En tres meses de vida, se han conseguido éxitos
clave con medios precarios, pese al asedio y brutalidad policiales y en
medio de un calendario numantino de movilizaciones. Quienes le piden que
resuelva de un plumazo las contradicciones que el sistema capitalista y
la democracia representativa arrastran desde hace siglos, demuestran
que entienden muy poco o nada del 15M y del contexto que vivimos. Hay
que mojarse, participar y construir en colectivo, para cambiar las
cosas.
Per @joanaggrenzner
Lo más oscuro de la noche es cuando va a salir el Sol
Así
estábamos hace poco más de tres meses, decretado el fin de la historia y
aplicada la doctrina del shock, con una vieja y desmemoriada Europa
resignada a echar más madera a la locomotora de los mercados y
despeñarnos por el abismo de los Planes de Ajuste Estructural (PAES) en
una vuelta de tortilla global que nos hermana con África y América
Latina, esquilmadas, tuteladas y compadecidas durante siglos. Pero al
fondo del túnel brillaba el reflejo de las revueltas en la otra orilla
del Mediterráneo, una lección de lucha que multiplicó las viejas redes
de resistencia a golpe de las 2.0 y nos lanzó una botella con mensaje
que otras redes, nuevas y antiguas, decidieron compartir. “No somos
mercancía de políticos y banqueros”, fue el grito en el abismo vía
Twitter, Facebook, e- mail, cartel y boca a boca que encontró un eco en
las miles de personas que nos echamos a las calles, a las plazas, a las
puertas del Parlament y al Congreso a hacer política e historia con
mayúsculas de las que se graban en la piel.
La
marea sorprendió a partidos, gobiernos y sindicatos y sobrepasó
fabulosamente a organizaciones, movimientos y redes, activistas y hasta
convocantes de la primera manifestación: una multitud anónima e
inteligente se plantó en las plazas. Nacía una revuelta ingobernable y
autorregulada, enjambre de generaciones, géneros, motivos, orígenes,
adscripciones y trayectorias, que ha desbordado los estereotipos
(antisistema, perroflauta, violento) por ser una pregunta abierta, una
interpelación a que tú, yo, nosotros, nosotras juntas hagamos política,
gobernemos nuestras vidas frente al inmovilismo y la incertidumbre a que
nos condenan. En un estado, un continente, un planeta que sufre de
desmemoria y expolio de significados (democracia, transición, bienestar,
igualdad, crecimiento), donde las cúpulas de partidos y sindicatos,
salvo honrosas excepciones, los han convertido en aparatos gestores de
intereses que no nos representan, el 15M ha recuperado algo sencillo y
revolucionario: el diálogo en calles, plazas y acampadas, el ágora de la
polis, como punto de partida. Empezamos a hablar, primero a voz en
grito y luego con megáfonos; a golpe de ilusión, alegría y paciencia
logramos escucharnos en la diversidad y fueron surgiendo las palabras
necesarias: horizontalidad, consenso; desobediencia civil, democracia
directa, autoorganización solidaridad; fin de los privilegios; defensa
de lo público; economía social; cultura libre, sostenibilidad
ambiental…y feminismos.
Un ismo imprescindible: será feminista o no será
Como
en todas las revueltas que persiguen una transformación económica y
social profunda- es decir, una auténtica revolución-, mujeres,
lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero, intersexuales y
hombres dispuestos a trabajarse una masculinidad no dominante estamos en
marchas, comisiones, asambleas, barrios y redes. Muchas de nosotras
pensamos que lo revolucionario es no sólo estar, sino contribuir a la
denuncia y propuestas colectivas nombrando la desigualdad de género como
uno de los pilares fundamentales del sistema en que vivimos para
atacarla de raíz, porque sabemos bien que lo que no se nombra no existe.
Igual que la pertenencia a una clase social o etnia concreta, el género
(la atribución de funciones económicas y sociales, de poder y de
estatus socioeconómico a partir de las características biológicas de las
personas), sigue estructurando las sociedades: las mujeres somos la
mitad de la población mundial, hacemos 2/3 del trabajo asalariado y no
asalariado y sólo poseemos el 1% de riqueza y de tierras. 170 mujeres
mueren cada día en todo el mundo – 28 en América Latina y Caribe- por
abortos clandestinos e inseguros, fruto de legislaciones que les impiden
decidir sobre su cuerpo debido a la presión de la Iglesia Católica; la
violencia de género causa más muertes que el cáncer, los accidentes de
tráfico y la malaria juntos y dos de cada tres mujeres han sufrido o
sufrirán agresiones psicológicas, físicas o sexuales a lo largo de su
vida en todo el planeta. La familia heterosexual prototípica, donde él
es el ganador de pan en el mercado y ella la trabajadora doméstica y
cuidadora por amor fuera de él, sigue siendo uno de los pilares que
sostiene la economía de mercado. Así, la opresión de género se expresa
también en la persecución de las identidades sexuales y de género que
cuestionan dicho modelo (lesbianas, gais, trans, bisexuales, intersex,
queer- LGTBIQ) con la penalización de la homosexualidad y lesbianismo en
80 países del mundo, la patologización de la transexualidad, la
homofobia y la discriminación y otras manifestaciones de las violencias
de género como la violencia por opción o identidad sexual y/o de género.
