Según Putnam,
el término se refiere a las conexiones entre los individuos, a las
redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza que surgen de
ellas.
El término “capital” quiere denotar que las redes sociales suponen un
valor en sí mismo. Al igual que un destornillador (capital físico) o
la educación universitaria (capital humano) puede incrementar la
productividad (individual y colectivamente), los contactos sociales
afectan a la productividad de individuos y grupos.
El capital social tiene un aspecto individual y uno colectivo. Por el
primero nos beneficiamos individualmente a través de las conexiones
sociales que establecemos. Por ejemplo, todos sabemos el valor que tiene
el establecimiento de redes (“networking”) para conseguir un trabajo
(para uno mismo o para un hijo o familiar). A veces es tan o más
importante el “a quién conocemos” (capital social) que el “qué
conocemos/qué sabemos” (capital humano). No solo es la fuente del
clásico “enchufe” o “el tráfico de influencias”, sino al mero acceso a
la información de la existencia de la oferta de trabajo, y determina la
mayor facilidad de conseguirlo, si el que contrata tiene una garantía de
confianza de un candidato frente a otro desconocido. Es decir, las
redes sociales son importantes en nuestras vidas para encontrar trabajo,
a alguien que nos eche una mano, una compañía o un hombro donde llorar.
Pero el capital social también tiene “externalidades”
que afecta a la comunidad del individuo. No todos los beneficios y
costes de las conexiones sociales recaen sobre el individuo que hace los
contactos. Es un bien privado, pero también es un bien público. Como
individuo puedo estar pobremente conectado, pero puedo beneficiarme de
vivir en una sociedad bien conectada.
Las conexiones sociales se sostienen en normas de conducta, entre las cualesla reciprocidad es la más importante. Puede ser una reciprocidad especifica (“Hago esto por ti, para que luego lo hagas por mi”), pero la que tiene mas valor es la reciprocidad generalizada
(“Hago esto por ti, sin esperar que me devuelvas nada, pero con la
confianza que un tercero cualquiera lo hará alguna vez por mí si lo
necesito”). La reciprocidad implícita en los servicios que se
intercambian en los bancos de tiempo (ver en este blog: El banco de tiempo), de forma colectiva (no necesariamente de forma mutua, en forma de trueques), es un buen ejemplo.
Como vemos, el concepto es primo hermano (incluso, una reformulación) de otros como solidaridad, fraternidad, cohesión social, virtudes cívicas,
etc., aunque se diferencia en ciertos matices. Por otra parte, veremos
en los siguientes post que el capital social tiene connotaciones y
dimensiones positivas (ayuda mutua, cooperación, confianza, efectividad
institucional), junto con otras negativas (sectarismo, etnocentrismo,
corrupción).