R-evolucionando. Feminismos en el 15-M

Grupo Clío | Nodo50
El pasado sábado se presentó en Madrid el libro "R-evolucionando. Feminismos en el 15-M", editado por Icaria y escrito de forma coral por participantes feministas de ciudades como Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Compostela o Valencia. A continuación reproducimos el capítulo escrito por el Grupo Clío de Madrid bajo el título "La revolución será feminista o no será".
El proceso social que se inició con la manifestación del 15 de mayo ha sido y es feminista, consciente o inconscientemente. Se ha asumido naturalmente como parte del núcleo común del movimiento el poner a las personas en el centro y no a los mercados y el replanteamiento del poder. Además, el 15-M ha optado por prácticas y discursos cotidianos del feminismo radical y otros movimientos sociales alternativos: horizontalidad y desjerarquización, funcionamiento asambleario, decisión por consenso, restitución de la soberanía al pueblo, exigencia de transparencia y cambios en el sistema de representación, etc.

Contra el capital, feminismo radical

La crisis actual evidencia el fracaso del modelo productivista propuesto por el capitalismo. Se trata de una crisis sistémica donde, como consecuencia de la unión del capitalismo y el patriarcado, todo falla: vivimos una crisis económica, pero sobre todo ecológica, de cuidados y de valores. Esto se debe a que ambos sistemas de dominación permiten a unxs pocxs acumular bienes y privilegios frente a muchxs que viven en distintos niveles y tipos de precariedad. De esta forma, el patriarcado permite —a través de la división sexual del trabajo— que el capitalismo explote a los hombres, pero sobre todo a las mujeres y al medio ambiente. Así se autoperpetúa a coste cero. El sistema capitalista y patriarcal jerarquiza verticalmente la sociedad y globaliza las dominaciones hasta el punto que hemos interiorizado un sistema de valores favorable a la explotación, como es el consumismo o el individualismo, así como la violencia institucional, sexista, simbólica. Son mecanismos para el mantenimiento de las desigualdades y el poder de unos sobre otras. Una de las claves para comprender los sistemas de dominación es observar cómo las diferencias biológicas se convierten en desigualdades sociales naturalizadas. En el caso de las mujeres, la capacidad reproductora sirve para separar el trabajo en productivo (remunerado) y reproductivo (no remunerado), para establecer estereotipos y prohibiciones. Además, las desigualdades se multiplican cuando el género se cruza con otras variables: etnia, clase, orientación sexual, edad, capacidad funcional, etc.

La alianza de la dominación: ciudadanía, derechos y economía

Este sistema neoliberal y patriarcal ha desarrollado una perversa capacidad para disfrazar la falta de derechos. Desde los feminismos y otras luchas, podemos detectar esas trampas que siguen discriminando a las mujeres y otros colectivos no hegemónicos, porque luchamos por la igualdad real, por la autonomía y libertad de las personas (no en su versión liberal), frente a la meramente formal. La idea de ciudadanía no es neutra sino que se construye desde una perspectiva androcéntrica y del capital. Este concepto tiene una enorme funcionalidad porque, bajo su apariencia de universalidad y neutralidad, se oculta una norma que determina qué es formar parte de esa ciudadanía. Excluye a quien no responde a ese modelo que unifica artificialmente. Porque, ¿quién encaja realmente en esa imagen idílica de ciudadano neutro? Es un privilegio del poder, que marca quién puede ser sujeto de derechos, por limitados que estos sean, y a quién se le niegan. Esta ciudadanía estructurada sobre la dualidad hombre/mujer niega la expresión de otras identidades y excluye de todo derecho a las personas transexuales y transgénero, pero también a las personas que, por distintos motivos, no participan del mercado laboral: mayores, con diversidad funcional y, sobre todo, inmigrantes. Las mujeres inmigrantes sufren una doble ausencia de derechos: la de carecer, en muchos casos, de papeles (y por tanto, no ser ciudadanas), y la de desarrollar su actividad o bien en economías sumergidas o bien en el ámbito doméstico (y no computar tampoco como consumidoras). La ciudadanía que proponemos exige, entre otros aspectos, garantizar la integridad de nuestros cuerpos, nuestra autonomía sexual, nuestro derecho a decidir y a ser cuidadas. Exige también la existencia de derechos vinculados a la carga total de trabajo (remunerado y no remunerado, pero indispensable para la reproducción social); de una educación que potencie las capacidades y no exclusivamente los conocimientos; de la reestructuración del mercado laboral (con empleos que posibiliten la autonomía y el desarrollo personal) y de una seguridad social pública que garantice el disfrute de salud, ocio y descanso. Ahora bien, no existe ciudadanía posible para las mujeres ni para las personas LGTTBIQ [1] mientras la violencia machista siga siendo un elemento estructural del sistema y de las relaciones personales. Cualquier movimiento realmente transformador debe preguntarse cómo y por qué se ha dado el deslizamiento desde la categoría de ciudadanxs a la de consumidorxs o si hay que limitar los derechos en función de la situación de legalidad. La estructura patriarcal impone unos roles sociales que no son elegidos: mientras unos pocos tienen posiciones privilegiadas, el resto de personas están condenadas a la sumisión o, si no se identifican con ningún papel, a la marginación. Por ello, no queremos el 50% del infierno capitalista, queremos el 100% del paraíso feminista. Queremos una ciudadanía inclusiva, solidaria, despierta y rebelde.

