Ese derrumbe de la
dignidad ha crecido en la misma proporción en la que disminuía la
credibilidad de la clase política. ¿Cuál es la razón? "Las políticas que
se han impuesto han servido a la riqueza y el poder", dice. Ciudadano
desasistido, votante escéptico. Por eso no le extraña que, entre tanta
amenaza de bomba y de gobiernos patrioteros, solo haya lugar para el pesimismo: "¿Optimismo? Solo queda entre aquellos que están ansiosos por ver las especies destruirse entre sí".
Noam Chomsky
enciende la radio. No quiere oír al locutor conservador Rush Limbaugh.
"Quiero escuchar a la gente que llama", dice. Son personas como Joe
Stack [el informático que se suicidó estrellando su avión contra una
oficina del Servicio de Recaudación Fiscal en Austin, Texas]. Le
recuerda preguntándose qué le pasa. Dice haber hecho todo bien, es un
cristiano devoto, que trabaja duro para su familia. Tiene un arma. "Creo
en los valores de mi país y mi vida está derrumbándose". Chomsky
(Filadelfia, 1928) sabe lo que le ocurre, y ha seguido el derrumbe del sistema económico y político de los EEUU en obras como Sobre el poder y la ideología y Los guardianes de la libertad.
El
ensayista norteamericano es implacablemente autocrítico y se indigna
con los actos de violencia y opresión. Es incómodo, muy incómodo, para
la clase política que se disfraza de falsa progresía y se sirve de la
crueldad del capitalismo desenfrenado y la guerra imperial. Ha desmantelado desde hace décadas el fraude moral e intelectual y una pequeña muestra de su trabajo queda recogido en los escritos, conferencias y respuestas que el articulista de Público selecciona en La era Obama y otros escritos sobre el imperio de la fuerza, de la editorial Pasado y Presente.
Joe Stack formaba parte de una calle, en la que Chomsky ha sentido la
frustración, la ira y el odio ante una crisis que ya ha tocado también
las cuentas de la esperanza. "Exacto. La calle está así y con muy buenas razones.
El periodo neoliberal de los últimos 30 años ha sido un desastre para
la mayoría de la población, sin contar con los países que directamente
ignoraron las reglas, como gran parte de Asia oriental", explica Chomsky
a este periódico.
Sin optimismos
Ese derrumbe de la
dignidad ha crecido en la misma proporción en la que disminuía la
credibilidad de la clase política. ¿Cuál es la razón? "Las políticas que
se han impuesto han servido a la riqueza y el poder", dice. Ciudadano
desasistido, votante escéptico. Por eso no le extraña que, entre tanta
amenaza de bomba y de gobiernos patrioteros, solo haya lugar para el pesimismo: "¿Optimismo? Solo queda entre aquellos que están ansiosos por ver las especies destruirse entre sí".
Si se le pregunta por sus intenciones o metas habla de animar a que
las personas piensen por sí mismas. Pero para cuestionar las
suposiciones convencionales de cada uno hace falta mucho escepticismo.
"Obliga a buscar una justificación a la sabiduría convencional: es
incapaz", dice. Reclama esfuerzo y análisis. No pide cinismo para tratar
la desigualdad, la injusticia, ni para desafiar a la hipocresía del sistema capitalista para decir la verdad.
"La forma del capitalismo que generalmente se ha llamado ‘capitalismo',
es capaz de destruir la posibilidad de una vida digna, y desde luego se
encamina en esa dirección. Si la devastación capitalista se puede parar
a tiempo, está en las manos de la población", aclara en un guiño a los
levantamientos ciudadanos de todo el mundo.
Armas, derechos
humanos, salud social, sesgos informativos, Palestina, Irak, Afganistán o
el asesinato de Bin Laden son algunos de los temas favoritos en el
pensamiento de Chomsky, en los que hurga para encontrarse con un panorama realmente crudo.
Su preocupación le hace utilizar para dos asuntos la misma expresión:
"Una horrible perspectiva". La primera, para analizar las consecuencias
más inmediatas y significativas del asesinato de Osama Bin Laden en
Pakistán, el pasado 1 de mayo. "El fervor antiestadounidense ya había
alcanzado un punto álgido en Pakistán y estos acontecimientos
probablemente lo exacerbarán", dice.