Reivindicar
los feminismos (ya que no hay uno, sino muchos) es reconocer la
aportación de una lucha que las mujeres, históricamente sometidas por el
patriarcado en todas las clases sociales, países y sociedades, llevan a
cabo hace siglos y que en el contexto que vivimos sigue siendo
necesaria y legítima. Una lucha que comparte objetivos y se ha
enriquecido con la de los colectivos LGTBIQ y, más recientemente, con la
de los hombres que quieren construir una nueva masculinidad liberadora y
positiva. También, porque el feminismo busca construir un mundo basado
en las relaciones de equidad y respeto entre las personas y con el
planeta. Que nuestras propuestas hayan emergido y se hayan visibilizado
desde el principio como único ‘ismo’ (como dice una amiga) en un
movimiento que huye de siglas e identidades monolíticas, y que, pese a
algunas-pocas- resistencias, hayan estado presentes en las plazas y sus
reivindicaciones, es otro indicador de que estamos abajo y a la
izquierda,y de nuestras posibilidades de transformación.
Porque sin nosotras no se mueve el mundo
Una
intensa lucha del siglo XVIII al XX brindó a las mujeres la igualdad
legal y la entrada en el espacio público que el contrato social y la
noción de ciudadanía burguesa occidentales les habían negado al
relegarlas al ámbito privado. Pero siguieron, seguimos sosteniendo el
sistema a base de trabajo invisible, impagado y menospreciado. Desde
hace décadas, economistas como Cristina Carrasco o Amaia P. Orozco nos
advierten que la economía de mercado, el trabajo productivo, es sólo la
punta del iceberg de todo el trabajo mundial. La economía sumergida, la
agricultura de subsistencia y el trabajo doméstico, reproductivo y de
cuidados de familiares, hij@s y personas con diversidad funcional (mal
llamadas dependientes o discapacitadas) que recaen sobre las mujeres y
hacen posible que otros trabajen en la producción, no se conciben como
riqueza de los países y se excluyen de su principal indicador, el
Producto Interior Bruto (PIB).
Esta
noción mercantilista de la riqueza tiene su cúspide en el casino
especulativo financiero donde unos pocos tiburones de las finanzas han
sumido en la miseria a millones de personas compitiendo “a ver quién la
tiene más larga”, como afirma uno de ellos en Inside Job. Según la
economista Lina Gálvez, los bancos vendieron la mitad de hipotecas
basura (subprimes) que generaron el crack de 2008 a las mujeres
afroamericanas, sólo un 6% de la población estadounidense. Consideraban a
las mujeres ”confiadas y fáciles de engañar”. Un reflejo de cómo los
mercados se han aprovechado de ellas en todas las fases de su
desarrollo, como ha estudiado la socióloga Saskia Sassen. La economía de
mercado pasó a ser financiera gracias a que las mujeres trabajaban
gratis en sus casas y en el campo para que sus maridos, padres e hijos
trabajaran por un infrasalario, generando las ganancias que se
destinaron a aumentar los mercados de exportación. La
internacionalización de la producción manufacturera se edificó pagando
sueldos irrisorios a las mujeres de los países empobrecidos, mientras en
los países de origen se desmantelaban las “aristocracias obreras
masculinas” en pro de las nuevas aristocracias sindicales (en su mayoría
masculinas).
