Han
pasado 18 años desde aquel “¡Ya Basta!” que transformó de manera
radical las formas de hacer política de los movimientos sociales en el
mundo. Pero, ¿cuáles son esos aportes del zapatismo?
UNA ÉTICA, UN MÉTODO.
El zapatismo incorpora una ética en la que no hay manera de distinguir
fines y medios. En el que resultado final y proceso tienen la misma
importancia. Un método sostenido por la pregunta y la consulta
permanente, que pone toda su atención en la propia dinámica comunitaria y
de construcción del movimiento. Resitúa el método y la forma del
conflicto social, no a través de la oposición frontal a una determinada
forma de ejercer el poder, sino a partir de la apertura de procesos
colectivos que obligan al propio poder a redefinirse o que constituyen
en sí mismos formas autónomas de poder. “Mandar obedeciendo” y “Caminar
preguntando” son dos de los planteamientos que atraviesan los nuevos
espacios sociales a partir de su aparición.
UN LENGUAJE.
Los zapatistas resaltan que uno de los espacios fundamentales de
producción de organización social y conflicto, es el comunicativo. Su
lenguaje nace de una investigación profunda en sus propios mitos, es una
obsesión por hacerse comprensible a partir de sus propias comunidades.
Desenterrar del mito de la nación mexicana las imágenes que componen el
común de un lenguaje colectivo y mezclarlo con la singularidad indígena.
También es importante su capacidad para gestionar la ausencia de
comunicación, los tiempos de silencio. Otro de los aportes más
interesantes es quizás la introducción del humor, la ironía y la
paradoja.
UNA FORMA ORGANIZATIVA. La
organización de las reivindicaciones en torno a demandas (salud, tierra,
libertad, etc), que luego se van construyendo en el proceso de
resistencia comunitaria, indica una concepción de la organización que no
apela a lo trascendente, ni pide nada a otras instancias que deben
legitimarlo, sino que se ejerce a partir de la inmanencia, de lo
concreto. No es posible entender la organización zapatista sin recordar
la constante presencia de las mujeres en los procesos centrales de toma
de decisiones, los esfuerzos por construir una organización igualitaria y
desarrollar la autonomía de las mujeres y sus propios espacios de
construcción comunitaria. UN TIEMPO Y UN ESPACIO. Otra de las
aportaciones nace de estar donde no se le espera, de resultar
imprevisible. Esa capacidad de territorializar su experiencia y a la vez
producir redes de forma constante y utilizar a su favor el factor
sorpresa, los convierte en una especie de magos de la gestión de un
espacio y un tiempo propios.
LA REBELDÍA Y EL FIN DE LAS DICOTOMÍAS.
Como conclusión, la aparición de la figura del rebelde como principal
aportación del zapatismo a la práctica de los movimientos. Una figura
que deconstruye tanto la figura del “reformista” como la del
“revolucionario”. El zapatismo es, en realidad, una deconstrucción de la
mayor parte de las oposiciones de la izquierda del siglo XX:
“Reforma/Revolución”, “Violencia/Noviolencia”, etc. Pero no podemos
dejar de resaltar que el zapatismo no nace desconectado de sus propios
filones ortodoxos y heterodoxos de acción política y sería injusto no
recordar alguna de las constantes que lo conectan y nos conectan con una
múltiple tradición de luchas. Ellos saben que no hay transformación sin
conflicto social. No hay conflicto social sin sujetos. No hay sujetos
sin procesos organizativos.
Guillermo Zapata, del EPA Patio Maravillas de Madrid