Tantos años de autogestión del centro social y cultural,
cuyo icono es una pantera rosa, son dignos de celebrar. Hacemos
genealogía de Seco y del barrio que lo acoge.
Soraya González Guerrero / Diagonal
Es miércoles por la tarde. La puerta
del madrileño Centro Social Seco
permanece abierta y está encendida
la luz del local del taller de bicicletas.
Ruedas, cuadros y manillares están
dispuestos para ser usados, junto a
herramientas y personas que comparten
su saber para poner tu bici a
punto. Un grupo de jóvenes –algunos
se han asomado por primera
vez– crece a medida que transcurre
la tarde. En los puntos de acceso libre
a internet varias mujeres que hablan
en árabe esperan la hora de entrar
a su clase de castellano.
Así transcurre la vida diaria en este
nuevo ciclo de la veinteañera historia
de Seco, donde convergen diversos
colectivos cuya implicación
en el Centro Social es asimétrica.
Además del espacio físico, los colectivos
más consolidados coinciden en
una asamblea gestora quincenal y
tratan de compartir la organización
de algunos eventos, como las fiestas
barriales de San Juan o el aniversario
del centro social. “Se planteaba
tener alguna temática que fuera común
a lo largo del año, sobre el tema
de redadas o la sanidad en el barrio,
pero al final no hemos sabido hacerlo”,
reconoce José L. Fernández, de
la Asociación vecinal los Pinos.
Cristina Castañeda, abogada de la
asesoría jurídica de la Oficina de
Derechos Sociales (ODS) de Seco,
realiza unas gestiones de urgencia
para enviar la documentación de un
compañero senegalés que acaba de
ser detenido y enviado al Centro de
Internamiento de Extranjeros (CIE)
por no tener papeles. En el habitáculo
donde trata de enviar los documentos
escaneados comienzan las clases
de castellano entrada la noche; también
se reúne allí la Asociación vecinal
los Pinos de Retiro Sur otro día
de la semana.
Como la Pantera Rosa, Seco dibujó un Plan Urbanístico Alternativo y en él despareció su identidad autorreferencial
Malik G. del Grupo de Vulneración
de Derechos de la ODS nos espera
sentado en el sofá de la entrada, uno
de los pocos muebles con aires de hogar
en Seco. Hoy no está detrás de la
barra del bar-cabaret, donde jueves y
viernes comparte turno con otro chico
marroquí de la ODS. Aún no sabe
que la nevera que usan para el bar
pierde agua; de este percance doméstico
se enteró ayer uno de los dos grupos
de consumo de Seco cuando recibió
el pedido quincenal de los productos
ecológicos, entre ellos los lácteos,
para los que la nevera se ha quedado
pequeña. “Me encantaría
montar un centro como este en mi
país, en mi barrio, donde hubiese clases
de alfabetización, talleres de violencia
de género para mujeres y un
rapeadero con estudio de grabación
como el de la ODS” dice Malik. Se
despide y camina solo hacia el metro;
a otra parada que no sea Puente
de Vallecas, donde, si no va acompañado,
tiene muchas posibilidades de
que la policía le detenga sólo por el
color de su piel.
Como otras personas con fuerte
implicación en el Seco, José L. considera
que la falta de un proyecto político
común es una carencia, pero que
también es complicado: “En el Seco
viejo éramos como un grupo de colegas
amplio. Cuando eso lo abres a
más gente (se ha multiplicado por
diez el número de gente que usa el
espacio), esa relación afectiva común
es inviable. También por las propias
exigencias de los colectivos más fuertes,
que tienen que reinvertir la energía
en sus propios proyectos”. Edurne
Irigoien, veterana de los Pinos, sopesa
que este ciclo de estabilidad ha
permitido que algunos proyectos
“crezcan de verdad”.
Veinte años de compromiso y autogestión
en tiempos de amor líquido
y obsolescencia programada son toda
una conquista. Para celebrar su
larga vida y su modelo de gestión, así
como agradecer a todas las personas
y colectivos que lo han hecho posible,
el Centro Social Seco convocó
una tercera edición de la Marcha
Rosa el pasado mes de marzo. No es
habitual festejar y socializar las victorias
de centros sociales convertidos
en referentes, una vez que ya no es
tan visible una amenaza externa como
el desalojo. “Nos movilizamos
cuando hay una amenaza externa y
vas en socorro de alguien”, dilucida
Edurne cuando le preguntamos por
la afluencia a la marcha.
