Desde hace tiempo vengo reflexionando sobre el uso de los eufemismos, lo que me gusta llamar neolengua, en el trabajo ideológico para la presentación del poder a la población. Queda claro que este sistema que condena a la pobreza y a la violencia a la mayoría de la población mundial, solo puede mantenerse con la creación de una realidad inducida que maquille el horror.
Esta
es la base fundamental, a la que habría que añadir la construcción
simbólica cultural a través del entretenimiento de masas, donde se
trabaja el inconsciente a base de emociones y se forjan las ideas
primarias o los arquetipos de la heroicidad.
Es
una fórmula simple pero perversa, que apela a la simpleza de las ideas
fuerza y a la reducción de la realidad a un plano infantil. Una
maquinaria perfeccionada año tras año a partir de la experiencia de
dominación y la asunción del ahorro que supone esta guerra cultural y
emocional preventiva, en los medios represivos clásicos.
Goebbels,
ministro de propaganda nazi, fue un maestro en este arte del engaño
persuasivo. Es cierto que formaba parte de una sociedad jerarquizada y
militarizada, pero a la que se pudo llegar gracias a las fórmulas
aplicadas por este genio del mal. Hoy, en medio de nuestras sociedades
llamadas libres, se usan métodos parecidos, mejorados por la bien
engrasada democracia mercantilista al estilo Hollywood.
En
estos días nos hemos encontrado en medio de un bombardeo mediático
propagandístico sobre una supuesta retirada de Irak. Y digo supuesta,
porque aunque sea una reducción, no supone el total abandono de las
tropas estadounidenses del país.
Según
las informaciones oficiales, inoculadas por los grandes medios, 14000
estadounidenses adscritos a la embajada de EEUU en Bagdad permanecerán
en el país. Aún dando por buena esa cifra, otras fuentes hablan de la
permanencia de casi 50.000 soldados en bases diseminadas por el
territorio iraquí, mantener esa cantidad de personal en un país, no es
lo que yo entiendo por retirada.
A
esos miles de efectivos habría que sumar la presencia de decenas de
miles de mercenarios, llamados eufemísticamente contratistas, la mayoría
de los cuales tienen vinculación directa o indirecta con las tropas que
lideraron la invasión y posterior ocupación de Irak.
Los
hechos nos demuestran que no es una retirada y sí un repliegue táctico
propagandístico, enmarcado en la escenificación de la ficción que
convierten en nuestra realidad. En un país en el que permanecen miles de
efectivos de tropas foráneas, regulares o irregulares, no puede
hablarse ni de retirada ni de soberanía.
Es
interesante también poner atención en la dirección de la mirada que ha
primado en esta campaña de propaganda. La centralidad del discurso se ha
puesto sobre la salida de las tropas, difuminando la situación en la
que queda Irak después de tantos años de presencia invasora. Es ahí
donde queda claro lo que quieren ocultar y cómo tratan de ocultarlo.
El
Pentágono y los grandes medios han tenido que asumir cien mil muertos
iraquís para desenfocar la atención del horror que supone la verdadera
realidad. Según los informes de sobremortalidad realizados en 2006 por
la Universidad de Baltimore y actualizados por la organización inglesa
ORB [1], más de un millón de personas han muerto como consecuencia
directa de la invasión. En un país de veintisiete millones de habitantes
estos informes científicos nos revelan que se ha exterminado al 2,5% de
la población. Se pretende ocultar un genocidio.
No
quieren que veamos los cuatro millones de refugiados internos, los dos
millones de refugiados externos, la matanza sistemática de profesores y
científicos, el desmantelamiento de la sanidad, la aparición de
enfermedades erradicadas como el cólera, la segregación en la educación
por género, la pérdida de derechos de las mujeres, la irrupción del
sectarismo religioso, la inexistencia de reconstrucción, la falta de
electricidad o agua potable normalizada, el desempleo masivo, etc... Nos
esconden el infierno.
Para
la historia, esa que escriben los vencedores, quedará la retirada. Y
esa mentira convertida en realidad por la amplificación y la repetición,
es la neblina que ven la mayoría de las personas de este mundo. La
oscuridad que les impide ver la cara descarnada de los que dominan este
mundo al servicio de la banca y las grandes corporaciones.
Nuestro deber es disipar la neblina. Dar luz a la oscuridad. Hacer de la verdad nuestra resistencia.
Artículo realizado por Javier Couso