La
pregunta rebota de aquí para allá: “¿dónde está el 15-M?” ¿Ha
fallecido, tal y como dictaminan los medios de comunicación que sólo
conceden existencia a lo que es espectacular y masivo, noticiable? ¿Se
ha retirado a los cuarteles de invierno, esperando tiempos mejores (y
temperaturas más altas) para reocupar su espacio natural: las calles y
las plazas? ¿Se ha replegado a los barrios, fuera de la vista de los
focos mediáticos y de la volátil “opinión pública”, pero construyendo al
modo de las hormigas una base duradera para el cambio social?
Font: Fuera de lugar
Font: Fuera de lugar
A
la comisión de Extensión Internacional de Sol, que tuvo un papel
relevante en la preparación del 15-O, no le satisface ninguna de las
respuestas, así que se ha declarado en huelga
(!), invitando a detener la producción (los activistas también
producen: activismo) para pensar a fondo lo que a su juicio es una
crisis de la estructura organizativa del 15-M. En su declaración llaman
la atención sobre tres problemas particularmente: la bajísima
participación actual en asambleas y comisiones, la dispersión y división
interna, y la burocratización de los comportamientos (automatismos,
falta de imaginación).
Me
gusta el gesto: se atreve a interrumpir y pienso que si no hay
discontinuidad no hay creación, sólo inercias y repetición. No tengo
ninguna solución que ofrecer sobre cómo podrían funcionar las cosas de
otra manera. Pero voy a tratar de contribuir con algo (un poco general y
abstracto, que es lo mío) sobre los problemas que apunta Internacional,
por si acaso leerlos de otra manera ayuda a ensanchar el campo donde
podemos encontrar respuestas concretas.
Vida y política
¿Dónde
se han metido todas las personas que poblaron plazas y asambleas en
primavera? ¿Se han vuelto desafectos al 15-M, son incapaces de un
compromiso duradero, están ahora resignadas a su suerte? Creo que no.
Sin ningún estudio a mano, generalizando simplemente a partir de los
casos que conozco personalmente y de la observación de mí mismo, pienso
que en general la gente ha vuelto a hacer su vida.
Las semanas de acampada en Sol fueron un tiempo excepcional, pero resulta muy complicado habitar una excepción. O sólo puede hacerlo gente fuera de lo normal:
por ejemplo, los activistas, los que hacen de la política el centro de
su existencia. Pero si en una asamblea o en una comisión se quedan sólo
los (viejos o nuevos) activistas tenemos un problema, porque sus modos de hacer convocan y acogen sobre todo a otros activistas.
Y sin menospreciar ni mucho menos su papel, me parece muy claro que la
fuerza del 15-M -y algunas de sus invenciones más preciosas- no vinieron
del activismo (al principio se oía a muchos militantes de toda la vida
confesar, con mayor o menor alegría, “estamos completamente
desubicados”), sino de personas sin experiencia política previa y gente
cualquiera. La profesionalización de la política (también la activista) vacía los espacios comunes.
Pasa lo mismo cuando una comisión o una asamblea se convierte en un
grupo de amigos: la autorreferencialidad de los códigos y los rituales,
por mucho confort y bienestar que nos ofrezca, va expulsando a todos los
diferentes. Nos queda un simpática tribu, pero no un espacio político.
La vida hoy, en condiciones de inestabilidad y precariedad,
nos exige el esfuerzo de hacer y rehacer constantemente todo. Hay pocas
cosas que podamos considerar ya dadas: trabajo para toda la vida, casa
para toda la vida, amigos para toda la vida, familia para toda la vida,
amor para toda la vida, compromisos y convicciones para toda la vida,
etc. De hecho, hoy no sufrimos tanto por vivir una vida demasiado hecha,
como por no poder hacernos una vida. Los males contemporáneos
tienen mucho que ver con la incertidumbre, la inseguridad, la
dispersión, la pérdida del sentido, etc. Hacemos equilibrios todo el
rato y las pelotitas con las que jugamos están siempre a punto de
caerse. Si sostener vivas las relaciones afectivas o el sentido de un
pequeño proyecto nos supone ya un esfuerzo agotador, ¿cómo sacar tiempo
para implicarnos además en asambleas y comisiones?
