Indecente,
es que el salario mínimo de un trabajador sea de 624€/mes y el de un
diputado de 3.996. Pudiendo llegar con dietas y demás a 6.500€/mes.
Indecente,
es que un profesor, catedrático de universidad o un cirujano de la
sanidad pública, ganen menos que un concejal de festejos de un
ayuntamiento.
Indecente, es que los polítios se suban sus retribuciones en el porcentaje que les apatezca (siempre por unanimidad).
Indecente,
es que un ciudadano tenga que cotizar 35 años para pedir una
jubilación, y a los diputados les baste sólo con 7, y que los miembros
del gobierno sólo necesiten jurar el cargo para cobrar la pensión
máxima.
Indecente, es que los diputados sean los únicos trabajadores (¿?) exentos de tributar un tercio de su sueldo del IRPF.
Indecente,
es que a un político no se le exija superar una mínima prueba de
capacidad para ejercer su cargo (ni intelectual, ni cultural).
Indecente,
es colocar en la administración a miles de asesores (= amigotes con
sueldos que ya desearían los técnicos + cualificados).
Indecente,
es el ingente dinero destinado a sostener a los partidos y sindicatos
aprobados por los mismos políticos que viven de ellos.
Indecente,
es el coste que representa para los ciudadanos sus comidas, coches
oficiales, chóferes, viajes (siempre en gran clase) y tarjetas de
crédito por doquier.
Indecente, es que ministros, secretarios de
estado y altos cargos de la política, cuando cesan, son los únicos
ciudadanos que pueden pedir y percibir legalmente 2 salarios del erario
público.
Y que sea cuál sea el color del gobierno,
tooooooooooooooodos los políticos se benefician de este moderno “derecho
de pernada”, mientras no se cambien las leyes que lo regula.
Y quienes las cambiaran, ¿ellos mismos? ¡Já!