Peligros nucleares
Para
el autor de El beneficio es lo que cuenta, Pakistán es el país más
peligroso del planeta, y también la potencia nuclear de más rápido
crecimiento del mundo, "con un arsenal enorme". Si EEUU pusiera a los
soldados paquistaníes en una posición en la que sientan menospreciado su
honor, muchos lucharán contra los estadounidenses. Y si Pakistán se
derrumba... el flujo de una cantidad de exsoldados muy bien adiestrados, incluidos expertos en explosivos e ingenieros,
hacia los grupos islamistas sería un serio riesgo de que materiales
fisibles acabaran en manos de los yihadistas. Es decir, "una perspectiva
horrible".
¿La segunda visión catastrófica? La imparable carrera armamentística
de Obama. "En lugar de adoptar medidas prácticas para reducir la amenaza
real y grave de la proliferación de armas nucleares, EEUU está
preparándose para tomar medidas de envergadura con el propósito de reforzar su control de las regiones productoras de petróleo en Oriente Próximo,
e incluso para recurrir a la violencia si los otros medios se revelan
poco efectivos", dijo el 25 de julio de 2010, en su discurso en la
Conferencia Nacional Contra la Guerra.
El ocaso de un líder
Si
Obama ha acelerado el proceso de multiplicación de la capacidad bélica
de las fuerzas armadas estadounidenses, si las amenazas crecientes de
una acción militar contra Irán han aumentado, si en lugar de adoptar
medidas prácticas para reducir la amenaza real y grave de la
proliferación de armas nucleares EEUU se prepara para controlar por la
fuerza el petróleo en Oriente Próximo, si el "compromiso retórico" de
Obama con la no proliferación le ha valido muchos elogios, e incluso un
premio Nobel de la Paz, ¿quién era ese presidente que en 2008 era
carismático y honesto cuando salió elegido?
"Yo escribí sobre él
antes de las elecciones, sin esperar nada. Ya no estaba solo.
Inmediatamente después de las elecciones, la industria de la publicidad
le dio su premio anual por la mejor campaña de marketing del año. Es una lástima que mucha gente fuera engañada por Obama", explica Chomsky.
En el epílogo de La era Obama,
la edición en castellano ha incluido un extenso artículo en el que el
autor analiza el asesinato de Bin Laden. ¿No era una acción como esa más
propia de George W. Bush que de Obama? "Bajo los Bush, los sospechosos
fueron secuestrados y enviados a las cámaras secretas de tortura. Con
Obama, se los asesina, en una campaña de asesinatos creciente", suelta tajante.
Chomsky
recoge las palabras del prestigioso abogado británico Geoffrey
Robertson, que respaldó la intervención pero no la ejecución. El letrado
describió aquel "se ha hecho justicia" de Obama como un "absurdo".
Debería resultar evidente para alguien que ha sido profesor de Derecho
Constitucional, que aquello fue una violación del Derecho Internacional.
Democracia acosada
Otra
pata importante sobre la que estructura su pensamiento Noam Chomsky
queda bien definida en este nuevo volumen: la amenaza que supone para la
elite la democracia. "Ciertas cuestiones se marginan, un reflejo del
desagrado que la democracia inspira a la elite en general y el temor que
esta tiene a sus consecuencias", cuenta.
Ya en 1997 Noam Chomsky escribió en Lucha de clases,
ensayo sobre las victorias presidenciales de Ronald Reagan en 1980 y
1984, que los grupos de elite aprovecharon el descontento de la
población para destrozar el Estado del bienestar y "redirigir la
política social hacia los intereses de los poderosos y de los privilegiados". ¿En qué año hemos dicho que escribió esto?
Pero
si esta inquietud se ve reforzada por el hecho de que en una buena
cantidad de cuestiones, habitualmente las más importantes, ambos
partidos, demócratas y republicanos en EEUU (los que sean en el resto
del mundo), se encuentran a la derecha de las opiniones del electorado,
¿quién salvará a la clase trabajadora, a la izquierda? "Pero ¿quién es
‘la izquierda'? Si te refieres a la izquierda parlamentaria, ellos son
más o menos lo que solemos llamar ‘la derecha moderada".