Hoy en día, mujeres y
población migrada son las nuevas “clases de servidumbre” que transitan y
trabajan en las “contrageografías de la globalización”: agricultura de
subsistencia, el trabajo informal, la migración regular e irregular
(incluidas las redes de tráfico y trata de personas con fines de
explotación laboral y sexual) y la prostitución, circuitos semilegales
cuya existencia beneficia directa o indirectamente a los gobiernos de
los países empobrecidos (por ejemplo, a través de las remesas de dinero
que envían las y los migrantes), y de los ricos. Sassen señala con
ironía que la deuda externa, que en los años 90 absorbía el 40% del PIB
de América Latina, y los préstamos de los PAES que el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) condicionaron a reformas
neoliberales (recortes en salud, educación y servicios públicos y
derechos laborales que dispararon la feminización de la pobreza y
empujaron a las mujeres a la migración), sirvieron para crear una
infraestructura internacional donde los capitales fluyeran libre y
globalmente (no así las personas); la misma que ahora utiliza la
población migrada (en su mayoría, mujeres) para enviar dinero y sostener
a sus familias. Así, las más perjudicadas por el capitalismo son
quienes amortiguan sus efectos y soportan la cadena de violencias que
desatan las crisis: según el Diagnóstico 2010-11 sobre Persecución a
Defensoras de Derechos Humanos en Centroamérica, las desigualdades
extremas consecuencia de los PAES aplicados en los 90 han creado un
caldo de cultivo favorable a la violencia contra las mujeres y el
feminicidio.
La doble jornada me tiene extenuada: una mirada profunda a las crisis
La
mayoría de análisis de las crisis que vivimos, incluidos los de la
izquierda, adolecen de una mirada androcéntrica y etnocéntrica. En el
Estado español, sonaron las alarmas cuando la crisis adquirió rostro
masculino en 2008; el índice de paro de los hombres se acercó por
primera vez al de las mujeres debido al estallido de la burbuja
inmobiliaria. Sin embargo, posteriormente el paro se ha cebado en el
sector servicios, que emplea mayormente a mujeres, y el recorte
gubernamental de la oferta pública de empleo, donde se ubican entre el
60 y 70% de asalariadas, ha sido determinante.
Lo
habitual es que la tasa de paro femenina duplique a la masculina (el
Estado español es el que tiene mayor diferencial de paro femenino y
masculino de la UE) y que las mujeres trabajemos en peores condiciones,
con contratos temporales y parciales, mayores índices de precariedad y
acoso sexual en el trabajo, puestos menos cualificados, con menos
salario que los hombres (un 22%) y más presencia en la economía
sumergida, lo que nos supone cobrar menos pensión de desempleo y
jubilación y nos empobrece: una de cada cuatro mujeres mayores de 60
años vive bajo el umbral de la pobreza. El mercado nos concibe como mano
de obra de reserva, y, como dice Lina Gálvez, nos empuja al modelo de
“ganador de pan y medio”, donde él trabaja a tiempo completo y ella a
tiempo parcial para afrontar las cargas domésticas y el cuidado de
descendientes y familiares.
Las
reformas que el Gobierno ha acometido para afrontar la crisis económica
refuerzan el modelo: la reforma laboral ha acabado con las
bonificaciones de contratación de mujeres y deteriorado aún más nuestras
condiciones de trabajo, y la de pensiones ha favorecido una vez más la
dependencia económica y la pobreza femeninas. El aumento del período de
cómputo de 15 a 20 años disminuirá aún más nuestras pensiones; se sigue
incentivando económicamente que las mujeres casadas salgan del mercado
laboral para cuidar y se permite a las mujeres cotizar hasta dos años si
dejan de trabajar asalariadamente para dedicarse al cuidado de hijas e
hijos, atribuyéndonos en exclusiva esta tarea. Por si fuera poco, la
reforma de la negociación colectiva permitirá a las empresas descolgarse
de los convenios colectivos sectoriales, que hasta ahora obligaban a
hacer planes de igualdad en las empresas.
Las mujeres no sostendremos vuestras crisis
La
entrada de las mujeres al mercado laboral no ha supuesto una mayor
corresponsabilidad de los hombres en las tareas del ámbito doméstico y
reproductivo ni una apuesta por políticas públicas que pongan el cuidado
de la vida en el centro, lo que supone que sean casi en exclusiva las
mujeres quienes asuman estas tareas. Ello, unido al envejecimiento de la
población en los países ricos, nos sitúa ante lo que Amaia P.Orozco
denomina “crisis de los cuidados”. Según el Banco de España, en 2050 un
56% de la población del estado tendrá necesidades especiales de atención
y cuidado. Hoy son más de un millón de personas en esta situación, de
las que cerca de un cuarto de millón no recibe ayudas de la Ley de
Dependencia. Un 99% de las personas cuidadoras de personas mayores o con
diversidad funcional son mujeres y el Estado español ocupa el cuarto
lugar de la UE en cuanto a exclusión de mujeres del mercado laboral por
cuidado de hij@s (un 15%) o de familiares (85%). Se habla de
conciliación de la vida familiar, personal y laboral, pero ésta se hace a
costa de la exclusión laboral, la precariedad y los ritmos de vida
insostenibles de millones de mujeres autóctonas o de que éstas
transfieran las tareas domésticas, reproductivas y de cuidado a las
migradas: se calcula que en el Estado hay unas 700.000 trabajadoras
domésticas y un 80% de ellas son migradas. Esta transferencia ha
generado lo que Arlie Russell Hochschild llama “cadenas de cuidado
transnacional”: estas mujeres atienden a nuestras familias aquí mientras
dejan a las suyas al cuidado de otras mujeres de la familia y las
mantienen con el envío de sus remesas.
