Se cumplen ahora diez años de la cumbre del G8 en Génova en julio de
2001, donde se escribió una de las páginas más significativas en la
trayectoria del movimiento altermundialista. Las protestas en Génova
significaron el momento cumbre de la fase de crecimiento lineal del
movimiento altermundialista después del Encuentro Ministerial de la OMC
en noviembre de 1999 en Seattle, que representó el inicio de un nuevo
ciclo internacional de movilizaciones.
Fueron la constatación de que
éste había pasado de tener esencialmente una fuerza simbólica a poseer
una capacidad de movilización real. Génova llegó poco después de la
celebración del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de
2001, bajo la hoy ya famosa consigna de “otro mundo es posible”, cuya
pertinencia es aún más evidente en plena crisis global.
El décimo aniversario de las jornadas de Génova llega en un momento
donde la Unión Europea está atravesada por fuertes turbulencias y en el
que los vientos que han electrizado el mundo árabe desde finales de
2010 soplan cada vez con más intensidad en el viejo continente. Las
movilizaciones sostenidas en Grecia y el ascenso del movimiento de l@s
indignad@s en el Estado español, sin olvidar la victoria en el
referéndum del agua en la misma Italia, son los síntomas más destacados
del ascenso de un nuevo periodo de luchas, cuyo reto es
internacionalizar y “europeizar” las resistencias emergentes.
Hace una década los acontecimientos en esta ciudad italiana
capturaron el imaginario de millones de personas y de múltiples
movimientos y luchas sociales de todo el planeta, que se sintieron
identificados con el mensaje de crítica radical a la globalización
capitalista de unas protestas que vivieron como propias. Las masividad
de las mismas, su radicalidad y el elevado nivel de confrontación entre
l@s manifestantes y el poder marcaron la dinámica de unos días
decisivos, donde el tiempo histórico pareció acelerarse de forma muy
intensa al compás de los intentos de l@s activistas de “liberar” la
ciudad, de entrar en la prohibida “zona roja”, y de desestabilizar la
cumbre. “Nosotros somos millones, ellos 8” era el sentir general de
aquell@s que desembarcamos en la histórica ciudad portuaria dispuestos
a doblegar a los amos del mundo.
El asesinato del joven Carlo Giuliani en la jornada de acción
directa del 20 de julio por un disparo de la policía y el asalto
policial a la escuela Díaz fueron los episodios más dolorosos de unas
movilizaciones marcadas por una feroz represión. Habilitada como un
lugar para dormir y reunirse por parte de algunos manifestantes
extranjeros, la escuela Díaz se convirtió la noche del 21 de julio en
escenario de una vendetta policial que dejaría tras de sí 63 heridos y
decenas de arrestados, ocasionando un gran escándalo político y
mediático y un largo proceso judicial.
Génova marcó el inicio de un fuerte periodo de protestas sociales
contra el gobierno Berlusconi. Una verdadera “generación Genova”
emergió en Italia, que pasó a ser uno de los epicentros de la lucha
global. Junto al altermundialismo, en esta nueva etapa, los sindicatos
mayoritarios, y en particular la CGIL, jugarían un rol importante
entrando en escena, después de su clamorosa ausencia en la
contra-cumbre del G8, con la convocatoria de varias huelgas generales y
movilizaciones, aunque sin abandonar su modelo de sindicalismo de
concertación.
En parte como resultado de este largo proceso, en abril de 2006 las
fuerzas de centro-izquierda llegarían al poder, tras una muy ajustada
victoria electoral frente a la derecha liderada por Berlusconi. Sin
embargo, los dos años de gobierno Prodi dejaron tas de sí un triste
balance en política económica, social y exterior, provocando desánimo,
desmovilización y parálisis social… y allanaron el terreno para el
regreso triunfal al poder de Il Cavaliere en abril de 2008, quien,
mucho a su pesar, va a festejar la carnicería de los carabinieri en
Génova en pleno ocaso, decadencia y en una atmósfera de final de
reinado.
Poco después de los acontecimientos en la ciudad italiana, los
atentados del 11S en New York significaron el inicio de un nuevo
periodo internacional marcado por la “guerra global contra el
terrorismo”. La denuncia contra la guerra tomaría fuerza en el seno de
la crítica a la globalización, dando paso al desarrollo del movimiento
antiguerra, cuyo clímax fue la jornada internacional del 15F de 2003,
en vísperas del comienzo de la invasión de Irak. A partir de entonces,
se entró en una nueva fase marcada por una pérdida de centralidad de
las movilizaciones altermundialistas, de su capacidad aglutinadora y de
mayor dispersión de las luchas sociales, en un contexto muy defensivo
en el conjunto de la Unión Europea, hasta el estallido de la “gran
crisis” del 2008 que ha marcado la escena internacional estos últimos
tres años y frente a la cual despuntan ahora las luchas sociales.
Una década después de la cumbre de Génova el ciclo altermundialista
ya terminó, pero otro se abre ante nuestros ojos. No es éste un
aniversario nostálgico de un movimiento que fue, pero que ya no es. Es
un aniversario donde la memoria indignada de aquellas míticas jornadas
nos permite recordar el pasado para mirar hacia el futuro, donde el
recuerdo del asalto a la “zona roja” se mezcla con las vivencias
recientes de las ocupaciones de plazas, las asambleas de barrio y el
“bloqueo” al Parlament de Catalunya. Y donde el sentido recuerdo de
Carlo Giuliani sólo hace sino aumentar la ira y la indignación de
quienes, aún con más razón que hace diez años, seguimos defendiendo que
“otro mundo es posible” y que “no somos mercancías en manos de
políticos y de banqueros”.