Fuente: Revista Nacional, 31 de
octubre de 1899, págs. 321-323. Madrid
(reproducido en en el compendio legislativo y documental "Historia de la Educación en España", tomo III,
Ministerio de Educación y Ciencia, 1982, pp. 338-350)
(reproducido en en el compendio legislativo y documental "Historia de la Educación en España", tomo III,
Ministerio de Educación y Ciencia, 1982, pp. 338-350)
"Sobre reforma de la educación nacional. Las reformas
que reclama la educación nacional corresponden: -unas, al
Estado; -otras, al profesorado; -otras, a los estudiantes; -otras,
a las familias de éstos; -otras, a la opinión general.
Aquí vamos a limitarnos a las primeras, ó sea, a
las que se debe pedir al Estado; y, entre ellas, a las que consideramos
inmediatamente gacetables, que son las que pueden interesar de momento
a la Asamblea.
BASES GENERALES.
1º Lo primero y más urgente, en todos los órdenes
de la enseñanza, es la reforma del personal existente y la
formación de otro nuevo. Este es el gran problema: podríamos
decir casi que el único. Programas, métodos y organización
deben venir después, porque no tendrían valor alguno
sin el maestro. Todas las reformas que se intenten, sin contar con
órganos adecuados para realizarlos, serán inútiles
y aun contraproducentes. Para formar con rapidez el personal y mejorar
el existente, sólo hay un camino, aconsejado por todos los
políticos y gobernantes de larga vista en épocas análogas
a la actual, y seguido por todos los pueblos que han querido salir
de la barbarie (Japón), ó han tenido miedo de atrasarse
(Francia): enviar a montones la gente a formarse y a reformarse,
a aprender y a educarse en el mejor medio posible del extranjero.
El medio es el factor más poderoso, más de fondo y
rápido para la formación y la reforma del individuo.
Es indispensable ir a recoger, para volver aquí a sembrar.
Toda reforma fundamental y que ha dejado rastro, aunque sea efímero,
en la educación española, procede de gente que ha
vivido y se ha formado fuera: desde el humanismo de Luis Vives,
hasta las escuelas de párvulos de Montesino. La primera base,
pues, de la reforma, y sobre todo, en las circunstancias actuales,
por lo urgente de la necesidad, consiste en enviar masas de gente
al extranjero.
Preferible será enviarlas con dirección, con tino
y con plan razonado; pero es muy preferible enviarlas de cualquier
modo a no enviarlas. Dos categorías de personas se debe,
sobre todo, enviar: a) Los que se dedican al profesorado, en cualquier
orden; b) Los que cultivan la investigación científica.
2º En íntima relación con la anterior: para
toda reforma, interna ó externa, en programas, planes, métodos,
organización, etcétera, no debe haber más que
una fórmula: hacer lo que hacen otros pueblos. Es inútil
y ridículo meternos a inventar el termómetro. Nuestra
gran falta consiste en habernos quedado fuera del movimiento general
del mundo, y nuestra única salvación está en
entrar en esa corriente y en hacer lo mismo que hacen las demás
naciones. Somos, en enseñanza, como en casi todo lo demás,
una excepción, y hay que dejar de serlo
3º Es indispensable llevar a los ánimos el convencimiento
de que, para intentar cualquier reforma en nuestra educación,
se necesita, en unos órdenes, como la primera enseñanza
y la popular ("Artes y Oficios"), gastar muchísimo
más dinero del que ahora se gasta; y en otros (segunda enseñanza
y superior), gastar algo más, pero sobre todo administrar
mejor lo que ahora se gasta.
4º Hay que acabar con la eterna lucha de partido, político-religiosa,
que hace infecunda toda reforma en la enseñanza. Base de
concordia sería la neutralización de la enseñanza
pública en todos sus grados. Lo más urgente, lo indispensable
en este punto, es poner a salvo la conciencia del maestro de escuela,
que hoy no se respeta, dejándole en libertad de enseñar
ó de no enseñar el Catecismo. En el último
caso, lo haría el párroco ú otra persona.
REFORMAS ESPECIALES.
