Josep Maria Antentas y Esther Vivas | El País
La
indignación ha superado una vez más todos los cálculos, tomando
masivamente las calles, y mostrando la brecha abierta entre malestar
social y políticas en las instituciones. Del 15M al 19J, se han
acumulado fuerzas y se han tejido complicidades, y no sólo en lo local
(acampadas y barrios) sino con amplios sectores sociales que se han
sentido identificados con esta crítica rotunda a la clase política y a
un sistema bancario y financiero a quien se responsabiliza de la
presente crisis. El lema “no somos mercancías en manos de políticos y
banqueros” sintetiza ambas demandas.
Las y los indignados han
señalado sin ambigüedades a aquellos que han claudicado frente a los
“mercados” y que, exigiendo políticas de recortes, no se las han
aplicado a si mismos. “Queremos políticos mileuristas” era una de las
consignas fervientemente aplaudidas en la manifestación. La democracia
actual ha resultado ser cada vez más vacía de contenido para una
ciudadanía con voluntad de decisión y de control sobre sus propias
vidas. Un voto cada cuatro años no es suficiente para quienes
reivindican la política como el ejercicio cotidiano de sus derechos, en
el día a día y de abajo arriba.
El cerco al movimiento, tras la
acción al Parlamento catalán el 15J, no ha podido con una indignación
social colectiva que supera a aquellos y aquellas que han estado en las
acampadas. Quien crea que el movimiento es cosa de jóvenes, activistas…
se equivoca. También lo hace quien lo considere un mero problema de
orden público. Los de siempre han pasado a ser muchos. Dos años y nueve
meses de crisis, pesan. El movimiento expresa una corriente profunda de
malestar social que, finalmente, ha emergido a la luz pública y, como es
habitual, de forma imprevista y con formas novedosas. No estamos ante
un fenómeno coyuntural o pasajero, sino ante las primeras sacudidas de
un nuevo ciclo de movilización, de las que el 15M y las acampadas han
actuado de lanzadera.
Del 15M al 19J se ha recuperado la confianza
en la acción colectiva. Se ha pasado del escepticismo y la resignación
al “sí se puede”. Las revueltas en el mundo árabe, las movilizaciones en
Grecia y el “no pagaremos su crisis” del pueblo islandés han pesado con
fuerza en el imaginario colectivo y le han dado impulso, permitiendo
recuperar la confianza en el “nosotros”. La “globalización de las
resistencias” de aquel movimiento altermundialista, de hace ya más de
diez años, se revive de nuevo en un escenario bien distinto, marcado por
la crisis.
Después de la jornada del 15J, en la que el movimiento
se vio inmerso en una batalla por la legitimidad, el 19J se presentaba
como un test para mostrar su solidez frente a los ataques recibidos. Se
trataba de traducir en acción en la calle las simpatías populares que
éste había despertado. Y así ha sido. El 19J ha mostrado la ampliación
del movimiento, su capacidad de movilización de masas y su explosiva
expansión en un tiempo muy breve. Su crecimiento respecto al 15M no sólo
es cuantitativo sino también cualitativo, en términos de
diversificación de su base social y composición generacional.
¿Y
ahora qué? Los desafíos del movimiento pasan por reforzar su arraigo
territorial, potenciar asambleas locales y mecanismos de coordinación
estables. Asimismo, se trata de buscar lazos con la clase trabajadora,
los sectores en lucha y el sindicalismo combativo, y mantener la presión
sobre los sindicatos mayoritarios, desconcertados por un cambio en el
panorama político y social que no preveían. Es necesario conseguir
victorias concretas. La parálisis de varios desahucios, aún siendo
pequeños triunfos muy defensivos, señalan el camino y aportan nuevas
energías. Más en general, el movimiento tiene el reto de combinar su
carácter generalista, de crítica global al actual modelo económico y a
la clase política, con el fortalecimiento de las luchas concretas,
contra los recortes sociales y las políticas que buscan transferir el
coste de la crisis a las y los de abajo.
El 19J ha marcado un
punto de inflexión que culmina la primera fase abierta con el 15M y
prepara la siguiente etapa de un movimiento que no ha hecho más que
empezar.
**Artículo en El País, 20/06/2011.