Somos lo que decimos. Y en muchas ocasiones
–a veces sin darnos cuenta– solemos caer en el sexismo lingüístico,
asumiendo un trato discriminatorio entre mujeres y hombres. Por ello, te
invitamos a adoptar una comunicación libre de sexismo, llevando a la
práctica, de manera consciente, este sencillo decálogo de
recomendaciones.
Lenguas oímos, corazones sí sabemos
Entre las formas de discriminación, el sexismo es una de
las más extendidas y frecuentes en el mundo. Consiste en el trato
desigual y en la segregación de las personas por su sexo al
considerarlas inferiores a las del otro sexo. Con base en la diferencia
sexual, las mujeres históricamente han sido y son discriminadas.
La discriminación sexual sucede de múltiples formas y en
todos los ámbitos de la vida social: en el trabajo, la casa, la
política, los medios de comunicación y, por supuesto, en el lenguaje.
A través de la palabra –verbal o escrita– transmitimos
ideas, sentimientos, modos de pensar y valorar las cosas, y en muchas
ocasiones solemos establecer una diferencia social entre los sexos que
se refleja y transmite a través de los significados asignados a las
palabras, los discursos, las expresiones del habla, las imágenes y los
códigos gráficos.
Dada la influencia del sexismo lingüístico en el
reforzamiento y reproducción de la desigualdad entre mujeres y hombres,
los gobiernos que integran la ONU, como el nuestro, se han comprometido a
adoptar medidas para erradicar los usos excluyentes del lenguaje. El
postulado básico que inspira esta transformación es nombrar lo
diferente, lo silenciado históricamente, promoviendo valores de respeto,
escucha y no discriminación entre los seres humanos y específicamente
hacia lo femenino.
En el lenguaje, la distinción entre lo femenino y lo
masculino en sí misma no es indicativa de sexismo ni de discriminación,
ya que en ocasiones resulta necesario nombrar separadamente a las
mujeres de los hombres. De hecho, el uso del género gramatical cambia de
un idioma a otro. Por ejemplo, en alemán el Sol es un sustantivo
femenino y la Luna, masculino. En cambio, en inglés los artículos son
neutros, al igual que algunos sustantivos. En el caso de la lengua
española todos los sustantivos poseen género gramatical, pero no todos
aluden a realidades sexuadas. El problema del sexismo lingüístico se
genera cuando a la representación y significación de lo masculino se le
asigna un valor superior y universal que desconoce o descalifica lo
femenino. En dichos casos, los sistemas lingüísticos presentan una
marcada óptica masculina, que se ha denominado androcentrismo. Esta
palabra deriva del griego andros (hombre) e implica la prevalencia de la
mirada masculina, centrada en la inexacta consideración de que el
hombre es el modelo, la medida y la representación de la humanidad.
Con el propósito de transformar los usos sexistas del
lenguaje, e introducir en la sociedad formas de comunicación
incluyentes, afines con las nuevas y diversas realidades de las mujeres y
los hombres del siglo XXI, te presentamos 10 recomendaciones de
utilidad práctica para el uso no sexista del lenguaje, publicadas por el
Consejo Nacional para prevenir la Discriminación (Conapred), el
Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la Secretaría del
Trabajo y previsión Social (STPS).