El
problema no son los activistas ni los grupos de amigos. El problema es
la dificultad que tenemos para inventar formas de hacer política que
estén a la altura de las personas y no al revés. Una política habitable
para el 99%, no sólo para los activistas. Lo personal se desliga de lo
colectivo cuando no somos capaces de inventar engarces entre modos de
vida y modos de lucha. Entonces lo político se vacía y muere.
Pero
“volver a hacer su vida” es una mala expresión. Porque después de pasar
por las plazas no se vuelve igual, ni por tanto se vuelve a la misma
vida. Paradójicamente, volvemos a una nueva vida: tocada,
atravesada, afectada por el 15-M. ¿Qué ha hecho cada cual con esa
afectación? Si crear es dar sentido, forma o figura a un cambio
existencial para que no se pierda o se volatilice, ¿qué hemos hecho cada
uno con lo que el 15-M ha hecho de nosotros? Me parece que ahí hay una
investigación apasionante por emprender. ¿Qué aprendimos, qué
descubrimos y cómo lo hemos incorporado a la vida cotidiana? ¿Qué nos
llevamos del 15-M y cómo podríamos devolver algo? Hay proyectos en
marcha como Robo, 15M.cc o Bookcamping
en los que personas involucradas en la música, el cine o la edición se
replantean su trabajo cotidiano a partir del 15-M y tratan de aportar
algo de vuelta a lo común. Por las plazas pasaron también (trabajen de
ello o no) maestras, enfermeros, trabajadores sociales, psicólogos,
informáticas, estudiantes, periodistas, ¿en qué sentido se ha visto
alterada su mirada, su práctica y su estar en el mundo tras el encuentro
con el 15-M? Esos cambios micro son sin duda la base de la próxima ola.
Un nuevo clima
En
el debate generado por Extensión Internacional se analiza sobre todo la
situación del tejido organizativo 15-M: comisiones, asambleas, espacios
de coordinación. Lo que a mí me gustaría añadir es que el 15-M no sólo
es una estructura organizativa, sino sobre todo un nuevo clima social.
Hemos cuestionado juntos ese peso terrible de la realidad oficial que dice: lo que hay es lo que hay.
Y así hemos podido respirar. La situación macro sigue igual, pero ahora
la vemos desde otro sitio. Está todo fatal, como rezaba el título de
una revista catalana, pero al mismo tiempo nos hemos demostrado capaces
de producir otra realidad. Y eso genera automáticamente alegría, un
nuevo clima emocional. La realidad oficial es el mapa de lo posible
autorizado: lo que es posible ver, pensar, sentir y hacer. Hemos abierto ese mapa.
Ahora se pueden ver, pensar, sentir y hacer otras cosas. El sistema de
partidos no es más un tabú. Conspiramos para interferir en las
elecciones, aunque no nos pongamos de acuerdo en cómo hacerlo, porque es
vox populi que son una estafa. La identificación entre
democracia y capitalismo ya no está tan clara. La realidad antes
invisible de los desahucios está ahora a la vista de todos. Es posible
pensar y hacer política sin estar afiliado a un partido ni ser siquiera
militante de un movimiento social. Nos servimos cotidianamente de la Red
para construir colectivamente otro punto de vista sobre la actualidad.
Hemos aprendido que el otro desconocido no es sólo un enemigo o un
objeto indiferente, sino que puede ser un cómplice. Nos hemos
descubierto capaces de hacer cosas que nunca habíamos sospechado. El
mapa de lo posible es otro, el clima es otro.
