Manuel Delgado
Resumen
de la intervención en la mesa “Activisme, nous moviments socials,
ciutadanisme i moviment obrer”, en la 6a Escola d’Estiu de CCOO del
Barcelonès, el 1 de julio de 2011 en Vilafranca del Penedès. En la mesa
también participaron Vicenta Font, vicepresidenta de Justícia i Pau;
Álvaro Porro, del Centre Social de Can Masdeu; Lluís Juberías, del
Col·lectiu Inflexió, y Javier Pérez Andujar, periodista
i escritor. Moderaba el profesor Albert Recio, de la UAB. Estaba
invitada, pero no pudo acudir, Gala Pin, de l'Assemblea de la
Barceloneta. Fue una lástima, porque a ella estaban dedicadas, con mucho
cariño y admiración, algunas de las cosas que dije.
¿Es “espontáneo” el movimiento 15M?
La larga marcha de los movimientos sociales
Manuel Delgado
El
movimiento 15M nos desconcierta. He ahí acaso su gran virtud: la de
obligarnos a todos a un replanteamiento general sobre algunos paradigmas
a partir de los cuales habíamos interpretado la realidad y decidido qué
hacer para transformarla. Uno experimenta, cuando contempla lo
acontecido en las últimas semanas en el Estado español –con
particularidades a destacar en el caso catalán–, una feliz desazón ante
hechos que parecen estar conformados con materiales que no son nuevos
del todo, pero que han alcanzado niveles extraordinarios de intensidad y
de fuerza. Hemos disfrutado de nuevo del placer de no entender y de la
obligación de repensar.
Es
cierto que la naturaleza del 15M como un movimiento de masas ha de
pagar inevitablemente una cuota de contradicciones y paradojas. Son la
contrapartida insalvable de su propia amplitud, de su heteregoneidad y
de lo plural de sus fuentes, una contrapartida que, en cualquier caso,
merece de sobras ser satisfecha, sin dejar por ello de advertir sobre la
eventuales derivas que pueda experimentar un proceso que ojalá llegue
pronto a ser verdaderamente revolucionario. Por supuesto que –como he
procurado defender cuando he tenido el privilegio de dirigirme a los
acampados y acampadas de Barcelona o de Girona– hay que valorar el
peligro que suponen, para tal horizonte, la ambigüedad postmoderna, el
virtuosismo cristianoide o la retórica ciudadanista, que se limita a
exigir una redención moral de un capitalismo supuestamente susceptible
de ser mejorado.
En
cualquier caso, la obligación de la izquierda histórica es la de
sumarse al movimiento y contribuir a su éxito aportándole lo que merece
ser rescatado de todas sus derrotas: la honradez, el trabajo ideológico y
de análisis, el entusiasmo militante, la capacidad organizativa y la
generosidad.
Ahora
bien, hay algo que merece ser subrayado y que la representación
mediática del movimiento de los indignados escamotea. En su voluntad de
simplificar las cosas, los mass media se empeñan en dibujar un 15M
espontáneo, imprevisto, surgido como de la nada y por sorpresa, una
especie de exabrupto que ha emergido súbitamente y que carece de
historia. Esa imagen es la que deberíamos discutir, puesto que es su
cuestionamiento en el que encontraríamos las razones del contrapié en
que ha cogido a la izquierda política y sindical más institucionalizada
y, más allá, las de su propio fracaso como instrumento para el cambio
social.
El
15M no nació de la nada. Muchos de los rostros que encontramos en las
acampadas son nuevos y en ello reside una de las grandes victorias, ya
inapelables, del movimiento: la incorporación de miles de personas
–muchas de ellas jóvenes– a la lucha y la discusión políticas. Pero
muchos de esos hombres y mujeres que hemos visto movilizándose estos
días en primera línea ya los habíamos visto antes, haciendo eso mismo
que hacen ahora, pero más solos y solas, aunque no menos motivados y
decididos.
