Una metodología de transformación participativa de
espacios urbanos toma cuerpo en un barrio
madrileño de viviendas protegidas de Mortalaz.
Sábado 8 de octubre, algo se mueve
en la plaza del emblemático edificio
de viviendas protegidas conocido como
El Ruedo: decenas de niñas y niños
pintan con colores de chicle una
ristra de neumáticos que bordeará el
parque infantil para que no entren
los perros. Se están construyendo
dos jardines: dentro, varias mujeres
y niñas plantan árboles y flores; fuera,
otras mujeres untan argamasa en
los adoquines que bordean los jardines;
otras los pintarán después de
verde. Varios adolescentes pican
azulejos y un enjambre de niñas y niños
los pega en el muro que bordea
el campo de fútbol, dando la primera
forma a un mosaico. Al fondo del
campo, un grupo de jóvenes y adultos
encajan unos banquillos que ha
cedido un polideportivo. Y a un costado,
otro grupo de jóvenes del barrio
estrena la mesa de ping pong reciclada.
Un equipo de limpieza improvisado
hace los honores en los
jardines que previamente han podado
los más jóvenes del barrio. En un
rincón de la plaza, otro grupo de
hombres contempla con orgullo la
fuente de piedra que acaban de terminar.
En las ventanas, la gente asomada
contempla expectante, alguna
baja y comenta la jugada en corrillo,
más tarde otra se animana cogeruna
azada o un taladro.Más de cien personas
participan en la remodelación
del barrio, niñas, adultos y jóvenes.
Algo insólito en El Ruedo.
Es el penúltimo día de un experimento
de intervención social en este
edificio madrileño en el que viven
cerca de 400 familias. Durante diez
días, la Asociación Caminar, veterana
en el barrio, junto con el grupo
promotor de la Escuela de Guerreras
y Guerreros Sin Armas, formado por
las cooperativas Altekio, Goteo,
Germinando, Versus, La Claqueta y
Pandora Mirabilia, invitó a la comunidad
de vecinos y vecinas de El
Ruedo a proyectar y a construir de
forma colectiva los sueños del barrio.
También participaron activamente
y de forma voluntaria algunas
asociaciones de Injucam.
Para poder llegar a esa fase de intervención
física en el espacio urbano,
el vecindario tuvo que soñar colectivamente
y organizarse a través
de una metodología de intervención
denominada El Oasis, una versión
reducida de la Escuela de Guerreras
y Guerreros Sin Armas, que se ha
puesto en práctica por primera vez
en el Estado español. Según esta
metodología de intervención se
pueden generar cambios sociales
con el diseño participativo de espacios
urbanos a partir de los deseos.
Claves del Oasis
Un periodo de intervención corto:
“hacer algo en poco tiempo y obtener
resultados”; la intervención física:
“es importante que se vea” y que
se trabaje desde los sueños, son algunas
de las claves que apuntan
Javier Fernández y Cristina Ruiz,
del grupo promotor de la Escuela
de Guerreras y Guerreros Sin
Armas en el Estado español. Él y
ella han participado en la última
edición de esta escuela en Brasil para
encarnar su metodología y ponerla
en práctica en Madrid.
Para crear un escenario de abundancia
e identificar la potencia de cada
persona y de la comunidad, El
Oasis propone una mirada apreciativa
de las bellezas antes de pasar a la
acción. “Rescatar la belleza es políticamente muy
potente. Muchas veces
se tira de la rabia, que también es una
estrategia política, pero activar la alegría
y las ilusiones es muy empoderador,
sobre todo en contextos con
mucho sufrimiento”, dice Javier.
Los primeros días en El Ruedo se
desarrollaron diversas técnicas lúdicas
en la calle que, además de agudizar
la mirada, generaban expectativa
y vínculos afectivos. El primer día se
buscaron las bellezas del barrio a
partir de rutas guiadas por parte de
quienes viven en él y se organizó un
encuentro de talentos para visibilizar
lo que la gente hace y ponerlo en valor.