El
hecho de que menos gente participe en el tejido organizativo 15-M no
significa que menos gente se sienta concernida por la esperanza que el
15-M supone. Se demostró claramente el 15-O o, a otra escala muy
distinta, en la reciente cabalgata indignada.
El 15-M no es sólo el nombre de una estructura organizativa, ni de un
movimiento social un poco más grande que los anteriores, sino de otro estado mental. Que no está localizado aquí o allá, sino que atraviesa la sociedad entera como un viento.
Sabíamos más o menos cómo se organiza un movimiento social, pero ¿cómo se organiza un clima? Recién empezamos a pensar esto, sólo un par de apuntes al respecto.
Hay
propuestas que prenden mejor en el nuevo clima que otras. Los motivos
son muy distintos, seguro. Pero entre ellos está la sintonía de la
propuesta (en su manera de construirse y en lo que plantea) con las
tendencias más fuertes del clima 15-M: horizontalidad (ni vanguardias ni
protagonismos), inclusividad (nos dirigimos al 99%, no a un gheto),
respeto (convivencia entre diferentes), noviolencia (una mezcla de
conflicto y legitimidad), inteligencia colectiva, creatividad y
capacidad de sorprender, “no queremos ser mercancías en manos de
políticos y banqueros”, etc. Sintonizar con el clima es una cuestión de
escucha y de sensibilidad.
El
15-M tiene mucho que ver con la alegría de estar juntos en una sociedad
de competencia y sálvese quien pueda. Esa alegría podía palparse en las
plazas, en el 15-O o en la cabalgata indignada. Pero sólo podemos estar
juntos, compartiendo espacio y tiempo, en momentos excepcionales. ¿Cómo
estamos juntos cuando no estamos juntos? ¿Cómo encontrarnos y sentirnos
acompañados sin vernos las caras? Pensar la (auto)organización del
clima pasa también por pensar los enlaces, las conexiones, los
interfaces, la comunicación. Lo común circula y se construye también a
partir de imágenes, narraciones y herramientas. Más comunes cuanto más abiertas, honestas y comprensibles sean.
Abiertas, en el doble sentido de que den qué pensar (más que tratar de
convencer) y sean reapropiables (se puedan replicar, modificar, adaptar,
alterar libremente: sin propiedad). Honestas, porque no esconden la
dudas, los desalientos, las contradicciones y los clarooscuros que son
parte de la vida. Y comprensibles, es decir, directas y transparentes
pero no banales, exigentes pero no cerradas, restringidas o reservadas a
los expertos en tal jerga o saber, sino dirigidas a cualquiera.
Hay muchos ejemplos dentro y fuera del tejido organizativo 15-M, pero tengo uno a mano en el acta
de la reunión de Extensión Internacional donde se decidió la huelga
(que se adjunta junto la declaración). Es una gozada de texto. Abierto:
expone todos los argumentos, a favor y en contra, que se dieron en
aquella reunión. Honesto: no se calla las tensiones ni los desacuerdos
que hubo (y recoge maravillosamente el ruido de fondo de aquella reunión
celebrada en el metro: personas y situaciones que se mezclaron
azarosamente con el discurrir de la asamblea). Comprensible: es una
discusión donde se ponen en juego cuestiones muy profundas en un
lenguaje común y accesible a todos. Y además es un relato muy divertido.
Permite vivir lo que otros vivieron sin haberlo vivido, estar juntos
sin estar físicamente juntos. Ensancha lo común y compartido.
¿Dónde
está, pues, el 15-M? No hay que ser hiper-sensible para sentir que el
clima se está cargando de electricidad. El 15-M no ha muerto ni está en
repliegue. Estamos al acecho. Cada cual desde su lugar, no pasivamente a la espera, sino activamente al acecho.
El
reflujo de la primera ola, rechazado por la resistencia de los objetos
envestidos, dará materia a la próxima ola cuando, llegado el momento,
vuelva la marea.
-