El pueblo español y otros europeos hemos comenzado a vivir bajo una tiranía.
Quienes nos imponen estas políticas cuentan
ya con un determinado grado de respuesta y rechazo social (“pueden hacer
mil marchas, mil huelgas, nada cambiará”, decía Menem en julio de 1997
en la Argentina que sufría entonces lo mismo que ahora los pueblos
europeos). Por eso no basta con respuestas aisladas y desunidas. Hay que
reaccionar frente al tirano con el único medio al que nunca podrán
vencer: la máxima unidad ciudadana, la desobediencia civil y el sabotaje
pacífico, siempre pacífico, y democrático de sus normas e imposiciones.
Sin miedo y con esperanza, porque Gandhi lo dijo bien claro: “Siempre
ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo, han parecido invencibles.
Pero siempre han acabado cayendo. Siempre”.
Las
autoridades imponen políticas que provocan daños económicos, físicos y
morales a la mayoría de la población. Reducen los ingresos y aumenta la
pobreza y la exclusión (solo entre 2009 y 2010 aumentó en 1,1 millones
el número de personas pobres en España). Disminuyen la financiación de
los servicios públicos básicos, lo que hace que aumente la mortalidad,
las enfermedades y todo tipo de daños psicológicos y personales (la tasa
de mortalidad ha aumentado un 20% en Portugal desde que empezaron a
adoptarse las políticas de ajuste y la esperanza de vida ha bajado por
primera vez en España). Recortan los derechos de los más desfavorecidos
al mismo tiempo que aumentan los privilegios de quienes gozan de más
renta y riqueza (la desigualdad aumentará en España un 9% en 2012 como
consecuencia de los recientes ajustes fiscales del PP).
Además, imponen estas medidas recurriendo a todo tipo de mentiras.
Dicen
que las toman para mejorar la economía pero esta está peor que antes de
tomarlas. Nuestra prima de riesgo esta más de 400 puntos por encima de
la que había en mayo de 2010 cuando empezaron los recortes que Zapatero y
luego Rajoy dijeron que había que tomar para que bajase.
Dicen
que las reformas del mercado laboral son para crear empleo y lo que
sucede es que la tasa de paro está cinco puntos más alta que antes de
aprobarse.
Dicen que hay que reducir el gasto social para
disminuir la deuda y resulta que ahora está casi 17 puntos más arriba en
porcentaje sobre el PIB que hace dos años porque lo que ocurre,
lógicamente, es que con menos gasto público se generan también menos
ingresos en todas las actividades.
Dicen que hay que reducir el
gasto en personal público porque no hay dinero pero privatizan servicios
a base de contratos a favor de empresas privadas que son más caros que
el personal que ahorran. Así ha pasado, entre otros muchos casos, con la
privatización del servicio de expedición de vidas laborales de la
Seguridad Social pagando 4,7 millones de euros a una empresa privada.
Dicen
que no hay dinero pero se sacan de la manga cuando les conviene miles
de millones para salvar a los banqueros corruptos, conceden amnistías
fiscales, desmantelan la lucha contra el fraude fiscal y renuncian a
obtener los ingresos que podría proporcionar combatirlo de frente y
eficazmente. Solo en pago de deuda ilegítima que deberíamos repudiar nos
hemos gastado en 2008, 2009 y 2010 algo más de 122.800 millones de
euros.
Dicen que todas esas medidas son imprescindibles para salir
de la crisis pero la realidad indiscutible es que no hay ninguna
experiencia en el mundo de algún país que haya salido de una parecida
adoptando este tipo de políticas. Al revés, le han hecho frente mejor
quienes hacen lo contrario.
Y entre tanta estafa y falsedad,
nuestras instituciones han quedado viejas y resultan inútiles. Ni el PP
ni el PSOE son capaces de aportar soluciones a la situación ni de
enfrenarse con inteligencia, valentía y dignidad a las imposiciones de
los poderes financieros. Pero no tienen inconveniente en repartirse
cerca de 25 millones de euros en subvenciones solo para el primer
trimestre de 2012, según acaba de publicar el Boletín Oficial del
Estado.