Antes
del 15M, preparándolo, ha habido un camino, la larga marcha de lo que
dio en llamar movimientos sociales, que hace años que vienen ensayando
esas formas de acción política que ahora nos sorprenden por su
generalización y por su capacidad de arrastrarnos a nosotros mismos, que
tanto y tantas veces las habíamos ignorado, despreciado y hasta
combatido. Hagamos
memoria. Hubo otros campamentos antes de los que ahora vemos, como el
de mayo de 2000 en la plaça Espanya contra el desfile militar que se
pretendía celebrar en Barcelona para conmemorar el Día de las Fuerzas
Armadas. El apoyo de los inmigrantes sin papeles encerrados en
l’església del Pi en la primavera del 2001 y el movimiento Papers per
Tothom serían otros precedentes. Pensemos en las movilizaciones contra
la cumbre del Banco Mundial en junio de aquel mismo año, o contra la de
jefes de Estado y de gobierno europeos, en marzo del siguiente. O las
grandes protestas contra la invasión de Irak o contra la mentira de
Estado de los atentados del 11M en Madrid. O la movilización que
contribuyó al fracaso del Fórum Universal de las Culturas en el 2004.
Sólo son algunos ejemplos. Hubo otros muchos, que corrieron a cargo de
muchos de estos muchachos y muchachas que hoy están liderando –como se
lidera de verdad: humildemente, sin arrogarse representatividad alguna,
anónimamente, casi sin querer; no desde arriba, sino desde abajo– la
agitación en las calles y plazas españolas.
Dejadme
proponeros un ejemplo, sólo a título de muestra. Unas de las
organizaciones que convocó en Barcelona la manifestación inicial, la del
15 de mayo, fue la Plataforma d’Afectats per l’Hipoteca. Pero, ¿de
dónde viene esa organización? Cualquiera que conozca su historia sabe
que procede de uno de los más claros antecedentes de lo que hoy es el
estilo de organización y lucha que es el 15M, con una estructura
parecida y con unas maneras de convocar para la acción pública de los
que lo que hoy vemos es en buena medida una ampliación. Me refiero a V
de Vivenda, l’assemblea popular per una vivenda digna. Recordemos lo que
de sorprendente fue el éxito de sus convocatorias de sentadas y
manifestaciones multitudinarias a lo largo de 2007, que tuvieron como
escenario precisamente la plaça de Catalunya de Barcelona. Pero
recordemos también que el impulso de V de Vivenda partió en gran medida
del denigrado movimiento okupa, en concreto de colectivos como Miles de
Viviendas. Me permito mencionar este ejemplo, no porque valga más que
los demás, sino porque una serie de avatares personales me ha permitido
seguir de cerca la evolución de uno de los colectivos cuya lucidez,
valentía y perseverancia han producido ese fenómeno “espontáneo” que es
hoy el 15M.
En
una palabra. No os engañéis: los indignados y las indignadas de hoy son
no únicamente, pero sí en buena medida, los famosos “antisistema”, los
mismos que la prensa y vosotros mismos lleváis tiempo estigmatizando,
usándolos como espantajos con los que se asustaba a las mayorías
sociales, advirtiéndoles de los peligros y acechanzas de toda acción y
pensamiento que se escapase de vuestros mapas mentales. En efecto: los
antisistema, los mismos que ocupaban el Banesto de esa misma plaça
Catalunya cuando la última huelga general y que son los mismos que ahora
ha jurado perseguir el conceller Puig, espero que, a diferencia de como
hasta ahora, sin vuestro concurso. Por cierto, ¡cómo recuerdan estos
“antisistema” –que son lo que nosotros tuviéramos que haber sido– a la
protagonista de aquella vieja canción que Ovidi Montllor compuso
pensando en los combatientes políticos de mi generación! Ellos son, hoy,
la nueva Fera Ferotge.