A
finales del pasado junio, el Gobierno incluyó en la reforma de la
Seguridad Social la entrada del trabajo doméstico asalariado en el
Régimen General, demanda histórica del movimiento feminista apoyada
también por las comisiones feministas de las acampadas del 15-M de
Madrid y Barcelona. 15 días antes, la Organización Internacional del
Trabajo había promulgado el I Convenio Internacional sobre Trabajo
Decente de las Trabajadoras Domésticas para mejorar las condiciones de
53 millones de personas de todo el mundo que trabajan en el sector (un
83% son mujeres) y acabar con la precariedad y los abusos. Ahora las
trabajadoras domésticas tendrán derecho a baja laboral, pero no a paro o
huelga, lo que ilustra la baja consideración que se hace de este
trabajo. Lo mismo sucede con el trabajo doméstico no asalariado: el
pasado julio, el Tribunal Supremo avaló a un juzgado que había obligado a
un hombre a pagar una pensión compensatoria de divorcio a su exmujer
por dedicarse en exclusivo a las tareas domésticas durante 15 años de
matrimonio valorando en ¡600! euros su trabajo mensual.
La
tenaza de los ajustes presupuestarios del Gobierno (a la práctica, PAES
encubiertos) para hacer frente a la crisis aumentará la carga de
trabajo reproductivo y de cuidados para las mujeres. Por ejemplo, el
Gobierno ha suprimido el permiso de paternidad de un mes, que ampliaba
el de 16 semanas incluido en la Ley de Igualdad de 2007 (solicitado sólo
por el 5% de los padres). En Catalunya, la Llei Òmnibus recorta el 72%
del presupuesto del Departament de Família i Benestar Social y retira
las ayudas a familias con hij@s menores de 3 años que cobren más de
8.000 euros anuales, excluyendo además a las familias inmigrantes que
lleven menos de 5 años en Catalunya. A menos holgura económica, serán
las mujeres de la familia quienes asumirán, una vez más, las cargas de
cuidado. En el plano de la sanidad, el recorte de profesionales y medios
en la sanidad, el cierre de hospitales y la promoción de la
hospitalización ambulatoria (trasladarse al domicilio inmediatamente
después de la operación) obligará a las mujeres a destinar más tiempo a
acompañar a familiares al ambulatorio o proporcionar el cuidado en salud
en la convalecencia.
Cuando llamamos
a la huelga general a poca gente se le ocurre que madres, hijas,
hermanas o cuñadas la secunden en el ámbito del hogar. Pero desde los
70, la economía feminista denuncia una crisis en esa esfera, así como en
el ámbito de la sostenibilidad ambiental. Si cada habitante de la
Tierra tuviera la huella ecológica de una persona del Estado Español,
necesitaríamos seis planetas para mantener ese nivel de consumo, explica
la ecofeminista Yayo Herrero. Cuando una civilización define como
riqueza la extracción de recursos naturales no renovables y está cercana
a agotar las energías fósiles que vertebran su forma de organización
económica y social, estamos ante una crisis sistémica. La pérdida de
biodiversidad, el agotamiento de recursos como el agua, la destrucción
de la soberanía alimentaria, las catástrofes naturales derivadas del
cambio climático, están cargando aún más las espaldas de las mujeres,
tradicionalmente encargadas de proveer de recursos como agua y leña o de
la agricultura de subsistencia en países del Sur.