Primera enseñanza.
1º La primera reforma, ineludible, que ha de realizarse, antes,
no ya de poner mano, pero ni de pensar siquiera en ninguna otra,
es la de pagar lodo lo que se debe a los maestros (pesetas 9.036.503,46
en 30 de Septiembre de 1897.- Gaceta de 15 de febrero de 1898.)
2º Pago directo del Estado a los maestros, por lo menos en
todas las provincias que han tenido atrasos, sacándolo de
ellas.
Hay que advertir que los atrasos datan desde principios de siglo,
y que cuantas medidas se han dictado para evitarlo han resultado
inútiles o casi inútiles; lo que obliga a pensar que
la raíz del mal es honda, y que, para evitarlo, hay que tomar
otro camino. En general, los Municipios pequeños no pueden
con la carga, porque representa el 10, el 20 y hasta el 30 por 100
de sus gastos; mientras que, en las poblaciones de gran vecindario,
los gastos de primera enseñanza significan una pequeñísima
parte de lo presupuesto. Ayuntamientos hay, de los de menos de 100
habitantes, en los que cada uno de éstos satisface más
de 6, 8 y 10 pesetas para primera enseñanza; mientras que,
en algunas capitales de provincia y poblaciones grandes. el gasto
por habitante no llega a una peseta, y el término medio no
excede de 1.95 pesetas. Esta injusta desigualdad debe borrarse,
encargándose el Estado del pago de la primera enseñanza.
(Datos de la Estadística de 1880.) Lo complicado de este
problema obliga a pensar y a discutir si seria conveniente establecer
el impuesto directo escolar, como en Inglaterra.
3º Aumento de las dotaciones interiores del magisterio, hasta
llegar, progresivamente, pero en un plazo breve. al mínimum
de mil pesetas.
Considérese que, de los 15.842 maestros (Estadística
de 1885, última publicada), hay 14.828 con sueldos que no
pasan de 1.100 pesetas, y de ellos 787 no pasan de 125 al año;
1.784, de 250; 5.031, de 500; 3.067, de 625; 2.745, de 825, y 1.414,
de 1.100. El resto oscila hasta 2.500. Y lo mismo pasa con las maestras.
Las dotaciones superiores, que perciben los maestros de las grandes
poblaciones, no es necesario por hoy aumentarlas. Son todavía
cortas, si se las considera en absoluto pero, relativamente a la
situación de los demás maestros, que son la inmensa
mayoría, pueden por ahora pasar. Esto hay que estudiarlo
individualmente, porque hay muchos que, por virtud de las retribuciones
y otras causas, están bastante bien.
Lo indispensable es dar siquiera un modesto jornal a todo maestro,
y hacer desaparecer la odiosa desproporción entre los grandes
y los pequeños sueldos, cuando la función de todos
es la misma y el resultado casi idéntico.
4º Aumento considerable del número de escuelas ó,
mejor dicho, de maestros para atender a los niños, que hoy
no pueden asistir por falta de aquéllos, y para evitar el
error en que el Gobierno incurría en la última discusión
del Presupuesto, afirmando con gran tranquilidad que no estamos
tan mal, porque tenemos tanto número de escuelas como Inglaterra
(!); sin considerar que aquí llamamos escuela a un grupo
de niños con un maestro, y allí cada escuela tiene
muchas (pero muchas) clases, y por tanto, que la medida debe estar
en el número de maestros, en el de alumnos y en el presupuesto.
En España hay, en cifras redondas, 30.000 maestros de todas
clases ocupados en las escuelas; en Inglaterra y Gales, hay 130.773.