La campaña de socias y socios que ha empezado en marzo es la vía para una autogestión más sólida del centro
Cuantitativamente hablando, la cita
de 2011 no ha tenido el poder de
convocatoria de la Marcha Rosa de
2005. Entonces, Seco reivindicaba el
realojo, no sólo del propio centro, sino
de los vecinos y vecinas que habitaban
las casitas de Las Californias
(que venía a ser el casco viejo del
Distrito) y que fueron literalmente
arrasadas por el Plan Especial de
Remodelación Interna (PERI).
“Fuimos unos okupas que lucharon
por su propio desalojo. Al apoyar
como centro social la remodelación
del barrio, estábamos apoyando que
nos echaran de allí. Era una apuesta
por vincular el destino de Seco al destino
del plan urbanístico alternativo”,
rememora José L. La mayor parte de
ese vecindario fue realojada en el
propio barrio, al igual que Seco, que
de forma temporal se acomodó en un
local alquilado de la Empresa Municipal
de la Vivienda y el Suelo de
Madrid (EMVS), donde todavía sigue.
Ambos realojos fueron conquistas
del Plan Urbanístico Alternativo,
una estrategia adoptada por Seco para
convertir la amenaza de la remodelación
del barrio, el PERI, y el desalojo
del centro, en un escenario de
participación barrial.
- MARCHA ROSA. El 5 de marzo de 2005 miles de personas participaron en una manifestación convocada por el Centro Social Seco exigiendo su realojo. Sara_Bienzobas
Fundirse con el barrio
La estrategia de fundirse con el medio
en el que estaba fue algo muy novedoso,
nos comenta Beatriz García,
de la ODS: “Lo que Seco aportó en
su momento fue una crítica muy clara
al gueto identitario, a la imposibilidad
de conectar con otros, al todo o
nada. Rompió con muchas de las cosas
que se daban por sentadas en el
movimiento okupa, intentando tener
más contacto con el barrio”. De esta
estrategia surge el icono de la
Pantera Rosa, mascota de Seco: ante
un peligro, la pantera dibuja un agujero
y se mete dentro. Seco pintó un
Plan Urbanístico Alternativo (PUA)
para construir una red local y reconstruir
alianzas sociales del barrio,
se metió dentro y en él desapareció su identidad autorreferencial.
Entonces era un momento álgido, de
proyección en el barrio y visibilidad
a nivel metropolitano.
Veinte años de autogestión no son
moco de pavo. “En la mayoría de los
espacios, sobre todo en centros sociales,
reducimos la autogestión a hacer
cuatro o cinco fiestas al año y con ese
dinero cubrir los gastos. Es una forma
muy reduccionista. Deberíamos
ser capaces de generar nuestros propios
recursos a partir de las redes de
apoyo para financiar todas las actividades,
la infraestructura”, reflexiona
José L. Él y Edurne consideran que la
campaña de socias y socios que comenzó
en marzo es la vereda de una
autogestión más sólida: “Con 250 socias
podríamos garantizar la supervivencia
y dignificar un poco el espacio,
que le hace falta”. También urge
renegociar el alquiler del local, que
asciende a 1.700 euros al mes; máxime
cuando el Ayuntamiento incumple
su promesa de subvencionar el
80% durante los primeros cinco años.
La Red de Apoyo Mutuo busca generar modelos de financiación y trabajo social entre gente autóctona y migrante
En la línea de generar sus propios
recursos, la ODS articuló a finales de
2009 la Caja de Resistencia, donde
las personas afiliadas abonan una
cuota mensual que permite pedir
préstamos. ¿En qué supuestos? “Si
trabajas en la manta y te quita la mercancía
la policía; si tienes que hacer
cualquier trámite y pagar tasas y no
tienes dinero; si te meten en el CIE o
tienes algún familiar enfermo, y otra
serie de circunstancias“, nos aclara
Beatriz García. El espíritu es generar
una Red de Apoyo Mutuo, que además
de apoyo financiero, legal y afectivo,
permita formas de trabajo social
para personas migrantes y autóctonas.
Y en ese experimento andan.
HITOS HISTÓRICOS DEL CENTRO SOCIAL SECO
Okupas del barrio
El colectivo Adelfas Joven ocupa un colegio del barrio que se había quedado vacío en el ‘91 al sur del Distrito Retiro: nace Seco. Querían una casa de la juventud pero su gestión se la cedieron a una empresa privada. En el ‘96 se clausura temporalmente Seco por su dinámica autorreferencial. Atraviesan unos años de impasse, donde contactan con la Asamblea de Entrevías. Se transforman en Vallekas Zona Roja.