Feministas y anticapitalistas
Así,
esto “no es una crisis, se llama capitalismo”, y los feminismos tienen
mucho que aportar al análisis del problema y, por supuesto, a las
soluciones. Así lo hemos hecho: no llevábamos ni una semana en las
plazas, las comisiones de contenidos eran aún una Babel de posturas y
definiciones y en Madrid y Barcelona ya se habían formado comisiones
feministas que consensuaron manifiestos de propuestas. La toma de las
plazas fue también un ágora para los feminismos donde encontrarse y
pensar desde la diversidad, con distintas formas y apuestas de
organización, con o sin la participación activa de los hombres, en
comisiones feministas, en otras comisiones, con intervenciones
puntuales… En el espacio en que participo, la comisión Feministes
Indignades de #AcampadaBcn, conformada por mujeres, lesbianas y trans,
hemos confluido mujeres de distintas generaciones y realidades: mujeres
con diversidad funcional; madres, niñas, abuelas y jóvenes; mujeres
tratadas como locas e incapaces; migradas/ciudadanas transnacionales;
lesbianas; heteros; bisexuales; queer; trabajadoras asalariadas y
precarias, prostitutas, trabajadoras domésticas, paradas, cuidadoras;
sindicalistas, procedentes de movimientos sociales mixtos, del
movimiento feminista, militantes de partidos; no activistas; con
propuestas cercanas al feminismo de la diferencia, de la igualdad, al
feminismo radical, al feminismo autónomo , transfeminista,
anticolonialista, anarquista, antimilitarista; ateas, agnósticas,
creyentes, laicas y musulmanas…Desde el respeto y el debate, construimos
acción política, relación, cariño, cuidado, relevo, solidaridad,
aprendizaje colectivo y creatividad. Como comisión hemos participado en
la asamblea aportando una perspectiva feminista sobre las crisis y el
funcionamiento colectivo; hemos estado ante el Parlament, en las marchas
y acciones colectivas y también en las asambleas de barrios y pueblos
en la actual fase de extensión, descentralización y consolidación del
movimiento.
Feminismos y 15-M, rasgos y apuestas compartidas
La
presencia de comisiones feministas en el 15-M ha contribuido a
visualizar un feminismo diverso e independiente; a desmontar el estigma
que aún planea sobre el feminismo, difundiendo nuestros análisis y
propuestas, y a trazar alianzas entre las propias redes feministas y con
otras redes. Un buen reflejo de esta incidencia es el lenguaje: en la
asamblea de Plaça Catalunya se adoptó un símbolo para responder al
lenguaje sexista en las intervenciones; frente al uso de masculinos
genéricos para referirse al movimiento (trabajadores, indignados), hay
gente que utiliza fórmulas incluyentes o nombra a todas las personas
hablando en femenino. Hombres y mujeres que gritan con nosotras las
consignas “Indignades contra les retallades” (Indignadas contra los
recortes) o “Feministas y anticapitalistas” en las manifestaciones con
una sonrisa cómplice aunque no participen en el FemBlock (Bloque
Feminista). Tras el desalojo de la acampada el 27M, en un puro acto de
guerrilla de comunicación para sustituir el automático “hijos de puta”
que suele responder a las injusticias, surgió la consigna “Mossos
d’Esquadra fills de Puig (Hijos de Puig, por el conseller d’Interior de
la Generalitat, jefe de la policía autonómica): el 19J, cientos de
personas se desternillaban de risa saltando al grito de “Boti, boti,
boti, fill de Puig qui no boti”.
El
funcionamiento del movimiento tiene mucho en común con la teoría y la
práctica políticas de los feminismos. Por ejemplo, en la diversidad de
participantes: el 15M es un cuerpo colectivo compuesto por miles de
cuerpos de todas las edades y funcionalidades. Somos multitud (legión,
dice @Anonymous) porque hay motivos objetivos para echarse a la calle y
las redes 2.0 multiplican nuestros ecos, pero también porque la
comunidad que proponemos supera las barreras entre gente normal y
expert@s dirigentes o aguerrid@s militantes. Intérpretes de lengua de
signos facilitando asambleas; mujeres y hombres mayores ante el cordón
policial frente el Parlament; familias enteras participando juntas en
las manifestaciones, niñas escribiendo sus propuestas en pancartas y
hablando en las asambleas. Un hombre apaleado por la policía cuando
resistía al desalojo el 27-M en su silla de ruedas, lo resumió así en la
asamblea: “Lucho por un mundo donde quepamos todos, incluido yo”.
Utilizar el cuerpo como herramienta de desobediencia ante leyes y
políticas injustas es una táctica crucial: plantarse en las plazas, ante
la policía, con firmeza y determinación, como han hecho organizaciones
de mujeres y feministas de todos los continentes: de las sufragistas
inglesas llevadas en volandas por la policía en el XIX a las zapatistas
parando a los militares con sus bebés a la espalda, pasando por las
Mujeres de Negro israelíes denunciando el abuso en los checkpoints de
Cisjordania, o las serbias desleales a su gobierno, acogiendo desertores
y visitando a las bosnias en pleno genocidio.
