Daniel Venegas Marín | Diagonal
La recuperación de espacios vacíos no es una novedad en el 15M. En Cádiz, un grupo de personas vinculadas
al movimiento dio vida al Valcárcel, un antiguo colegio abandonado en el
barrio de la Viña.
La Caleta, postal por excelencia de la
ciudad de Cádiz, fue recibiendo las
miradas curiosas que a media voz
iban conociendo la noticia de lo que
iba a pasar, mientras buscaban la
confirmación de lo que todos intuían.
Había gente dentro de Valcárcel, emblemático
edificio inaugurado en
1763 y declarado Bien de Interés
Cultural (BIC) en 1964.
Dentro, el
nerviosismo sobrepasaba con creces
la amplitud del edificio. El grupo de
unas veinte personas que se había
introducido en el inmueble, siguiendo
las directrices acordadas y al ritmo
de consignas oídas a medias, comenzó
a extender la pancarta que
rezaba “Valcárcel recuperado para el
pueblo”. La pancarta resistió los envites
del viento, mientras que se repartían
por los barrios de Cádiz comunicados
de prensa, manifiestos,
carteles y octavillas y aparecían perfiles
en redes sociales anunciando el
evento.
El domingo 19 de junio tuvo lugar
la presentación ante la asamblea popular
del movimiento 15M en Cádiz.
Valcárcel Recuperado se definió a sí
mismo como un movimiento autónomo
y ciudadano al margen del 15M,
pero esto tenía sus matices; si bien es
cierto que no se amparaba dentro del
movimiento, la verdad es que gracias
a él se había creado el escenario idóneo
para una acción de este calibre.
La discusión sobre la legitimidad de
una acción que implicaba riesgos legales
germinada en la clandestinidad,
y que encima usara la identidad
colectiva del 15M para su beneficio
propio se zanjó con la decisión unánime
de que todo debería ser llevado
al margen del movimiento hasta que
éste decidiera, si lo creyera conveniente,
el adherirse o no al proyecto.
Así pues, tras la presentación ante
el barrio de la Viña, donde se sitúa el
edificio, en el día que se debía levantar
la acampada permanente del 15M
y con la manifestación del 19 de junio
materializándose simultáneamente,
se dio lectura al manifiesto enviado
desde Valcárcel Recuperado. Éste
fue recibido positivamente por la
asamblea de Cádiz, y se añadió al recorrido
de la manifestación una parada
frente al centro social, que selló
así una colaboración que dura hasta
el día de hoy.
El día 20, con el miedo
a una posible intervención policial,
Valcárcel Recuperado abrió sus
puertas. Fueron 72 horas críticas, llenas
de discusiones, debates y trabajo
que tuvieron su fruto en la masa de
gente que atravesó las enormes puertas
del edificio entre la emoción y las
lágrimas, sin que al final los dispositivos
policiales entorpecieran el acto.
Del uso social a la especulación
Destinado a ser la sede del Hospicio
Provincial de Cádiz, los espacios de
este edificio han servido de Casa de
la Moneda o Escuela de Bellas Artes
e incluso el sistema de aljibes del que
dispone representó un papel clave en el
abastecimiento de agua en el barrio
de la Viña durante las primeras décadas
del siglo XX. Su última función
fue la de centro educativo a partir
del año 1961.
Valcárcel, con sus 79
ventanas, su capacidad para 12.000
personas y su imponente fachada
neoclásica, ha sido una pieza fundamental
para el enriquecimiento del
tejido social de la ciudad hasta 2003,
cuando se cerraron sus puertas definitivamente
tras la cesión de explotación, por parte de la Diputación
Provincial de Cádiz, a la empresa
Zaragoza Urbana, que se comprometió
a inaugurar el primer hotel de
lujo de la ciudad en 2012.
Estaba previsto que el hotel iniciase
un proceso de privatización en la
zona, apoyado en otro proyecto: la
construcción de un puerto deportivo
a escasos metros, así como la transformación
completa de una de las señas
de identidad de la ciudad. Unas
calles que, inmutables al paso del
tiempo, aún guardan la esencia del
folclore entre cantes y pescado frito.
Tras la cancelación, por razones medioambientales,
del proyecto de
puerto, en 2010 comenzó el proceso
de rescisión de contrato por parte de
Zaragoza Urbana en ese mismo año.