El colectivo Adelfas Joven ocupa un colegio del barrio que se había quedado vacío en el ‘91 al sur del Distrito Retiro: nace Seco. Querían una casa de la juventud pero su gestión se la cedieron a una empresa privada. En el ‘96 se clausura temporalmente Seco por su dinámica autorreferencial. Atraviesan unos años de impasse, donde contactan con la Asamblea de Entrevías. Se transforman en Vallekas Zona Roja.
Del gueto al barrio
En el ‘97 se reabre Seco. Gente joven, implicada en Seco, se convierte en el relevo generacional de la Asociación vecinal Los Pinos. El Plan de Remodelación del Barrio pretende echar abajo las casas bajas de Las Californias mientras el barrio sufre un proceso de degradación y abandono absoluto. Con el Plan Urbanístico Alternativo exigen el realojo de la gente del barrio, el de Seco y un edificio de vivienda joven.
En el ‘97 se reabre Seco. Gente joven, implicada en Seco, se convierte en el relevo generacional de la Asociación vecinal Los Pinos. El Plan de Remodelación del Barrio pretende echar abajo las casas bajas de Las Californias mientras el barrio sufre un proceso de degradación y abandono absoluto. Con el Plan Urbanístico Alternativo exigen el realojo de la gente del barrio, el de Seco y un edificio de vivienda joven.
Rehabilitación vecinal
La Pantera Rosa se convierte en el símbolo de Seco, que trata de gestionar el conflicto produciendo alternativas creativas como el PUA. Para revincularse al barrio recuperan referentes comunitarios como el periódico El Barrio y las fiestas de San Juan, y así surge la Red local de Asociaciones del Distrito. El famoso Festival de Cine Social Las Californias ilumina como una bengala las problemáticas del barrio.
La Pantera Rosa se convierte en el símbolo de Seco, que trata de gestionar el conflicto produciendo alternativas creativas como el PUA. Para revincularse al barrio recuperan referentes comunitarios como el periódico El Barrio y las fiestas de San Juan, y así surge la Red local de Asociaciones del Distrito. El famoso Festival de Cine Social Las Californias ilumina como una bengala las problemáticas del barrio.
Realojo temporal
La Marcha Rosa de marzo 2005 revindica el realojo y tiene un enorme poder de convocatoria. Dos años más tarde esa marcha escenifica la mudanza de Seco al local alquilado de la calle Arregui y Aruej. En 2011 la tercera edición de esa marcha celebra los 20 años de Seco. El plan de remodelación no ha concluido aún, el realojo de Seco sigue siendo temporal y los colectivos crecen con vida propia.
La Marcha Rosa de marzo 2005 revindica el realojo y tiene un enorme poder de convocatoria. Dos años más tarde esa marcha escenifica la mudanza de Seco al local alquilado de la calle Arregui y Aruej. En 2011 la tercera edición de esa marcha celebra los 20 años de Seco. El plan de remodelación no ha concluido aún, el realojo de Seco sigue siendo temporal y los colectivos crecen con vida propia.
VIVIENDA JOVEN, ¿DÓNDE FUE A PARAR?
Una de las tres propuestas que vertebraron el Plan Urbanístico Alternativo en el que participó el Centro Social Seco fue la demanda de suelo para una cooperativa de gestión de vivienda pública en régimen de alquiler. Covijo se llamaba. Pero aquella experiencia se quedó en el camino.
Una de las tres propuestas que vertebraron el Plan Urbanístico Alternativo en el que participó el Centro Social Seco fue la demanda de suelo para una cooperativa de gestión de vivienda pública en régimen de alquiler. Covijo se llamaba. Pero aquella experiencia se quedó en el camino.
FESTIVAL DE CINE LAS CALIFORNIAS
Nació como una luz para visibilizar la situación de un barrio en proceso de remodelación y las alternativas que defendía el tejido asociativo de la zona. Se desarrolla en una carpa ubicada en uno de los solares del barrio de Las Californias, donde, sin glamour ni alfombras rojas, se proyectan películas de temática social.
Nació como una luz para visibilizar la situación de un barrio en proceso de remodelación y las alternativas que defendía el tejido asociativo de la zona. Se desarrolla en una carpa ubicada en uno de los solares del barrio de Las Californias, donde, sin glamour ni alfombras rojas, se proyectan películas de temática social.