El
15M pone el cuerpo y se juega el tipo con cabeza y formas de
intervención que incluyan a todas las personas, expresen sus deseos,
capacidades y límites y respeten el acuerdo entre todas. Este acuerdo se
ha expresado en la resistencia activa no violenta, la respuesta
multitudinaria que ha emergido en varias ocasiones ante la brutalidad
policial. Pero, lejos de lecturas simplistas de violencia y no
violencia, propone un debate público que está a años luz de estereotipos
mediático-policiales y divisiones absurdas, y lo hace a golpe de
inteligencia, creatividad y legitimidad. En Twitter, Facebook, gestores
de correo, sobremesas y hasta en los telediarios se habla de la
violencia de los PAES y la patronal (“violencia es no llegar a fin de
mes”), de los mercados que sumen en la miseria a más de 300.000 familias
desahuciadas por no pagar la hipoteca. Incluso sobre la que ejerce la
policía cuando la sociedad civil organizada paraliza desahucios o
protesta contra la financiación pública de la visita de Benedicto XVI de
Madrid. El movimiento feminista y LGTBQ saben lo que cuesta visibilizar
violencias aparentemente ocultas como la machista,-77 mujeres
asesinadas en la Península en 2011-, la homofóbica, la lesbofóbica, la
transfóbica…
La importancia de
potenciar el autocuidado y la salud, con comisiones de salud y de cocina
alimentando y atendiendo a las acampadas durante más de un mes; la
reivindicación del descanso y el placer (la campaña #Tomalaplaya de
Democracia Real Ya es un ejemplo) como espacios necesarios -“Si no se
puede bailar ésta no es mi revolución”, decía Emma Goldman-; la
insistencia en la sostenibilidad y diversidad de ritmos y aportaciones;
la alternancia de liderazgos, la horizontalidad, las alianzas y el
diálogo entre espacios diversos son otras dinámicas en las que los
feminismos independientes insisten y que se dan en el 15M.
Vamos lentas porque vamos lejos
Un
amigo dice que el 15M ha “devenido mujer”, por la aportación
cuantitativa y cualitativa de mujeres a las redes sociales 2.0. y 1.0.
que contribuyeron a generar esta marea, en acampadas, comisiones,
barrios… En #AcampadaBcn (y me consta que en otras también), éstas eran
mayoría en un grupo de dinamización de asambleas que facilitó debates y
votaciones con una capacidad de síntesis y respeto admirables, sin que
pudiera intuirse siquiera su postura personal: eran el chasis del
proceso de toma de decisiones hasta que se decidió levantar la acampada
nocturna. En situaciones de urgencia, tensión y conflicto, es plausible
esta contribución a la inteligencia colectiva del movimiento y la toma
de decisiones con agilidad, creatividad y cintura. También, a la
interrelación entre comisiones y sectores divergentes y a la resolución
de conflictos. Algo común en los movimientos sociales, como también lo
es la presencia de muchos hombres que intervienen y actúan desde el
respeto, el cuidado y el reparto de responsabilidades. Y personas que
dinamitan esquemas, como Marikarmen Free, del grupo de dinamización
irrumpiendo en el ágora con sus crestas de palmo y sus uñas pintadas,
para aclarar que “si esta revolución no acepta a las feas, gordas,
mariconas, raras, locas, putas, migrantes, no es la mía” o preguntando
en el micro “¿Aquí es dónde dan por culo?” después de que alguien
propusiera hacer lo propio con políticos y banqueros.
Así,
aunque hemos avanzado mucho en este terreno, aún queda mucho por hacer,
puesto que en las plazas también se han dado dinámicas de
funcionamiento patriarcales: acoso y agresiones racistas, homófobas o
sexistas; garrulismo, intentos de apropiación del espacio por parte de
hombres (y algunas mujeres); hipercriticismo ante la actuación de
ciertas mujeres que destacaban en su participación o incluso de las
comisiones feministas (la polémica que generó el artículo de El Mundo a
raíz de la intervención de Feminismos Sol sobre las agresiones en Sol es
un ejemplo); división sexual del trabajo (funciones como la de portavoz
de comisiones o ante instancias exteriores han estado
hipermasculinizadas); barreras a la participación de gente ‘no
activista’ o con responsabilidades familiares por las convocatorias a
horarios intempestivos y el ritmo vertiginoso de protestas, aunque
puedan hacerlo desde internet; el esfuerzo de las comisiones feministas y
transmarikabollo para transversalizar sus propuestas en las comisiones
de contenidos no se ha reflejado en proporción en los documentos de
consenso… Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, dice Galeano, y
el 15M no está fuera de este mundo aunque pretenda cambiarlo. Todas y
todos reproducimos las desigualdades; tratar de señalarlas y
erradicarlas cada día en nuestras vidas y relaciones para cambiar
nosotr@s y nuestro entorno es un principio.
