José Enrique Muñoz Blanco | Diagonal
Vivimos
en un mundo absolutamente desconcertado, gracias a la no información a
los ciudadanos de lo que en realidad está pasando. Estamos asistiendo a
una crisis en todos los campos posibles. Los Estados están en crisis.
Hay guerras en el medio oriente, luchas en Centro América, importantes
reivindicaciones revolucionarias en África, inseguridad en las calles,
robos, violencia, delincuencia juvenil, miedo….. La deuda externa
amenaza con asfixiar, más, la ya precaria economía del tercer mundo. El
sospechoso y desigual tratamiento de la ONU, ante los acontecimientos
que se están desarrollando en el continente africano. Y en definitiva,
los lamentables resultados de la tan cacareada globalización, que solo
ha servido para garantizar, aún más, la avaricia de ese capitalismo, al
que ahora llaman “los mercados“, y que se mueve a placer por todo el
planeta contaminándolo todo.
Estos “mercados“, que ironía, se quejan también de la
crisis. Se quejan los mismos que han provocado la situación en la que
nos encontramos, los que de verdad somos o hemos sido los verdaderos
creadores de riqueza en esta mal llamada “sociedad del bienestar”, y que
ahora, estamos padeciendo el paro, los trabajos precarios, la
humillación, la carestía, la miseria y también, y aunque pueda parecer
increíble, la extrema indigencia de algunos ciudadanos, en países tan
históricamente “alegres” y “divertidos” como España.
En España la situación sería, si no fuera por la
gravedad del momento, rocambolesca o más parecida a un esperpento de
Ramón María del Valle-Inclán, o un sainete de Carlos Arniches. Los que
sí somos seguros contribuyentes, los cabreados de este país, estamos
hartos de leer o escuchar a los asiduos tertulianos “periodistas",
“historiadores", “analistas", de los distintos y comerciales medios de
comunicación, "que son incapaces", seguramente por desconocimiento, por
miedo a posible pérdida de clientela, por obediencia al medio que les da
de comer o lo que es peor, por no querer reconocer la realidad de lo
que realmente está pasando.
Hablar (escribir) de los políticos que dicen
representarnos en el Parlamento sin incurrir en el insulto, es cuando
menos complicado. De la desconfianza de la ciudadanía sobre la
independencia del sistema judicial español, mejor no decir nada. De la
Santa Madre Iglesia, Dios nos libre. Y de nosotros los ciudadanos, pues…
somos como somos.
Asistimos todos los días, con gran resignación o
desconocimiento de la inmensa mayoría, a situaciones y acontecimientos
más propios de países bananeros (nunca he sabido por qué se utiliza
“bananeros” en términos peyorativos) que de países democráticos como
“dicen” que es el nuestro.
Este fin de semana, y coincidiendo con estas fiestas de
recogimiento y meditación de Semana Santa, hemos visto imágenes
inenarrables de ciudadanos y ciudadanas de todas las edades y distintas
regiones españolas llorando desconsoladamente, no por la situación en la
que nos encontramos en España, sino por la suspensión de las
procesiones, y como consecuencia, la imposibilidad de participar con
túnicas, cirios y capirotes en los múltiples y tradicionales desfiles
procesionales. Otro año vendrá.