Tomás Villasante
La realidad de mayo nos ha
ofrecido tres ‘españas’ diferentes.
Una que cree haber
resucitado: la de la ‘derechona’
con sus medios de TV, prensa, PP,
etc., que sienten que van a mandar
más. Numéricamente no son más de
un tercio, e incluso en varios lugares
han bajado electoralmente. El otro
tercio electoral se ha desplomado con
el PSOE e IU –que apenas ha recogido
una pequeña parte del no “nos falles”
a ZP– y con los sindicatos que
firman lo que sea. Este tercio echa la
culpa a la crisis financiera y casi todo
él no ve otras posibilidades de acción
que las electorales. Pero está el otro
tercio de desencantados o de indignados
que ha hecho emergencia tanto
en las votaciones como en las plazas.
Se ve en las abstenciones, votos
nulos y en blanco, y en el voto a favor
de algunas formaciones unitarias radicales.
Tiene una explicación posible
por las movilizaciones que se venían
sucediendo hasta que ya han
saltado de las plazas a los medios,
abiertamente convirtiéndose en factor
político.
No conviene engañarse sobre las
posibilidades de transformación de
la sociedad. Estamos mucho mejor
que antes de mayo, pero la onda movilizadora
aún tiene que organizarse
y dar batallas concretas y de fondo
para que se movilice la mayoría de la
sociedad. Lo bueno es lo que ya vamos
aprendiendo colectivamente:
que el camino no es prioritariamente
electoral –al menos mientras la ley
sea bipartidismo imperfecto–, que es
mejor no convocar con siglas y con
lideres, que la indignación se impone
sobre las discusiones de programas
–socialdemócratas, decrecimiento,
etc.– y por encima de las ideologías;
la gente reclama ser oída “desde abajo”
sin que le den la charla sobre tal o
cual teoría. Quienes opten por tratar
de rentabilizar de forma electoral este
descontento en clave de partido
parece que no han entendido nada.
Salvo que se crease una opción unitaria
no partidista para cambiar la ley
electoral y para algún objetivo concreto
–un referéndum contra los recortes–,
no parece que el camino
electoral tenga muchos visos de cambiar.
El campo de lo que se está fraguando
está más en desbordar a los
movimientos sociales tradicionales
–sindicatos, asociaciones, etc.– para
lanzarse a una acción política unitaria
y con nuevas formas organizativas.
Pues incluso la buena idea-fuerza
de Democracia Real Ya, también
ha sido desbordada. Quizás se está
construyendo Democracia Real desde
abajo, dando más peso a la forma
de asambleas, comisiones y grupos
de trabajo, descentralizados, y con
procedimientos participativos de subida
y bajada de la información constantes.
Los ‘grupos motores’ que ya
se venían moviendo ahora han tenido
la ocasión de auto-organizarse en
redes de asambleas. Estamos siendo
desbordados y estamos aprendiendo.
Es un buen indicador de la creatividad
social de estas experiencias y
de lo lejos que pueden llegar. Aún
quedan retos, pues las movilizaciones
están sólo empezando y el poderío
social aún ha de cuajar con su auto-
organización.
Hay dos preguntas claves. Por un
lado las acciones que se van a promover
y que simbólicamente desbordarán
a su vez a la toma de las plazas.
En las asambleas se deberían estar
discutiendo iniciativas que muestren
quiénes son los enemigos y qué
es lo primero que nos indigna. No solo
un programa de puntos reivindicativos,
sino cómo llamar a los dos tercios
de la población para mostrar la
indignación general. Y para ello, la
otra pregunta es cómo coordinarse
todas las ciudades de forma ágil para
la toma de las principales decisiones.
Las nuevas formas de ciber-democracia
deberían poder combinar las
asambleas cara a cara y la coordinación
sin jefes entre localidades.