Jordi Calvo | Diario de una altermundista
El 15-M incorpora una serie de elementos característicos que lo
pueden haber convertido en una evolución natural de las maneras de hacer
de los movimientos sociales de los últimos tiempos, el movimiento
antiglobalización y los movimientos altermundistas.
El movimiento obrero, canalizado principalmente a través de los ahora
conocidos como sindicatos tradicionales ha llegado al siglo XXI con una
clara pérdida de legitimidad, pero sigue vivo y, antes del 15-M, fue el
único movimiento capaz de mostrar cierta fuerza contra las nuevas
reformas liberalizadoras. Los nuevos movimientos sociales,
identificados principalmente en el ecologismo, pacifismo y feminismo,
han llegado a este siglo con la fuerza que les ha dado incorporar sus
demandas sectoriales en la agenda política, tras haberlo hecho en la
mayoría de la sociedad. Son muchos los avances normativos y culturales
hacia la igualdad de la mujer, la sostenibilidad ambiental y el rechazo
de la guerra o la violencia. Además hay muchos otros movimientos que
permanecen más o menos vivos, dependiendo del momento, como el
estudiantil y el vecinal, o los de lucha contra el racismo o la
xenofobia o de solidaridad internacional. Y muchos otros que en los años
90 se encontraron en el llamado movimiento antiglobalización, que trató
de responder juntando el máximo de fuerzas posible, a la ofensiva
neoliberal acontecida tras la caída del muro de Berlín.
Los diversos grupos que participaban en las protestas
antiglobalización sumaron fuerzas. Pidieron unas relaciones comerciales y
económicas más justas en un mundo en el que la tendencia globalizadora
del libre mercado estaba llevando a los Estados a una pérdida de control
político sobre su propio destino. Sus protestas sirvieron para volver a
movilizar a una generación que, en su momento, como a la del 15-M, se
daba por perdida y, de algún modo, consiguieron frenar la ola
liberalizadora e incorporar a los discursos políticos elementos críticos
con la globalización neoliberal del capitalismo. Ante las críticas de
que se trataba de un movimiento solo de protesta, se encontró una vía de
generar propuestas que dio lugar al Foro Social Mundial (FSM) y a los
miles de foros sociales que desde entonces se crearon. En los foros
sociales se volvieron a encontrar viejos y nuevos movimientos,
formándose escuelas de activistas que juntaban sus estrategias para
protestar con la conformación de un discurso político. En el Foro Social
Mundial se han dado pasos importantes en la articulación de movimientos
de diferentes lugares del mundo, en el aprendizaje entre éstos y para
mostrar alternativas al neoliberalismo y al capitalismo, pero su impacto
mediático se fue desinflando tal y como pasaba el tiempo y su logro
principal se basaba en haber roto definitivamente el paradigma de que no
hay alternativa a las políticas de profundización en la globalización
neoliberal, con su ya conocido lema “otro mundo es posible”, lo que no
es poco. Pero su impacto quizá ha sido más cultural en los propios
movimiento porque el FSM ha impulsado a través de sus nuevas formas de
hacer, lo que podríamos denominar como “altermundismo” que, al menos, se
puede basar en la emancipación del ser humano, la praxis o puesta en
práctica de las alternativas sistémicas, el respeto e incluso veneración
de la diversidad y la noviolencia como único camino coherente para la
construcción de un sistema alternativo al violento capitalismo actual.
Si nos atendemos a lo hasta ahora ocurrido en las plazas de España y
algunos lugares del mundo, el 15-M incorpora sin lugar a dudas estos
cuatro elementos. La diversidad es parte esencial de quienes han
acampado y han asistido a las acciones de protesta promovidas por el
movimiento. Incluso han ido más allá, ya que incorporan a personas de un
cariz quizá más moderado (políticamente hablando) de lo que los foros
sociales consiguen. La puesta en práctica de alternativas al sistema que
cuestionan y les indigna se da en las plazas y ahora en las asambleas
descentralizadas, donde, por ejemplo, se incorpora la horizontalidad, la
solidaridad o la igualdad de género. La emancipación se basa en su
propuesta por una democracia más directa y participativa, o en la
autogestión de las plazas, que se parecen mucho a los foros sociales
existentes (o viceversa). Finalmente, es de gran importancia la asunción
de las vías no violentas para todas sus acciones y para la organización
de su propio espacio. Por otra parte, el 15-M se enfrenta a una nueva
ofensiva neoliberal, que aprovechando la crisis, está llevándose a cabo
para acabar con el último reducto no totalmente controlado por los
mercados, el Estado del bienestar europeo.
El 15-M parece incorporar el aprendizaje de los movimientos sociales
de los últimos tiempos y, además, ha conseguido lo que éstos no
lograron, un enorme impacto mediático. Quizá la mejor manera de dar
continuidad al 15-M y a los foros sociales sea buscar de qué manera
pueden confluir. Los foros sociales pueden dotar de contenidos,
aprendizajes e importantes articulaciones al 15-M. Éste, puede acercar a
la nueva ciudadanía indignada a los foros sociales y aprovechar su
impacto mediático para hacer llegar sus propuestas de cambio. La suma
puede dar la ecuación para la transformación tan necesaria del sistema
actual.