Todos hemos sido desbordados. A muchas personas nos han alegrado la cara
los movimientos generados desde el 15 de Mayo. No tanto por las
reivindicaciones que diversas plataformas ya habíamos lanzado desde
distintos ángulos, sino por el estilo “desde abajo” de personas
realmente indignadas y sin el afán de protagonismos de siglas o de
líderes.
No es nueva la cosa, pues recordarán que en las manifestaciones
contra la guerra las cabeceras y siglas fueron desbordadas por la
propia gente que salía de todas partes. Movilizaciones como V de
Vivienda o Juventud sin Futuro también han llamado con formas anónimas
(sin lideres conocidos) resaltando más el contenido de lo que se exige.
En este caso el llamamiento por una Democracia Real, no muy concreto
inicialmente, se ha ido concretando después con una multitud de
asambleas, grupos de trabajo y comisiones, que ha ido construyendo de
“abajo a arriba”. Tal como suelen hacerlo la mayoría de movimientos
sociales transformadores y eficientes, primero la indignación que nos
une, y desde esa base unitaria construir las reivindicaciones para
cambiar la situación.
En algunos llamamientos en que hemos estado (como el de Mesas de
Convergencia y otros) también se trataba de organizarnos por barrios y
pueblos a titulo personal y priorizando la unidad de acción sobre los
debates ideológicos que nos pudieran separar ante las crisis que
padecemos. Pero por suerte hemos sido desbordados por los movimientos
desde abajo, desde la acción. Incluso las plataformas como Juventud Sin
Futuro o Democracia Real Ya, también han sido desbordadas y
hasta las acampadas lo han sido por la descentralización hacia barrios y
pueblos. Nos parece que lejos de que cada plataforma, mesa o movimiento
reivindique de nuevo sus diferencias, todos debemos contribuir a la
construcción colectiva que está en proceso y donde podamos avanzar por
la “democracia real” desde abajo, para superar “sin miedo” el estar, en
buena parte, “sin curro, sin casa, sin pensión”... Sin duda cada cual se
siente a gusto en su movimiento, plataforma, foro o mesa, y no va a
abandonar a los de su confianza de años, pero ahora tenemos la gran
oportunidad de remar desde diferentes barcos para que avance una gran
flota, pacífica pero contundente, que pueda doblegar el bipartidismo que
nos gobierna, e incluso la oligarquía capitalista que maneja sus hilos
(por cierto cada vez más descarada y menos en la sombra).
Seguro
que algunos trataran de recoger electoralmente esta marea de
indignación. Pero en las elecciones locales ya quedo claro que en estos
movimientos vamos más allá (un tercio votó a la derecha tradicional,
otro tercio a diversas izquierdas, y otro tercio o se abstuvo o votó
nulo, blanco o a opciones de castigo tradicionales). No se trata solo de
castigar el bipartidismo, o de que tal partido suba dos o diez puestos,
para ver qué jefe negocia con qué otro jefe. Si los partidos de
izquierdas, verdes, radicales, etc. escucharan a estos movimientos,
antepondrían una “plataforma de mínimos” sin lideres de partidos, o
llamarían a un referendum como el de Islandia, etc. Pero no parece
probable, pues ya están haciendo cuentas de cuántos diputados pueden
sacar si se presentan como partidos renovados o con nuevos aires (para
algunos formar “grupo parlamentario” es el gran objetivo).
Realmente estos movimientos son más de la “ciudadanía activa”, no
electorales, sino para reclamar democracia participativa y de base, lo
cual se sitúa en las antípodas de lo que es el juego político habitual,
gobernado por el bipartidismo que propicia el presente sistema
electoral. Pues este juego transcurre normalmente al margen de la
ciudadanía, imponiendo
decisiones y megaproyectos, con fines
generalmente especulativos, que se acuerdan en sigilo entre los
empresarios y políticos que mandan en cada sector o en cada municipio. A
una escala más amplia, cabe recordar que la casi totalidad de las
medidas y recortes adoptados con el pretexto de la crisis se decidieron,
esquivando incluso el preceptivo debate parlamentario, al argüir
motivos de urgencia y/o emergencia, o al pactar previamente los acuerdos
en la trastienda de los partidos, hurtando a la cámara el oportuno
debate. Así ocurrió, incluso con las modificaciones camufladas de los
presupuestos que conllevaron las nuevas emisiones de deuda pública y las
partidas adicionales de ayudas empresariales acordadas sobre la marcha.