Durante
años, estigmatizados mediáticamente, perseguidos por la policía,
despreciados y tantas veces deslegitimados por la izquierda
institucional, esos movimientos sociales –muchos de ellos con un fuerte
componente anticapitalista– han impulsado una dinámica de luchas
sociales en todos los frentes –también el obrero– de la que lo que ha
pasado en plazas españolas no es sino la culminación, de seguro que
provisional. La
pregunta es, ¿dónde estaban los partidos y los sindicatos de la
izquierda histórica mientras todo eso pasaba? Respuesta: no estaban, o,
si estaban, era al margen, cuando no en contra.
Es
difícil, en este contexto, no recordar el menosprecio que sufrimos
quienes, manteniéndonos leales a la gran tradición de la izquierda
histórica, renuentes a renunciar a su grandeza y heroísmo, insistimos en
advertir que estaban pasando cosas nuevas y que no podíamos mantenernos
al margen de su potencialidad para despertarnos de nuestra larga
siesta. ¡Cuántas veces tuvimos que soportar el reproche descalificador
de ser “antisistema” y “amigos de los okupas”!
El
caso del movimiento sindical obrero es bien significativo. Las grandes
manifestaciones del 19 de junio se llevaron a cabo bajo el lema “hacia
la huelga general”. Y es que no es nada descartable que, entre los
objetivos del movimiento 15M para después del verano, esté el de
convocar un gran paro en protesta contra las políticas gubernamentales
en materia económica y el servilismo de la política profesional respecto
de los intereses bancarios y empresariales. Se está hablando de que,
llegado el caso, la convocatoria oficial de esa huelga general se
llevará a cabo a través de un “sindicato minoritario”. Si el movimiento
de los indignados convoca ese paro general que no se dude que será a
través de la CGT, un sindicato anarconsindicalista en el que cada vez
militan –y en lugares de responsabilidad– más trabajadores de
filiciación marxista, muchos militantes activos, por ejemplo, de las CUP
o incluso de EUiA, que han desoído la consigna oficial de “reforzar”
CCOO. Estoy impaciente por saber qué harán los sindicatos mayoritarios
ante esa convocatoria, que ya no será suya, sino de un sindicato hasta
ahora habían despreciado y a veces combatido. ¿O
se atreverán Comisiones y UGT a mantenerse al margen de una
movilización que ha demostrado ya su capacidad para generar simpatía y
adhesión en amplias capas de la sociedad, posiblemente las mismas que
habían rechazado participar en la huelga general de septiembre del año
pasado, considerando desautorizados a los sindicatos que la convocaban?
Y
ahora vemos lo que vemos. Ese espectáculo patético de los líderes e
intelectuales de esa izquierda sindical y política acomodada, acudiendo
ávidos a plaça Catalunya para mostrar su apoyo, su simpatía, su
“comprensión” a los acampados, incluso permitiéndose, paternalistas,
“reñirlos” por el “error” de su protesta ante el Parlament del 15J.
Penosa, por otra parte, la maniobra de algunos partidos de la izquierda
oficial catalana de inventarse nuevas "marcas" con las que disfrazarse
para lograr ser admitidos en las movilizaciones.
En
resumen, estamos ante y algunos en un escenario apasionante y
esperanzador. Es posible que, como ha ocurrido otras veces, los más
ilusionados veamos desvanecerse nuestras expectativas y el estallido de
descontento social del que hemos sido testigos se desintegre en la nada,
degenere hasta convertirse en una caricatura de sí mismo o acabe
dejándose domesticar. Pero nos corresponde la responsabilidad ética e
histórica de hacer todo cuanto esté en nuestras manos para evitar que
así sea.
Estas
jornadas se plantean para debatir qué son los movimientos sociales y
que conviene hacer en relación a ellos, pensando de manera casi
explícita en el movimiento del 15M. Con todas las dudas que suscite, con
todas las críticas que puedan merecer algunas de sus manifestaciones,
mi propuesta no puede ser más clara y más decidida: incorporarse con
todas nuestra fuerzas a lo que está pasando, procurando en lo posible
aportarle orientaciones, pero no sin antes pedir perdón por nuestro
pasado desdén y por nuestras deserciones.
[La fotografía de la entrada es de Joan Linares]