Asisten en España, es decir, están inscritos, que
son muchos más de los que realmente asisten, 1.104.779, y
quedan sin asistir 2.438.816 (últimos datos oficiales, Gaceta
del 26 de Marzo de 1895); en Inglaterra, 5.507.039. En España,
el presupuesto municipal, provincial y del Estado (1897-98) de la
primera enseñanza, es de 26.674.847 pesetas, y en Inglaterra,
donde, como es sabido, la iniciativa privada toma tanta parte todavía
en la enseñanza primaria, las subvenciones del Parlamento
se elevan a 6.728.419 libras esterlinas (Report del Consejo de educación
de 1897), exclusivamente para las escuelas primarias. Y en todo
esto no entran para nada Escocia ni Irlanda. Pero el Ministro aseguraba
que estábamos casi lo mismo que Inglaterra; y los diputados
y el país, tan conformes. Sin aumentar antes el número
de escuelas, de maestros y de locales, sería grave conflicto
pretender que asistieran los dos millones y medio de niños
que hoy no asisten. Por eso se comprende que sea letra muerta (y
por fortuna) la enseñanza obligatoria de la Ley del 57, así
como todos los decretos para hacerla efectiva; todos dados con gran
prosopopeya y desconocimiento absoluto de la realidad.
5º Aumento de la edad escolar obligatoria, hasta los trece
años cumplidos.
6º Reorganización de las escuelas rurales, llevando
a ellas, con sueldos personales, a los mejores maestros que lo soliciten,
los cuales ascenderán en sus puestos: con arreglos convenientes
de horas, para favorecer la asistencia de los niños que tienen
necesidad de trabajar en el campo, como pasa en las naciones del
Norte.
7º Fomento de las escuelas de párvulos, según
el sistema Froebel.
8º Desarrollo de las escuelas de adultos (que ahora son casi
inútiles), para acabar rápidamente al menos con los
analfabetos. Según el censo oficial de 1887, hay 11.945.871
analfabetos, ó sea el 68,01 por 100 de la población,
aunque en esta cifra están incluídos los niños
menores de seis años.
9º Acabar, en todas las poblaciones donde haya por lo menos
tres maestros, con el sistema mutuo ó mixto, que para el
caso es lo mismo, y que somos los únicos en mantener como
una ignominiosa excepción en Europa; procediendo a organizar
las escuelas en secciones graduadas, con un máximum de 40
a 50 alumnos, todos en el mismo grado de cultura. Y creación
de nuevas escuelas o secciones donde el contingente de alumnos exceda.
10º. Todo lo relativo a mejora de los programas y métodos,
introducción de nuevas enseñanzas, como, por ejemplo,
el trabajo manual, etc., será absolutamente inútil
decretarlo, mientras no se den condiciones para ello. De aquí,
como ya se ha dicho, que las reformas más urgentes sean las
relativas a la formación de nuevo personal y al mejoramiento
del existente.
11º. En cuanto a la formación, se necesita crear, ante
todo, un curso central para directores, profesores de las escuelas
normales é inspectores. Este curso debería constituirse
con todas aquellas personas de superior cultura, que en el país
han dado muestras más relevantes de entender los programas
pedagógicos y de saber lo que ocurre acerca de ellos en otros
países. Por lo que toca a los alumnos, concurso abierto a
todo el mundo, sin necesidad de títulos; pero muy riguroso
y muy práctico. Número muy reducido de admisiones,
que no excediesen de treinta, por ejemplo; y aun de éstos,
para ir descartando luego. Disfrutarían becas, ó pensiones
muy módicas. Los estudios, en el curso, serian puramente
profesionales, pedagógicos y de carácter práctico,
durante dos años ó menos é inmediatamente pasarían
otros dos años, pensionados también modestamente,
y bajo la inspección del profesorado del curso central, al
extranjero. a su vuelta, se les confiarían las direcciones
y clases vacantes en las normales y las inspecciones; no debiendo
proceder a reformar nada, sino en la medida del personal disponible
para ello. El curso seguiría funcionando con promociones
cada dos años, y su carácter habría de ser
en todo realmente superior y universitario.
12º. El Estado no debe formar cada año más maestros
que los que necesite para sus escuelas: se impone, por tanto, el
número limitado de alumnos normalistas y la reducción
del de Escuelas Normales, sin contemplación a las egoístas
exigencias de localidad.
13º. Aumento de inspectores, formados por el procedimiento
dicho, hasta conseguir que todas las escuelas sean inspeccionadas
todos los años, una vez al menos.