Aunque se hacía evidente una división
sexual entre mujeres que saben
cuidar y varones que saben fontanería,
“los roles sociales que se
asignan a las mujeres y que no suelen
estar valorados, las mujeres de El
Ruedo sí lo relacionaban con un talento”,
matiza Cristina.
El tercer y cuarto día el trabajo se
orientó a proyectar colectivamente
los sueños del barrio. Frente a un
diagnóstico de necesidades, Javier
defiende que “trabajar con los sueños
empodera”. Los anhelos de El
Ruedo, recogidos a través de entrevistas,
coincidían en crear un espacio
común más agradable y mejor
equipado. “También se demandaba
que se crease la red de comunidad
que existía en el Pozo del Huevo [de
donde proceden algunas de las personas
realojadas] y que se había perdido
en el Ruedo. Y se habló de una
cajita donde cada vecino pudiese poner
un euro para los desalojos”, recuerda
Cristina. Tras los sueños, se establecieron tareas concretas y se
elaboró un listado de materiales necesarios
que había que conseguir en
el plazo de una semana. Tres días
antes de la jornada de acción apenas
había materiales. A contrarreloj
y gracias a las redes de afinidad,
además de una colecta realizada en
el barrio a la que contribuyó
Caminar, el 9 de octubre, primer día
de acción, había ruedas usadas, palés,
semillas y árboles para plantar,
maquinaria y herramientas prestadas,
así como otros materiales reciclados
para, a base de imaginación
y otras habilidades, conseguir algunos
de los resultados esperados.
El domingo 10, caída la noche,
mientras una soldadora voluntaria
daba los últimos retoques al banquillo
de fútbol y un grupo de jóvenes
se marcaba un flamenco, los equipos
de trabajo ponían en común por
megafonía los sueños realizados. El
Oasis se cerrará próximamente con
una jornada de Re-evolución, donde,
además demostrar un vídeo grabado
durante los diez días y celebrar
el trabajo colectivo, se podrá dar un
impulso para un nuevo ciclo de expansión
de los sueños.
GUERRILLAS
SIN ARMAS
Cuatro experiencias
en países del Sur
Por Javier Fernández
Santos, Brasil (1999)
El instituto brasileño Elos comienza con la primera experiencia
de la metodología de Guerreros Sin Armas. Se
realiza en tres comunidades diferentes de la ciudad de
Santos (Brasil) en las que las vecinas y vecinos construyeron
un centro comunitario, una guardería, un muelle,
una plaza y un parque infantil. A su vez se crea un centro
de acopio de desechos.
Oaxaca, México (2000)
El lugar escogido fue la colonia del Diamante. Esta vez, la
intervención urbana que realizó la comunidad consistió en un
jardín, un pequeño edificio circular para asambleas, un
campo de fútbol y una infraestructura para la canalización de
las aguas. En la experiencia a su vez participaron 30 jóvenes
de diferentes países y diversas personas de la ciudad de
Oaxaca que acudieron al enterarse de lo que ocurría.
Santa Catarina, Brasil (2009)
Después de las grandes riadas del 2008 que acontecieron en
la región de Santa Catarina, se realizó la metodología simultáneamente
en diferentes favelas afectadas de cinco ciudades.
La población proyectó sus sueños y los materializaron en
siete días junto con jóvenes procedentes de diferentes partes
de Brasil. Esos sueños consistieron en la reconstrucción de
espacios colectivos como plazas y jardines.
Dhampur, India (2011)
Esta vez la metodología se realizó en una escuela en la
que participó una comunidad escolar al completo (alumnado,
profesorado, padres y madres). El objetivo era construir
colectivamente el tipo de escuela que deseaban y empezaron
por cambios en el patio de recreo. En sólo tres días
construyeron espacios de juego infantil, murales colectivos,
un huerto y una caseta para realizar actividades.