Un ágora para #feministasentwitter y en todas partes
En
algunos foros se afirma que “la igualdad de género no está en el núcleo
duro de propuestas de los indignados” ( Amparo Rubiales, El País, 1 de
agosto de 2011), lectura un tanto simplista del 15M. En primer lugar,
porque buena parte de lo que propone el movimiento se expresa en la
propia protesta: no sólo en manifiestos o acciones de las comisiones
feministas y LGTBQ, sino en cientos de personas que frenan un desahucio
hipotecario de una mujer en situación de exclusión que ha vivido
violencia de género o apoyan a otra a quien el Instituto Madrileño del
Menor le ha quitado la custodia de su hijo tutelado por amamantarlo y
lograr que la recupere. En cuanto a demandas explícitas, en el caso de
#Acampadabcn, el texto Medidas Urgentes para la Acción del consenso de
contenidos desarrolla 80 propuestas: entre ellas, aunque menos
desarrolladas que en los manifiestos feministas, la reducción de la
jornada laboral, el reconocimiento del trabajo doméstico y la defensa de
la sanidad y educación públicas. La asamblea apoyó este documento junto
con otro que rechaza “pedir nada, porque lo estamos tomando todo”: en
el 15M, el dilema reforma o revolución se viene dirimiendo con tacto e
imaginación inclusiva. En tres meses de vida, se han conseguido éxitos
clave con medios precarios, pese al asedio y brutalidad policiales y en
medio de un calendario numantino de movilizaciones. Quienes le piden que
resuelva de un plumazo las contradicciones que el sistema capitalista y
la democracia representativa arrastran desde hace siglos, demuestran
que entienden muy poco o nada del 15M y del contexto que vivimos. Hay
que mojarse, participar y construir en colectivo, para cambiar las
cosas.
En segundo lugar, la igualdad
de género es sólo uno de los nombres que adopta en el movimiento la
lucha por los derechos de las mujeres y de las personas LGTBQ y por unas
relaciones igualitarias y equitativas entre las personas. En el 15M
eclosionan también debates antiguos y actuales del movimiento feminista
estatal e internacional, que en los siglos XX y XXI ha evolucionado y se
ha diversificado, dando lugar a numerosas corrientes (feminismo de la
diferencia, lesbiano, negro, radical, autónomo, poscolonial, feminismos
cristiano e islámico, transfeminismo, feminismo dialógico…) que a menudo
se interrelacionan y nutren. A nivel internacional, la adopción de la
perspectiva de género y las políticas de igualdad y acción positiva tras
la Cumbre de la ONU sobre la Mujer de Pekín (1995), fruto de la
incidencia de las organizaciones feministas y la contribución de
feministas de partidos y sindicatos y muchas independientes, han
recibido un apoyo estratégico del movimiento. A nivel estatal, leyes
como la de despenalización parcial del aborto en 1985 o la de
Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y Salud Sexual y Reproductiva
de 2010; las de Violencia de género, Igualdad o Identidad de Género, la
inclusión de uniones homosexuales en el Código Civil, han contribuido
innegablemente a avanzar hacia una mayor igualdad de género. Al mismo
tiempo, diversos sectores feministas y LGTBQ consideran que las
políticas de igualdad tienen límites y sesgos importantes como la falta
de perspectiva de clase y etnia. Por ejemplo, el Plan Nacional contra la
Trata de Personas inicialmente sólo contemplaba la que tiene fines de
explotación sexual, cuando también existe trata para explotación laboral
en ámbitos como el trabajo doméstico, y la Ley de Violencia de género
presenta serias barreras a las inmigrantes sinpapeles para acceder a la
protección y las ayudas. La pregunta de fondo es la misma que hace 30,
60, 100 años: ¿es compatible la justicia social, de género y de etnia
con políticas económicas neoliberales, políticas de defensa y exteriores
armamentistas y neocolonialistas, políticas de extranjería
discriminatorias y vejatorias para todas las personas y en especial para
las migradas? Muchas feministas estamos seguras de que no, y estamos en
las plazas para lograr una revolución que combine esta triple mirada y
que aún está por hacer.