El Presidente del Gobierno ha reconocido ante el Pleno del
Congreso de los Diputados que en España no tenemos libertad, y ninguna
institución, ningún juez, ningún fiscal, ningún partido pide cuentas por
reconocer que la voluntad del pueblo ha sido secuestrada.
El Rey,
cuya función constitucional es la de arbitrar con equidistancia, toma
partido y gobierna a favor de la oligarquía que se beneficia de estas
políticas y de los recortes con los que está en desacuerdo el 70% de la
población española.
La Constitución es un papel mojado porque no
garantiza el ejercicio de derechos básicos, ni la soberanía nacional, ni
el libre albedrío de todos sus ciudadanos, ni la defensa de nuestro
patrimonio ni la de los intereses económicos de la Nación española, ni,
por supuesto, la libertad que Rajoy reconoce sin inmutarse que nos han
robado.
Y en Europa se asienta el cerebro del Tirano: no hay
manera democrática de hacer frente a las imposiciones de la banca, cuyos
antiguos directivos han tomado al asalto las grandes instituciones, y
donde sus autoridades incluso comienzan a declararse, como en el
Estatuto del Mecanismo Europeo de Estabilidad, inmunes e inviolables
(artículo 35.1) decidan lo que decidan y hagan lo que hagan.
Los
españoles no tenemos por qué aceptar la traición de nuestros gobernantes
y la imposición de políticas injustas y basadas en mentiras, que solo
benefician a las minorías privilegiadas, ya salgan de La Moncloa, de
Bruselas o del mismo infierno. “Cuando el gobierno viola los derechos de
los ciudadanos la insurrección es para el pueblo, y para cada porción
del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus
deberes”, tal y como decía el artículo 35 de la Declaración de los
Derechos del Hombre de 1793, porque, como también afirma la Declaración
Universal de los Derechos Humanos en su Preámbulo, el pueblo tiene el
“supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Si
los pueblos no hubieran ejercido estos derechos, si no hubieran
desobedecido leyes injustas como las que se imponen ahora, si en lugar
de ello hubieran obedecido “con responsabilidad”, como pide la
Secretaria General del PP, todavía habría esclavitud, todavía los negros
serían considerados seres de rango inferior, y las mujeres ni podrían
votar ni tomar decisión alguna sin el permiso de sus padres o maridos.
¡Ya
está bien de obedecer a los tiranos que gobiernan contra el pueblo! Hay
que reclamar sin miedo elecciones generales para acabar con la estafa
electoral protagonizada por el PP y con la ineficacia y corrupción de
los partidos instalados en el sistema nacido de la transición, hay que
abrir paso a una nueva Constitución que salvaguarde de verdad nuestra
soberanía nacional y el ejercicio de los derechos básicos, que combata
la corrupción como a un cáncer maligno, que obligue a respetar los
principio de equidad y justicia fiscal, que proporcione nuevos medios de
participación social y ciudadana… que no permita nunca más la vergüenza
de estar gobernados por un presidente al que le dé igual que hayamos
perdido la libertad.
Quienes nos imponen estas políticas cuentan
ya con un determinado grado de respuesta y rechazo social (“pueden hacer
mil marchas, mil huelgas, nada cambiará”, decía Menem en julio de 1997
en la Argentina que sufría entonces lo mismo que ahora los pueblos
europeos). Por eso no basta con respuestas aisladas y desunidas. Hay que
reaccionar frente al tirano con el único medio al que nunca podrán
vencer: la máxima unidad ciudadana, la desobediencia civil y el sabotaje
pacífico, siempre pacífico, y democrático de sus normas e imposiciones.
Sin miedo y con esperanza, porque Gandhi lo dijo bien claro: “Siempre
ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo, han parecido invencibles.
Pero siempre han acabado cayendo. Siempre”.