De entre ellos y los directores y profesores normales, deberían
salir más tarde los inspectores generales que, por ahora,
podrían ser las personas que en el país hayan dado
más señales de conocer los problemas de educación
y enseñanza. Estos, como todos los demás cargos, aun
los puramente administrativos de la enseñanza, deben ser
técnicos y ajenos a la acción de los partidos políticos.
14º. Para mejorar en lo posible y rápidamente el personal
existente, el profesorado del curso central escogería el
personal que estimase más apto entre los maestros actuales,
les daría una preparación breve é intensiva,
no de contenido, sino pedagógica, en algunos meses, especie
de instrucciones concretas (como se hizo en Francia en los cursos
complementarios del Museo Pedagógico), y los enviaría
en grupos de a dos ó tres por regiones, a modo de misioneros,
para que en las cabezas de partido fueran reuniendo a los maestros
y diciéndoles prácticamente qué es lo que en
las condiciones actuales podrían hacer con objeto de mejorar
su enseñanza. Estas misiones, durante muchos años,
deben constituir una función permanente, de que las Normales
y la inspección se habrían de encargar, cuando funcionen
debidamente.
Creación inmediata de Bibliotecas pedagógicas en
las cabezas de partido. Selectas, pequeñas, baratas y con
ejemplares dobles (por lo menos), para que circulen entre todos
los maestros de los pueblos.
Pero recuérdese bien que todo esto, sin ir acompañado,
y más bien, precedido del aumento de las dotaciones inferiores
y del pago al día, es letra muerta y tiempo perdido.
Segunda enseñanza.
Necesita fundamentalmente organizarse conforme al modelo de la
de todos los pueblos cultos, que en o esencial es el mismo:
1º Ha de durar de ocho a diez años, ni uno menos; de
suerte que ningún alumno pueda comenzar sus estudios superiores
y profesionales hasta los diez y nueve ó veinte años.
2º Ha de ser integral, abrazando todo lo que hoy necesita
saber un hombre culto. Y los estudios han de marchar todos a la
vez, desde el principio al fin. Nada de asignaturas que duren uno,
dos ni tres años.
3º La orqanización y régimen han de ser esencialmente
educativos, semejantes a los de la escuela primaria. Cada profesor
pasará de tres a cuatro horas con sus alumnos, enseñándoles
a trabajar, dirigiendo sus excursiones, juegos, etc., como hace
el maestro de escuela.
4º Organización de la enseñanza normal, teórica
y práctica para el profesorado secundario. Tal vez, utilizando
en parte el Doctorado de las Facultades.
5º. Supresión radical de los exámenes por asignaturas.
Cada profesor en su curso decide si el alumno ha de pasar ó
no al inmediato.
6º. Educación física, de verdad. Juegos y gimnasia
(pero no aprendida de memoria, entre "nociones de Fisiología").
7º Ensayo de régimen tutorial, a la manera inglesa,
para ir sustituyendo lentamente a los actuales Colegios de internos..
Enseñanza superior.
1.º Restauración del espíritu corporativo de
las Universidades, mediante la autonomía universitaria.
2º. Pensiones o becas, muy modestas siempre, a profesores
y estudiantes para trabajar en el extranjero, enviando el mayor
número posible de unos y de otros. Mejor sistema seria, o
en combinación con el anterior, la creación de plazas
fijas en el extranjero, bajo dirección permanente, viniendo
a formar a modo de escuelas especiales en París, Londres.
Berlín, Atenas, y modificando en este sentido la actual Academia
de Roma. Todo muy modesto, como en Francia.
3º. Organización de escuelas prácticas, de trabajo,
en cada Facultad.
4º Organización inmediata de una Escuela de Estudios
superiores, formada por el mismo procedimiento que el Curso central
de la enseñanza primaria, es decir, escogiendo las personas
que reconocidamente han dado muestras de trabajo sólido de
investigación personal, en cualquier ramo; muy pocas. El
trabajo seria exclusivamente de investigación, con poquísimos
alumnos y muy escogidos. Todo esto, para suplir; mientras los doctorados
puedan llegar a organizarse de este mismo modo, cosa hoy imposible.