Valga esto para advertir, a la vez, lo certero y lo difícil del empeño.
El objetivo de la democracia participativa tiene la virtud de
desenmascarar de entrada, el actual despotismo falsamente democrático.
Pero a nadie se le escapa que invertir el presente statu quo
autoritario, dando cabida a una participación social efectiva en la toma
de decisiones, es una tarea difícil y es una tarea que no tiene fin,
pues exige una presión social continua que nunca podrá dormirse en los
laurees so pena de volver a las andadas. Ha de tenerse bien presente que
una sociedad dominada por esas organizaciones jerárquicas y
centralizadas, ávidas de poder y de dinero, que suelen ser los partidos
políticos y las empresas, jamás desembocará por si misma en una sociedad
solidaria, compuesta por individuos que de verdad sean libres e
iguales. Lo cual quiere decir que la democracia participativa no puede
construirse con las empresas y los partidos políticos al uso, sino que
necesita recurrir a otro tipo de organizaciones y de valores. Necesita
anteponer la amistad a la rivalidad, la cooperación a la competencia, la
solidaridad al egoísmo, el desprendimiento a la avaricia, el diálogo al
enfrentamiento, la confianza a la desconfianza y el miedo, la
democracia real al poder jerárquico establecido... Lo cual deja entrever
la magnitud de la tarea en curso, pero lo importante es tener clara la
dirección en la que hay que remar y en esto se ha avanzado mucho a raíz
del 15-M.
En la propia Constitución está enunciado que los
españoles podemos participar directamente (no solo a través de
partidos). Pero este aspecto los partidos no han tenido interés en
desarrollarlo. Apenas tuvieron lugar algunas Iniciativas Legislativas
Populares que, tras pelear con muchas trabas burocráticas, se tragó en
cuanto pudo el bipartidismo reinante (como la actual de la Dación en
Pago, contra que los bancos se queden con las casas y encima haya que
seguir pagando la hipoteca). Apenas hay 50 Ayuntamientos que hacen
Presupuestos Participativos con muy pocos recursos, y que no siempre son
vinculantes desde las asambleas de base descentralizadas ¡y uno de
ellos, en cierta medida y durante algún período, fue Santa. Coloma de
Gramenet, que saltó a las páginas de la prensa por las prácticas
corruptas de algunos ediles que alardeaban de gestión “participativa”!
Hay, así, que separar el grano de la paja, para distinguir esa
participación de cartón piedra, meramente ceremonial, orquestada por
alcaldes como Gallardón, de aquella otra que trata de ser verdadera o
efectiva. La
“democracia real” no es solo una nueva ley electoral o un
mero gesto formal, sino que supone generalizar y agilizar las formas
que, a veces, ya existen de toma de decisiones desde iniciativas de
base, de procesos comunitarios participativos, de asambleas desde abajo
que acuerden prioridades de los presupuestos, sistemas de rendición de
cuentas, transparencia, etc. Estas formas deben impregnar el control del
quehacer político y la toma de decisiones a todos los niveles con
instituciones generadas ad hoc, que vayan desde lo local, hasta
los niveles más agregados. Además hay sistemas de internet que estamos
perfeccionando en el seno de estos movimientos para poder ir avanzando
en debates y decisiones para cada tema, incluyendo los más
problemáticos. Se está avanzando en el tema ecológico y el económico,
por ejemplo, no solo con propuestas urgentes a corto plazo, sino con
reflexiones y propuestas
para cambiar el sistema e iniciar transiciones
en la energía y en el control de las finanzas. En estos temas, como en
el de la auto-organización, quizás “vamos despacio, porque vamos lejos”.
La creatividad y el poderío social se esta manifestando en estos
movimientos en las formas de ir avanzando. Desde vecinos de la misma
calle que no se conocían, y que ahora indignados salen juntos a
manifestarse, pintar paredes o a hacer una fiesta alternativa, hasta
sesudos intelectuales que se juntan con hackers para construir
nuevas formas de control de la economía, la transparencia de la
información y la toma de decisiones. Son momentos en que desde las
diversas plataformas, foros, colectivos, mesas, etc. debemos contribuir a
guardarnos las siglas en los bolsillos y remar juntos para llegar a
buen puerto.