios de participación.
- Crear mecanismos para que llegue y fluya la información de manera constante entre los diferentes espacio de participación
- Fomentar la interrelación entre los diferentes espacios de participación creando lugares de encuentro, actividades comunes,…
- Conocer, cuidar y empujar los itinerarios de la persona y los colectivos.
- Utilizar las nuevas tecnologías, siendo muy consciente de sus límites.
- Comunicar el proyecto, difundirlo e informar en el territorio que lo rodea.
- Utilizar los medios cerrados como las salas del equipamiento y utilizar el medio abierto como las plazas y las calles.
- Y, como gran reto, hacer partícipes a los nuevos vecinos llegados procedentes de otros lares y culturas.
En los proyectos y equipamientos juveniles socioculturales con Gestión Directa se
cumple una máxima de la educación en la que el joven trabaja todas sus
capacidades para desarrollarse adecuadamente en su entorno, como un
sujeto activo y comprometido con la realidad que vive. Una
formación y madurez intelectual que lo permite asumir su propio
desarrollo y el del entorno en lo que pertenece. Se asientan las bases
de una sociedad civil participativa, autónoma, independiente, y crítica
capaz de hacer evolucionar su entorno.
Antonio Alcántara Alcántara
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