5º. Creación de la enseñanza de la Pedagogía
en las Universidades, para los alumnos que se dedican al profesorado,
siempre por el mismo sistema: primero, sólo en una Universidad,
y enviando personas fuera, a prepararse, para proveer las demás.
Esta cátedra había de ser en forma de Seminario pedagógico,
como se hace especialmente en Alemania, con escuela práctica
para la formación del profesorado de Institutos y Universidades.
6º Métodos prácticos: excursiones, trabajos
personales y fomento de los medios de trabajo al alcance del alumno;
laboratorios a su disposición; bibliotecas modernas y circulantes;
revistas en gran número.
7º Influjo social de la Universidad; extensión universitaria,
como en Inglaterra y en todas partes ya.
8º Para la economía y el mejor arreglo, acumulación
de cátedras y amortización de vacantes.
9º División de las cátedras numerosas: máximum
de alumnos.
10º Disminución de exámenes, empezando por suprimir
el actual sistema de los anuales por asignaturas. Exigencia muy
superior a la actual en todos los trabajos de licenciatura y doctorado,
que habrían de ser forzosamente de investigación y
estudio personal.
11º Régimen educativo: permanencia de los alumnos en
la Universidad, durante los intermedios de las clases, en vez de
estar en la calle; organizando, por cursos y separadamente, para
evitar la masa, sus salas de trabajo, de lectura y de conversación,
y sus juegos y diversiones. Continuar, de verdad, su educación
física. Establecimiento de patronatos para velar por su vida
y conducta. Organización de hospedajes honorables para estudiantes
y de cantinas ó restaurants económicos, en la misma
Universidad, como en el extranjero. Fomentar entre aquellos la vida
social y la preocupación por el problema de la miseria, encaminándolos
a obras de reforma social. Despertar la solidaridad entre ellos;
asociaciones y corporaciones, para todos los fines, y concluir por
darles paulatinamente cierta participación, cada vez mayor,
y consiguiente responsabilidad, en el régimen y vida de la
Universidad misma.
12º Desarrollo y generalización de las colonias escolares
de vacaciones, en todos los grados de la enseñanza.
NOTA. Todas las reformas dichas deben entenderse igualmente por
lo que toca a la educación de la mujer, que importa no separar
de la del hombre.
§ 2º Sobre supresión de Universidades
En nuestra Asamblea de Zaragoza se propuso por los delegados de
Sevilla y de Cádiz, el cierre de seis Universidades; y la
proposición fue bien acogida. En el programa de la Cámara
Agrícola del Alto Aragón, la reducción era
todavía más radical. Con tal motivo, un profesor y
publicista eminente, el Sr. D. Adolfo Posada, ha publicado un notable
articulo, titulado: ¡Universidades, a defenderse!, en que
plantea a aquellos cuerpos docentes este dilema: ó defenderse,
renovándose, conquistando la opinión, compenetrándose
con la vida nacional, ó acabar de una vez por morirse del
todo.
Si la opinión (dice el Sr. Posada) no considera excesivo
lo propuesto por la Asamblea de Productores, no es porque estime
que tenemos demasiadas Universidades, sino porque no cree en ellas,
porque las conceptúa fracasadas, porque no ve palpablemente
los beneficios que reportan. Si se las ataca, si la opinión
las ve con indiferencia, a ellas corresponde la mayor parte de la
culpa, por no haberse dado cuenta a tiempo de los deberes que les
imponía la vida de las sociedades modernas, por no haber
hecho lo que las Universidades inglesas, instituciones anticuadas
y decadentes ayer, que han sabido renovarse con nueva savia y conquistar
por ese medio el amor entusiasta de las clases mismas populares.