En el
movimiento feminista hay diversidad, debate con respeto, solidaridad y
una práctica consolidada de alianzas coyunturales y estructurales entre
feministas independientes y militantes de de partidos por los intereses
comunes. Ahora bien, el peso de los partidos ha sido controvertido en su
trayectoria: tras las luchas por la igualdad de derechos durante la
transición, el debate sobre la doble militancia (en el movimiento y en
partidos) cristalizó en la celebración de las Jornadas Feministas
Independientes de Granada de 1979 (en 2009, un encuentro diverso y
multitudinario reunió allí a 5.000 feministas). Las estructuras de
partido y la hegemonía de ciertas organizaciones dentro del movimiento
han marcado el debate, por ejemplo, en torno a la prostitución y su
reconocimiento como actividad, que el Congreso estudió de 2006 a 2008
para acabar rechazando esta propuesta, como proponía el Grupo
Parlamentario del PSOE. También, en temas como el uso del velo y el
Islam: 16 ayuntamientos prohibieron el uso del niqab y el burqa el
pasado verano, y en muchos las concejalas de Igualdad apoyaban la
medida. En determinadas coyunturas, algunas organizaciones feministas
han priorizado la disciplina del partido o sindicato al que están
vinculadas frente a los intereses comunes del movimiento. Por ejemplo,
en 2008, en medio de la ofensiva ultracatólica contra las clínicas de
IVE, la jornada de reflexión previa a las elecciones generales coincidió
con el Día Internacional de las Mujeres, que ese año se centró en el
derecho al aborto libre y gratuito: entidades vinculadas al PSOE
hicieron una gran presión para que la manifestación de la Comisión 8 de
marzo se celebrara el día 7. Miles de feministas desobedecimos, como
hemos hecho de nuevo en las plazas, y tomamos la calle el día 8 en
defensa de la autonomía de nuestras mentes y cuerpos. Estos y otros
debates han eclosionado en las plazas y siguen abiertos. En el ágora de
#Acampadabcn, mujeres musulmanas y mujeres prostitutas explicaron sus
realidades, denuncias y propuestas invitadas por Feministes Indignades,
cuya crítica a la ley Òmnibus ha incluido también el rechazo a la
persecución de las prostitutas en las carreteras. Otras comisiones y
plazas no lo ven así. Lo importante es que estos debates emerjan y se
hagan en igualdad de condiciones, dando voz a las mujeres y trans que no
la tienen, porque entre nosotras también hay desigualdades y discursos
más o menos amplificados. En todo caso, los feminismos están en la calle
y en la red: el 17 de julio @ciudaddemujeres lanzó el hashtag #Feministasentwitter,
que rápidamente fue el Trending Topic (palabra clave) más usado en
Twitter del Estado. Un ágora más donde feministas participantes del 15M
(mujeres y hombres), independientes, de partidos, debatimos sobre
prostitución, sobre la prohibición de los anuncios de contactos, sobre
violencia de género… Es un comienzo.
Esto es sólo el principio: ahora viene lo más difícil
Vienen
tiempos menos luminosos y dulces en que veremos la peor cara de los
ajustes y de las violencias económicas, institucionales y sociales que
les acompañan. Se impone germinar la semilla plantada en las plazas
reforzando las redes que allí se han creado o reeditado: por ejemplo, en
Catalunya las mujeres migradas están articulándose para visibilizar sus
demandas, al margen de relacionarse con las comisiones de Feministes
Indignades e Inmigración. Desde una visión feminista, es crucial
enlazarse con quienes están en situación más precaria: mujeres y trans
migradas y autóctonas que trabajan en la economía sumergida, el trabajo
doméstico y la prostitución, mujeres jóvenes, mayores, viudas, en
situación de exclusión, trabajadoras afectadas por EREs…pero también con
redes de trabajadores/as, sindicalistas de base, afectad@s por la
hipoteca… Hay que potenciar la solidaridad entre redes, también hacia
las organizaciones feministas que están seriamente afectadas por los
recortes, como Ca la Dona, el espacio histórico del feminismo
independiente catalán que ha tenido que disgregarse en varios espacios
ante la imposibilidad de hacer frente al alquiler. Es tiempo de trabar
alianzas profundas más allá de lo identitario, de sumar en torno a una
plataforma común. Nos toca defender lo público mientras seguimos
trazando hoja de ruta de alternativas para las próximas décadas en el
ámbito del trabajo productivo, de la reproducción, de los cuidados, la
salud…cooperativas de trabajo, de consumo agroecológico, intercambio y
trueque de recursos y capacidades; grupos de crianza, planes de vida y
vejez en colectivo, mutuas de resistencia, apoyo mutuo; reapropiación de
espacios y terrenos muertos devorados por el ladrillo,
reconceptualización del consumo, del bienestar y de la vida…Nuestras
compañeras latinoamericanas pueden enseñarnos mucho de su experiencia
ante los ajustes. De la indignación puede nacer una revolución que ponga
la vida en el centro: este mundo lleva otro en la barriga, nos lo dijo
Galeano en #AcampadaBcn. Alumbrarlo supondrá esfuerzo y dolor, pero
también alegría. Es la única forma de defender nuestro futuro y el de
las personas que vendrán, de honrar la memoria de las que nos preceden
en esta lucha. Que el amor y la fuerza nos acompañen.
@joanaggrenzner, a 23 de agosto de 2011