La Diputación, sin dinero para hacer
frente a la cancelación del contrato,
se negó a aceptar la renuncia, dejando
el edificio Valcárcel en un limbo
legal del que sólo sacaba beneficio el
deterioro.
Nueve años más tarde, la gente
presente en esa primera asamblea
en el patio de Valcárcel es consciente
de todo ese proceso, y lo que significa
tomar posesión de dicho edificio.
Tras una tímida denuncia por
parte de Zaragoza Urbana en julio,
en la que se advierte del mal estado
del inmueble, pero no se solicita el
desalojo,Diputación declaró que no
pensaba aceptar la rescisión del
contrato mientras éste continuara
ocupado, ganando así algo de
tiempo.
Recientemente Valcárcel
Recuperado respondió a este cruce
de sinsentidos al presentar un millar
de firmas ante la justicia que denunciaban
la negligencia de ambas
partes en el desarrollo de sus responsabilidades,
sin especificar tampoco
qué rumbo seguirán en las negociaciones
con las instituciones.
Basado en un sistema asambleario,
el colectivo desarrolla sus actividades
ajeno a todo lo que se escribe
de él. Orgullosos de proyectos como
La Escuela de Verano o la futura
Aula del Mar, tras tres meses comienzan
a desarrollar las primeras
iniciativas de autoempleo, así como
la elaboración de un discurso de mayor
calado social, apoyado por algunos
de los colectivos con más trayectoria
dentro de la ciudad, que, ante la
crítica situación, aúnan militancia
por un fin común al margen de ideologías.
El martes 2 de agosto de 2011
se hacía público el compromiso de
apoyo a Valcárcel por parte de una
veintena de colectivos de la ciudad
de Cádiz, al que se suscribían Ecologistas
en Acción o el Centro Social Autogestionado La Fábrika, entre
otros. Con el deseo de solventar este
problema y el riesgo de enrocamiento
por parte de los colectivos en un
edificio de tales dimensiones se optó
por acuñar el término “colectivización
de colectivos” como sistema de
trabajo. Además, los espacios se denominaron
de uso común para compartir
espacios de reuniones o almacenes
y fomentar la relación
entre usuarios en el desarrollo de actividades,
enriqueciendo de este modo
la experiencia.
Bajo el cartel de “Entrada libre y
gratuita” y con más ilusión que destreza
en ocasiones, Valcárcel Recuperado,
que cuenta ya con el apoyo
de determinadas personalidades
del mundo de la cultura y las letras,
necesita de la confianza y el trabajo
de una ciudad que en sí misma necesita
ese cambio, a fin de darle el
tiempo suficiente para desarrollar
una propuesta que se antoja de primera
necesidad.
A vueltas con el término ’okupado’
Pegada en la caja de un extintor
junto a la puerta de entrada
del edificio, una pegatina declara:
“No soy okupa, soy valcarciano”.
Esa autodenominación,
justificada a fin “de causar una
mejor reacción en el entorno”,
junto con las declaraciones
realizadas por el colectivo en
los primeros días, donde se
remarcaba la idea de “recuperado,
no okupado” han sido
núcleo de muchas de las discusiones
de las asambleas que
tienen lugar los lunes en su
patio central.
Mientras desde un frente se
defiende que Valcárcel no es
una okupación al uso, sino, que
merece un nuevo término,
desde otro, causa serias ampollas
el ser consciente de la
demonización que aún sufre el
término incluso dentro de la
parte crítica de la sociedad.
La oficina de okupación formada
tras la toma del edificio y
que ahora mismo tiene su sede
entre sus muros, intenta
mediante talleres y jornadas
una labor de concienciación
que acabe con estos prejuicios.
Lidia, una de sus integrantes,
piensa que “todo viene por la
falta de información y por la
imagen ‘okupa’ que se da en
los medios. Me da rabia escuchar
hablar negativamente del
movimiento cuando es algo
legítimo el derecho de todo ser
humano a luchar por una
vivienda digna”.
Mientras se preparan las
Jornadas de Okupación de
este colectivo, La Fábrika
organizó durante este verano
varios debates en el que
representantes del CSOA
Casas Viejas, el centro vecinal
Pumarejo o La Invisible de
Málaga dieron muestras de
que cada centro tiene un
camino que debe recorrer enriqueciéndose
de las experiencias
comunes.
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