Para hacer abogados, médicos, farmacéuticos y doctores
en ciencias, letras ó filosofía (sigue diciendo el
Sr. Posada), efectivamente, son demasiadas diez Universidades en
España. Pero es que además de ser escuelas profesionales
y centros de alta cultura, las Universidades tienen otra misión:
la de llevar su acción educadora a esferas más amplias
que la de las aulas, obrando directamente sobre la sociedad mediante
lo que se ha llamado extensión universitaria, generalizada
ya en el extranjero é iniciada aquí por el profesorado
de Oviedo. a los anuncios de supresión, importa que contesten,
no con intrigas ni con desdenes, sino acometiendo resueltamente
la obra de su reconstitución según los ideales que
impone la vida de las modernas democracias. y convirtiéndose
en uno de los instrumentos más eficaces de regeneración
nacional.
§ 3º La reforma pedagógica en los programas de regeneración.
¿Quién duda ya a estas horas de que, en primer término,
la causa más inmediata de nuestra catástrofe ha sido
la ignorancia? Por ignorantes somos pobres é inmorales, y
por ignorantes hemos dado y estamos dando al mundo uno de los espectáculos
más vergonzosos de la historia. Pues todavía hay algo
más desconsolador y deprimente que esta ignorancia: la incapacidad
en que, después del desastre, nos hallamos para salir de
ella.
Fieles a toda nuestra imbécil política contemporánea,
por milagro se ha visto a la educación y a la enseñanza
figurar, como no sea vergonzantemente, arrinconadas y a última
hora, en vísperas ya casi de la ruina, en ninguno de los
innumerables y rimbombantes manifiestos de partido, y como consecuencia
de este criminal abandono, no tenemos hoy conciencia clara, ni de
nuestro atraso brutal -que no merece otro nombre-, ni de la magnitud
é intensidad del remedio que exige; y por carecer de esa
conciencia es por lo que nos falta corazón para indignarnos
y voluntad para decidirnos inmediatamente a barrer tanta miseria.
He aquí los hechos. ¿Qué es lo más
saliente, casi lo único, que a la opinión pública,
en sus timoratos ensayos de reforma, se le ha ocurrido pedir para
salvar la primera enseñanza? ¡Hacerla obligatoria!
¡Felicísima ocurrencia y admirable simplicidad! Si
no hiciera llorar de dolor, debería hacer desternillar de
risa.
Pero los respetables peticionarios, ¿ignoran todavía
que la instrucción primaria es obligatoria en España
desde 1857, por "solemne" ley del reino? Y cuando, a pesar
de las multas que la misma ley establece, y confirman no sólo
el Código penal, sino multitud de disposiciones ministeriales,
tan bien intencionadas (?) como miopes, hay todavía a la
fecha, de entre los cuatro millones (no completos) de niños
de tres a doce años que el censo señala, dos millones
y medio que no reciben enseñanza de ningún género,
¿no es hora ya de pensar, para perseguir la ignorancia, en
algún remedio más eficaz que el consabido tópico
de la enseñanza obligatoria, de que con tanto éxito
venimos disfrutando hace ya cuarenta años?
Y hacen bien esos dos millones y medio de niños en no ir
a la escuela, y sus padres obran muy cuerdamente en no enviarlos,
porque si un día se les ocurriese obedecer nuestras sabias
leyes, perderían el tiempo y, lo que es más grave,
la salud, como pierden ya ambas cosas gran parte de sus aplicados
compañeros. Perderían el tiempo, porque no hay en
España ni escuelas en que meterlos, aunque fuese almacenados,
ni suficiente número de maestros para educarlos de verdad;
y perderían la salud, porque los que malamente cupiesen,
irían a envenenarse en el pestífero ambiente de unos
locales infectos, donde hoy mismo están ya hacinados los
niños que asisten; y con el tiempo y la salud perderían
también la alegría y la despierta curiosidad que,
en estas condiciones, no tardan en cambiarse en rutina servil y
en horror a la escuela.
Mientras no haya maestros, pero muchos maestros, dignamente retribuidos,
eso si, según sus merecimientos; y locales, pero muchos locales,
baratos, limpios y aireados; y mientras no se gaste en ello muchísimo
más dinero del que ahora se gasta, todo quedará lo
mismo que está, aunque sigamos recreándonos con la
música celestial de la enseñanza obligatoria.
