Casi todos los días, a eso de las 7 y media, me voy caminando hacia la plaza.
Al llegar encuentro a mucha gente charlando en pequeños grupos, esperando a la asamblea.
Es gente diversa. Muchos jóvenes, si, pero también de todas las edades, y gente madura que, como yo, no quieren perderse esto.
Al llegar encuentro a mucha gente charlando en pequeños grupos, esperando a la asamblea.
Es gente diversa. Muchos jóvenes, si, pero también de todas las edades, y gente madura que, como yo, no quieren perderse esto.
Saludo a quienes conozco de otras movidas sociales y también a quienes voy descubriendo día tras día.
He hecho amistad con un coleguita muy jóven -al que algunos medios de comunicación llamarían "perroflauta"- que desde el primer día se significó por su entusiasmo y por una insólita voz poética.
El fué el que, asamblea tras asamblea, se preguntaba, como perplejo: "Porque esto es una revolución ¿no?".
Lleva unos días con el ánimo bajo.
Me dice: "Loco, estoy desbordado. Mi cabeza no para. Ya no doy más. Tengo miedo de no hacerlo bien. Si me dejo llevar, a veces me iría, pero otras veces me quedaría."
Le digo que no se coma el coco, que no podemos entenderlo todo, le doy un abrazo y le animo a seguir su corazón.
Luego, siempre más tarde de la hora prevista (¡que estamos en Cádiz!), empieza la asamblea, la gente se sienta en el suelo de la plaza y yo busco una silla y un sitio discreto para sentarme.
Y entonces se suceden las intervenciones: el orden del día, las noticias de otras acampadas, la información de las comisiones de trabajo, la agenda de las próximas acciones, el turno de intervenciones libres...
Algunas personas suelen hablar casi todos los días. Otras se animan a hacerlo un día u otro.
Yo no lo he hecho todavía. Tal vez porque en la vida me ha tocado hablar muchas veces, quizás porque pienso que hoy las voces deben ser de otros -particularmente de los más jóvenes-, o porque siento que en esta ocasión hay mucho que decir, si, pero también mucho que escuchar.
Escuchar es también una manera de participar, y una manera de aprender.
A veces, es la emoción la que habla, a borbotones, desbordándose. Otras suenan discursos con sabor a pasado, por lo general cuando hablan viejos militantes. En ocasiones, se expresan demandas, objetivos y propuestas de todo tipo, algunas de ellas más que peculiares, que tratan de hacer avanzar el movimiento.
Lo que se escucha cada dia no suele ser, en conjunto, un discurso coherente y estructurado. Por el contrario, son voces confusas, balbuceantes, cargadas de emociones, de contradicciones y de esperanza.
Se expresa -de una u otra forma- la incertidumbre, la angustia, la indignación, la impotencia... de miles de personas que nos sentimos agobiadas por circunstancias que no comprendemos ni manejamos y que sentimos la necesidad de "hacer algo".
Pero, al fin, la suma de unas y otras voces resuena siempre como una musica de fondo repleta de significados, de verdades.
Lo que ocurre hoy en las plazas tiene pleno sentido: gentes diversas ocupando el espacio público, saliendo del aislamiento, relacionándonos, comunicándonos, compartiendo, hablando de política (¡), aprendiendo a expresarnos, a escucharnos, buscando acuerdos y consensos...
Quienes exigen ideas claras y programas de acción estructurados no entienden lo que señala hoy Vicente Verdú en EL PAIS: "todas las críticas que se hagan a los movimientos del 15-M censurando sus ideas flou, sus propósitos variantes o sus propuestas en granel, carecen de pertinencia. Son señal, ni más ni menos, de que no se ha entendido nada. Y no ya de ese interesante movimiento sino del actual movimiento del mundo."