Organízate vecina, esta crisis va a ser nuestra ruina

Que en época de crisis se pierdan derechos es un patrón que se repite a lo largo de la historia. Es más, en períodos de crisis político-económica se da un repliegue sobre el sistema y un recorte en los derechos conseguidos más recientemente: se implementan políticas reaccionarias en materia de inmigración, en asignación de partidas presupuestarias, en regulación de derechos laborales, etc. En el caso de las mujeres se da un retroceso en los últimos avances logrados. Directamente, se intenta suprimir o limitar el poder de decisión sobre el propio cuerpo, como es el derecho al aborto. También se limita la equiparación salarial, ya que parece que en época de crisis, cuando los hombres ven mermado su sueldo o se quedan en el paro, está fuera de lugar exigir mejoras salariales para las mujeres, quienes en el Estado español todavía cobran, de media, un 20% menos que los hombres. Por otro lado, la economía de los hogares se basa no solo en el dinero efectivo (salarios), sino en gran medida en servicios públicos como la educación y salud y, por encima de todo, en el trabajo doméstico no remunerado. Las mujeres, ante el aumento de las tareas de cuidados, suelen solicitar una excedencia laboral, ya que prescindir de su sueldo resulta más rentable que contratar en el mercado esos servicios; esta vuelta de las mujeres al hogar reduce su presencia en la vida pública y entorpece su carrera profesional. Los hombres, aun asumiendo la corresponsabilidad de los cuidados, se enfrentan a muchas dificultades para solicitar un permiso por conciliación o baja de paternidad, pues ni el Estado ni las empresas asumen que el trabajo de cuidados es una responsabilidad social. Así, las mujeres acaban haciéndose cargo de lo que el Estado, patriarcal, no cuida. Por ejemplo, la Ley de dependencia [2], que proclamaba el derecho de las personas al cuidado y rechazaba que su responsabilidad recayese exclusivamente sobre las mujeres, ha resultado ser más de lo mismo. Las mujeres, tras dejar el trabajo remunerado y sin disponer de tiempo para ellas mismas, siguen siendo el principal recurso de esta medida, que les ofrece una mísera paga con la que justificar la escasez y precarización de los servicios sociales. Las privatizaciones son medidas insolidarias, que apelan al individualismo y al liberalismo económico exacerbado. La privatización no es la opción más adecuada para salir de la crisis: responde a una lógica, capitalista y patriarcal, que normaliza la idea de que los bienes y servicios básicos para la superviviencia y bienestar de la sociedad se pueden gestionar exclusivamente bajo criterios de beneficio económico. En cambio, consideramos que estos deben ser públicos y redistribuidores de la riqueza, para garantizar que toda la población acceda a unos niveles mínimos de bienestar material y protección social.

Demos la vuelta al sistema para dejar de sobrevivir y empezar a vivir

Para que nos entendamos, el patriarcado es una macroestructura sobre la que descansa todo nuestro sistema social, cultural y de creencias. A nosotras también nos cruza y formamos parte de ella. Es necesario, por tanto, empezar a tomar conciencia personal y colectiva, crear una nueva estructura, un andamio diferente construido con planos no patriarcales. Si nos quedamos en cambiar solo las formas de producción, las relaciones interpersonales se seguirán jugando con las mismas reglas de domi- nación y exclusión. Conocer esta realidad es positivo, ya que nos hace avanzar uniendo fuerzas de mujeres y hombres. En este proceso, el 15-M tiene la oportunidad de llevar a cabo su idea básica: construir un mundo diferente con las aportaciones de todo el mundo. Pero la precarización de la existencia impide a los sectores menos favorecidos participar activamente en la vida pública. Así, si pretendemos transformar este sistema debemos hacerlo de forma integral, sin olvidarnos de ninguna de las formas de dominación y opresión, y el patriarcado es una de ellas porque explota a muchas personas en beneficio de otras por el mero hecho de nacer mujeres. Nosotras reconocemos en las diversas formas organizativas autogestionadas del 15-M un cuestionamiento al sistema capitalista, productivista y patriarcal en su totalidad, una crítica profunda a todo ese entramado de relaciones de poder donde unas personas ostentan los recursos y el poder abusando del resto. Por ello, nos reafirmamos en el lema «la revolución será feminista o no será».

Video de la presentación en la librería La Marabunta

1ª parte: proceso de creación del libro
2ª parte: proceso de escritura del grupo Clío
3ª parte: un año de feminismos en la plaza (Barcelona)
4ª parte: un año de feminismos en la plaza (Madrid)
5ª parte: debate
[1] Lesbianas, gais, transexuales, transgeneros, bisexuales, intersexuales, queer.
[2] Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia

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