Bonito recurso, sobre todo práctico y positivo, para regenerar
la educación del pueblo, cuando tenemos 800 maestros con
menos de 125 pesetas de sueldo (¡los hay con 75!); más
de 2.000 que cobran sólo 250; 8.000 que no pasan de 500,
y... ¿a que seguir? ¿No es esto ya bastante sangriento?
Si no se puede gastar nada para poner remedio a estos bochornos
y "hacer país" por el único camino que hoy
se conoce, callémonos y desesperémonos en silencio;
pero que aprendan los novísimos reformadores que hay algo
más de substancia que pedir y más inmediato que la
enseñanza obligatoria y gratuita.
Y en la superior, ¿a qué se aspira? ¡A la disminución
de Universidades! No se puede ser. ni más modesto en las
pretensiones, ni más ciego. ¿Es por economía?
¡Pues si las Universidades -vergüenza da decirlo- son
casi una fuente de ingreso para el Estado! Será, sin duda,
que nuestras grandes desdichas nos vienen de nuestra mucha ciencia,
que tenemos plétora de saber y nos sobran focos de cultura...
Que no son las Universidades tales focos, esto ya es sabido; que
están mal -aunque ni un ápice peor que todos los demás
organismos-; tan rematadamente mal, que es permitido dudar de si
padecería algo la cultura del país el día en
que todas se cerrasen. Suprímanse en buena hora, pero todas:
pues por cerrar unas cuantas, ¿van a alcanzar las restantes
el vigor científico, la vitalidad corporativa y el influjo
social de que hoy carecen? Es más fácil echar cuentas
regeneradoras, a ojo de buen cubero, que señalar los medios
de reanimar nuestras moribundas Universidades. Y, sin embargo, ó
hay que sanearlas de raíz, enviando maestros y estudiantes
a aprender a vivir donde hay vida, ó dejarlas morir poco
a poco, creando nuevos organismos que puedan llegar a hacer lo que
ellas no hacen. La supresión de algunas. ¿qué
remedia?
Y en la esfera oficial, el mismo desconocimiento, idéntica
falta de adecuación entre necesidades y remedios. ¿Qué
se ha hecho, al cabo, en este año terrible? Unas cuantas
reformas de pormenor, cambios de nombre, provisiones de vacantes,
aumento o disminución de exámenes, asignatura ó
año más ó menos. Todo, como si estuviéramos
en el mejor de los mundos pedagógicos, y como si no fueran
los principios mismos y las bases lo que hay que remover.
De formación del personal, sólida, científica,
rápida, intensa, como pide la urgencia del caso, por ser
la única garantía de éxito de toda reforma,
nada. De intento, al menos, de transformación del actual
mecanismo, externo, rutinario, aparatoso, desmoralizador (porque
todo él está hecho para el examen y el titulo), en
obra viva, íntima y verdaderamente educadora, nada. De inspiración,
siquiera de lejos, en aquellos elementos que han formado la indiscutible
"superioridad de los anglo-sajones", nada. Nada, por último,
de seguir en planes, métodos, programas, la senda por donde
han ido los pueblos superiores, y sin entrar por la cual continuaremos
siendo, frente a ellos, una excepción vergonzosa.
En cambio, el mismo engañoso convencionalismo de siempre,
igual fomento del pseudo-patriotismo, de la eterna y falsa leyenda
que nos ha perdido. ¿Se puede concebir que en la anterior
discusión del presupuesto, ya en plena guerra y en medio
del desastre, haya el Gobierno sostenido que no estamos tan mal
en primera enseñanza, puesto que allá nos vamos con
Inglaterra en número de escuelas? Pues pasó: ¡y
sin protesta! He aquí ahora las cifras, para juzgar del fundamento.
Maestros: en España, 30.000, para unos 18 millones de habitantes;
en Inglaterra y Gales (sin Escocia ni Irlanda), 130.000, para otros
tantos; alumnos: 1.100.000, por 5.500.000—; gastos, ¡26.500.000
pesetas, por 158 millones de francos!
¿No hay razón para afirmar que, con tales elementos,
hace falta un milagro para sacarnos de este pantano?."